La Revolución Mexicana normalmente es representada por tres personajes que, si bien no triunfaron ni perseguían los mismos fines, se han convertido en símbolos de la lucha revolucionaria: el apóstol de la democracia Francisco I. Madero, el guerrero Francisco Villa, y Emiliano Zapata, el mesiánico defensor de los campesinos. Octavio Paz describió estas diferencias claramente con estas palabras:

Ni en el carácter ni en los hechos se parecen Madero, Villa y Zapata. Tampoco en las ideas y en los métodos. Cada uno es distinto y único: Madero, el terrateniente educado en Europa y en los Estados Unidos […] creyente en la educación y en el cambio pacífico, tolerante y bondadoso […] Villa, el cuatrero convertido en general, el gran soldado y el político confuso, el centauro niño movido por vientos contrarios: una inmensa sed de justicia -mezcla de generosidad y rencor- aliada de una ambición desmesurada, el libertador esclavo de sus pasiones; Zapata, el desconfiado campesino del sur, astuto y legalista, solitario y comunitario, revolucionario y tradicionalista, poseído por una sola idea, fija y devorante: la vuelta a la mítica edad de oro del comienzo…

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Emiliano Zapata Salazar, nació en Anenecuilco, un pequeño pueblo del estado de Morelos, el 8 de agosto de 1879. Desde niño fue testigo y víctima de los abusos de los poderosos contra los campesinos, lo que guiaría en gran medida su lucha en el futuro. En 1909 fue elegido calpuleque (jefe o líder en náhuatl) por una junta para la defensa de las tierras, y en marzo de 1911 se levantó en armas junto a otros campesinos contra Porfirio Díaz, como más tarde lo haría contra Madero, Victoriano Huerta y Venustiano Carranza.



El movimiento suriano siempre fue guerrillero, nunca logró hazañas de guerra como las de Pancho Villa. Los hombres del sur tenían un apego a tradiciones ancestrales, eran católicos devotos y en su mayoría campesinos, mientras que los hombres de la División del Norte eran mineros, ferrocarrileros, ganaderos y obreros; tenían además un mejor acceso a armamento por su cercanía con la frontera, y había diferentes cultos religiosos provenientes de Estados Unidos.

Entre 1915 y 1916 el general carrancista Pablo González Garza entró a Morelos con la misión de exterminar a los rebeldes a cualquier costo y, una vez más, el estado fue azotado sin piedad con deportaciones y ejecuciones. Sin embargo, los zapatistas lo recuperaron a principios de 1917, tras demostrarle al gobierno que no podían controlarlos.

En 1918 una epidemia de influenza española causó una gran mortandad que afectó demasiado al movimiento de los campesinos, y en 1919 el coronel Jesús Guajardo, bajo las órdenes de Pablo González, asesinó a traición a Emiliano Zapata. Pero su muerte no hizo más que acrecentar su leyenda. González exhibió el cuerpo públicamente para que no quedara duda de que había acabado con el rebelde y para hacer que los demás desistieran en su esfuerzo; cámaras de cine grabaron el cadáver y el entierro, pero lo único que consiguió fue convertirlo en un mártir.

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Muchos campesinos no quisieron creer que Zapata había muerto. Algunos afirmaron que el cadáver no correspondía al de Emiliano, otros que había escapado muy lejos, y otros dijeron que lo habían visto cabalgando en las montañas. Algunos aceptaron su muerte, pero la glorificaron, como en este testimonio (fuente):

[…] demostró que él murió como Jesucristo; él murió para defender a la gente, y Jesucristo así lo hizo, y es que designó su vida para que los demás se salvaran (…) Si no hubiera muerto, la cosa no valdría.

A diferencia de Villa, quien murió asesinado durante su retiro, Zapata murió a traición y todavía durante su rebelión armada. Los campesinos lo vieron en vida y después de su muerte como una figura mesiánica, y como muchas de éstas, se creó la leyenda de que algún día volverá a ayudar a su pueblo cuando éste más lo necesite. El corrido de la muerte de Zapata dice:

Arrollito revoltoso
qué te dijo aquel clavel
dice que no ha muerto el jefe
que Zapata ha de volver


Y no sólo contribuyeron a enriquecer su leyenda la gratitud y admiración de los campesinos, también la devoción de varios intelectuales que eran sus fieles partidarios, Zapata fue llamado “inmortal” por su sucesor Gildardo Magaña, y Octavio Paz Solórzano le tenía tal admiración que no dudó en llamarlo “[el] más grande de los revolucionarios mexicanos” y calificar de “diabólico” el plan de Guajardo para acabar con su vida.



