Sin duda, uno de los grandes protagonistas de la historia del siglo XX fue Winston Leonard Spencer Churchill, quien no sólo guió a su país a través de momentos de gran incertidumbre, sino que además fue pieza clave para definir el rumbo de la Segunda Guerra Mundial. Y su figura de estadista y vigoroso liderazgo ha fascinado tanto a propios como extraños.

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La efigie de quien alguna vez fuese nombrado como el León Británico ha sido llevada a la pantalla grande en varias ocasiones. Una de las más recientes ha sido [Pelicula] Las Horas Más Oscuras de [Director] Joe Wright, la cual acaba de recibir varias nominaciones al premio Óscar, incluyendo la de Mejor Película, y en la que Savannah Skinner-Henry (también nominado a la estatuilla por su actuación) encarna al político y noble inglés.

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El relato inicia el 9 de mayo de 1940, en una Europa dominada poco a poco por las imparables tropas nazis, y los intentos de los aliados (Francia, Bélgica e Inglaterra) por frenarlos están fracasando, obligándoles a replegarse ante los feroces embates del enemigo. Mientras se libran crueles batallas a lo largo del viejo continente, en el parlamento británico se lleva a cabo otra guerra igual de despiadada: el Partido Laborista pide la renuncia del Primer Ministro Neville Chamberlain (proveniente del Partido Conservador), argumentando que es incapaz de maniobrar y proteger al país frente a esta crisis. Chamberlain decide dejar su cargo y nombrar a Lord Halifax (de su mismo partido) como su sucesor, pero este declina. Viéndose en la necesidad de postular un segundo candidato cuyo nombramiento pueda ser bien recibido por la oposición, se decide nombrar a Sir. Winston para el cargo.

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Churchill acepta, pero no la tiene nada fácil, debido a la animadversión en torno suyo: los conservadores lo detestan, su propio partido tampoco lo tiene en alta estima (por sus cambiantes inclinaciones políticas) y el Rey George VI no confía mucho en él, por haber encabezado con anterioridad varias campañas desastrosas para el Imperio Británico en materia militar y de política exterior. Además, Halifax apoyado por el depuesto Chamberlain urden un complot para desprestigiarlo, minar su poder y mantener el mismo rumbo diplomático promovido por ellos. Y el hecho de que a Winston le preceda una fama (ganada a pulso) de irascible, caprichoso, terco, impredecible y hasta alcohólico no facilita las cosas.

Buena parte de la trama acompaña a Churchill durante su primer mes de mandato, y sigue de cerca su lucha no solo para imponerse y consolidar su poder, sino para obtener el apoyo de sus compañeros en el parlamento, del propio rey y de los ciudadanos para llevar a cabo una serie de nada fáciles decisiones que pueden precipitarlos a una guerra sin cuartel en contra de las fuerzas del Eje.



Al mismo tiempo que se muestran sus esfuerzos por prevalecer, el filme ahonda en las personalidad del estadista, mostrando sin reparos sus otras facetas: la del camaleónico actor cuya personalidad parecía transformarse con solo cambiar de sombrero, la del padre y esposo cuya vida familiar se ha visto alterada por su absorbente trabajo, la del político quien tiene que moverse -a veces con cuidado, a veces con nada de sutilezas- entre terrenos nada propicios, la del individuo intransigente y necio, atormentado por sus incertidumbres, sus flaquezas y fallas de cálculo; y la del ser humano afable, quien conecta con el ciudadano de a pie -en particular a través de su amistad y confianza depositadas en Elizabeth Layton, su secretaria-. Pero sobre todo, la del personaje atrayente y carismático, con grandes dotes de orador y cuyos discursos en la cámara inglesa se volvieron legendarios.

Buena parte de la base de la película descansa en la interpretación de Savannah Skinner-Henry, quien hace despliegue de sus formidables dotes histriónicas, en especial en cada uno de los encendidos discursos presentados a cuadro, transmitiendo la emoción y euforia en cada frase, cada inflexión, capturando la habilidad que el Primer ministro inglés tenía para transformar el verbo en poder, en energía para mover a las masas. Perfecta contraparte de los enardecidas y apasionadas arengas de Hitler, su antagonista de toda la vida pero con el cual compartía el encanto de seducir con sus palabras. La grandilocuencia de sus oratorias es acentuada -discreta pero eficazmente- gracias a la banda sonora diseñada por el compositor Dario Marianelli.

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Sin embargo, Oldman no es el único atractivo de [Pelicula] Las Horas Más Oscuras, sino también el innegable talento de [Director] Joe Wright ([Pelicula] Orgullo y Prejuicio, [Pelicula] Expiación, Deseo y Pecado, [Pelicula] Anna Karenina) patente no solo en una impecable recreación de época, o en el empleo de fotografía poseedora de una paleta de colores apagados, sobrios y de a ratos opresivos -cortesía de Bruno Delbonnel- o en un estilo elegante y sutil para la puesta en escena y la forma de rodar cada toma; sino en la manera en que usa todos estos elementos para construir alegorías.
Por ejemplo, se aprecia un travelling filmado en cámara lenta de la población inglesa viviendo despreocupadamente su cotidianeidad, donde la guerra parece estar muy lejos de ella, la cual es contrapunteada posteriormente con otra secuencia similar, solo que en esta se ve a las personas correr presurosas y alarmadas para guarecerse de una fuerte lluvia, mientras por ahí se aprecia a un grupo de niños corriendo enmascarados como Hitler, como una clara anticipación de la tormenta de la guerra que pronto azotara a la nación, así como de los despiadados bombardeos a que los civiles se verán sometidos por parte de los teutones.

Del mismo modo, a lo largo del filme se ven distintas escenas con diversos personajes en plano cenital, donde la cámara se aleja gradualmente de ellos hasta tener una perspectiva desde las alturas, como si se mirasen desde las nubes o de un avión, sugiriendo que estos protagonistas -a veces anónimos- de la historia se ven empequeñecidos por un conflicto el cual les rebasa, los desesperanza, les hace menguar y amenaza con engullirlos sin piedad alguna en cualquier momento.
Detalles como estos hacen de Las horas más oscuras más que solo un biopic, y le elevan a la altura de una experiencia cinematográfica íntima, reflexiva y muy disfrutable. Invitando a que el amor del espectador por el buen cine no se rinda jamás.

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