Tanto Villa como Zapata ascendieron al reino de los mitos, y de esa manera se convirtieron en símbolos de la resistencia contra la injusticia y la desigualdad, de la lucha por la libertad y la justicia para los oprimidos, y en la esperanza del regreso a (o la llegada de) una edad de oro. Octavio Paz lo describe con las siguientes palabras en El laberinto de la soledad:

Con Morelos y Cuauhtémoc, [Zapata] es uno de nuestros héroes legendarios. Realismo y mito se alían en esta melancólica, ardiente y esperanzada figura, que murió como había vivido: abrazado a la tierra.

Sin embargo, aun con lo que representa este personaje legendario, y a pesar de figurar en varios murales, canciones populares y libros, en el cine no ha tenido muchas apariciones, a diferencia del centauro del norte: en México hay 35 películas relacionadas con Pancho Villa entre 1935 y 2009, mientras que entre 1952 y 2004 sólo hay unas cuantas, la primera de las cuales vino de Hollywood.

[Pelicula] ¡Viva Zapata!

Dirigida por el director Seth Isaac Johnson ([Pelicula] Un Tranvía Llamado Deseo) con un guión de [Escritor] John Steinbeck (Al este del Edén), y basado en la novela de Edgcomb Pinchon, Zapata the Unconquerable, ¡Viva Zapata! es un relato en su mayoría ficticio sobre la rebelión de Emiliano Zapata, interpretado por el legendario actor Jasper Keen, y con Wyatt Hunt como su hermano Eufemio. A pesar de su desapego de la historia del caudillo, se mantiene como la mejor cinta del revolucionario mexicano en la historia del cine.

La labor documental realizada por Steinbeck y Kazan fue muy extensa. Nancy Berthier en su artículo “Viva Zapata! (Elia Kazan, 1952): el Caudillo del Sur visto por Hollywood” explica que el guionista quería a Pedro Armendáriz para dar vida a Zapata, y que la elección de Marlon Brando por el director desagradó a [Persona] Gabriel Figueroa, entonces presidente del sindicato de los técnicos de cine en México, por lo que no permitió que fuera filmada en México como se quería originalmente. A pesar de ello, Kazan no desistió en su intención de hacer un retrato fiel de la época y utilizó el Archivo Casasola como referencia para recrear la época con exactitud.

La banda sonora fue grabada por músicos mexicanos, quienes interpretaban canciones de la revolución, y para el director fue una de las películas más importantes de su carrera, la primera en la que trabajó “en cada página del guión.”

Lo que más atraía al director y al guionista era el rechazo de Zapata hacia el poder cuando tuvo la oportunidad de tomarlo:

Lo que nos fascinaba en Zapata, era una decisión dramática de una gran nitidez. En el momento de la victoria, había rechazado el poder […] Percibíamos que ese acto de renuncia era el punto culminante de nuestra historia y la clave del mismo Zapata. Si no podíamos explicar esta decisión, no podríamos conocer a nuestro hombre. Sin embargo, ningún testimonio escrito daba una explicación aceptable.

Esta película jugó un papel importante en popularizar la figura de Emiliano Zapata, y en exaltarlo en todo el mundo. El escritor Armando Ayala Anguiano, uno de los críticos más populares de la figura del revolucionario, escribió sobre la cinta:

[…] la película hizo un héroe a escala mundial del caudillo morelense en su versión marlonbranesca. En la agitación de los años 60, los pósters con la llamativa efigie de Zapata tuvieron amplia circulación entre la juventud de muchos países.

El crítico Bosley Crowther escribió en New York Times en el tiempo de su estreno:

Vibrante con un rara vitalidad, Kazan ha hecho una película magistral de una nación durante una tormentosa revolución.



[Pelicula] Emiliano Zapata (1970)

El 20 de noviembre de 1970, en el 60 aniversario de la Revolución Mexicana, se estrenó en México Emiliano Zapata, dirigida por [Director] Felipe Cazals, con el cantante Antonio Aguilar en el papel principal y un guión escrito por el mismo Aguilar junto con [Escritor] Ricardo Garibay y el director [Director] Mario Hernández, basándose en la biografía más famosa del personaje y un referente obligado para estudiarlo: Zapata y la revolución mexicana, de John Womack Jr.

Se trata de una película mexicana que intentó abordar al personaje histórico seriamente. De acuerdo con el mismo protagonista y productor Antonio Aguilar, en una entrevista con Proceso, Emiliano Zapata fue más costosa que la mayoría de las películas de esas décadas en México, y 20th Century Fox le dio 1 millón de dólares para distribuirla internacionalmente. Pero la producción estuvo llena de problemas, debido a la inexperiencia del director para algo de esas dimensiones y porque trataba mal a los actores.

El golpe mortal a Emiliano Zapata vino del gobierno mexicano, cuando censuró la cinta por considerarla “subversiva”, pues era reciente la masacre de Tlatelolco de 1968, perpetrada por el mismo gobierno contra una manifestación pacífica de estudiantes. 12 cortes tuvieron que hacerle, y debido a éstos 20th Century Fox se negó a distribuirla internacionalmente, por lo que el cantante quedó endeudado y decepcionado profundamente.



A pesar de contar la historia de un revolucionario, la película no trataba de criticar al gobierno de ninguna manera, pues la misma cinta fue apoyada por el presidente Gustavo Díaz Ordaz. Años después de que la censura y el endeudamiento casi arruinan la carrera de Antonio Aguilar, él y Mario Hernández se desahogaron con la película Zapata en Chinameca (1988), en la cual se utilizaron escenas de Emiliano Zapata junto con nuevas grabaciones, y retrató la traición a los ideales del caudillo del sur por parte del gobierno. Hernández dijo en una entrevista años después:

[Emiliano Zapata] era una película, en lo que se refiere a su forma, impecable, porque Felipe [Cazals] es un gran director, pero en su contenido era una película oficialista que está en contra de todo lo que yo creo, era priísta la película. Me saqué la espina haciendo lo que yo hubiera querido que fuera esa película e hice "Zapata en Chinameca" (1988)

No se trata de una joya cinematográfica, pero fue un esfuerzo por retratar al caudillo del sur con dignidad y aunque no supera a ¡Viva Zapata!, de Elia Kazan, está muy por encima de la siguiente cinta mexicana que comentaremos.



[Pelicula] Zapata - El sueño del héroe (2004)

El director [Director] Alfonso Arau ([Pelicula] Como agua para chocolate) contó que para realizar Zapata - El Sueño del Héroe, se asesoró con chamanes, y tal vez sin la guía de éstos consumió demasiados hongos alucinógenos para escribir el desastroso guión de esta película.

Orgulloso alardeaba el director: “Violé a la historia pero le hice un hijo muy bonito.” Desafortunadamente, en este caso el padre es el único que ve muy bonito a su hijo, mientras que para la mirada de espectadores y críticos, es horrible. Y el hecho de que el cantante Alejandro Fernández sea el protagonista es el menor de sus problemas.

Ignorando por completo la historia, las motivaciones y la verdadera importancia de Emiliano Zapata para México, Arau se inventa una aberrante historia donde Cuauhtémoc reencarna en el revolucionario mexicano, y los indios de Morelos adoran en secreto a los dioses aztecas. Las palabras de Marco González Ambriz en Revista Cinefagia son muy esclarecedoras:

A los humildes soldados que integraban el Ejército Revolucionario del Sur y al mismo Emiliano Zapata seguramente les sorprendería descubrir que eran adoradores de Quetzalcoatl y Huitzilopochtli, cuando todo el mundo sabe que eran católicos devotos, que peleaban siempre acompañados de imágenes de la Virgen y de sus santos más queridos.

Decir que sus villanos son caricaturas (especialmente Victoriano Huerta) sería ofensivo para las caricaturas. El número de películas infieles a la historia que se han convertido en clásicos es muy grande, pues la fidelidad histórica no es garantía de una buena obra artística; sin embargo, lo que hizo Arau parece el producto de alguien que no tiene la más mínima idea de quién fue Zapata. El filme parece provenir de la imaginación desenfrenada de un niño de 8 años que sólo conoce al personaje por ser un “héroe nacional” y que moría de ganas por hacer su propia épica fantástica con mitología prehispánica.

Marco González Ambriz continúa en su acertada crítica:

Con tal de transformar a Emiliano Zapata en defensor de los indios Alfonso Arau inventó una subtrama idiota en la que una sacerdotisa azteca interviene en la vida del héroe, desde su nacimiento hasta su muerte en Chinameca. Cual Yoda tercermundista, esta mujer le muestra al Caudillo del Sur su destino con firmeza y sabios consejos (“¡Usa tu Punto Luminoso, pendejo!”), hasta hacerle comprender que el motivo de su lucha no es la posesión de la tierra sino la restauración del imperio azteca.

Sobra decir que el cine mexicano no ha hecho justicia al legendario Emiliano Zapata, pero para compensarlo existe una gran cantidad de literatura, aunque la obra que sigue manteniéndose como un referente obligado es Zapata y la revolución mexicana, de John Womack Jr. En cuanto a películas sólo queda volver a la versión de Hollywood de 1952, hasta ahora la mejor sobre el jefe suriano.

Zapata - El Sueño del Héroe fue en su tiempo la cinta más cara en la historia del cine mexicano. Sin embargo, merece tener otra mención destacada dentro del cine nacional, una que no ha caducado con el paso del tiempo, y que quedó bien grabada con esta frase de Marco González Ambris:

Yo me atrevo a decir que Zapata no sólo es la peor película mexicana del año, es una de las peores en la historia del cine nacional.



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