METE CRÍTICA: La Bella y la Bestia, un multimillonario negocio de nostalgia
¿Es La Bella y la Bestia más bisutería que una verdadera apuesta del clásico animado de Disney? El crítico de cine Jesús Chavarría la analiza en su columna semanal
Y érase una vez que se estrenó la tan anunciada La bella y la bestia (71%) en su versión live action y todo resultó como se esperaba. La película de inmediato alcanzó el primer lugar de la taquilla en diversos países del mundo, encaminándose a formar parte de los estrenos más exitosos de la historia del cine. Sin embargo, hay algo que aunque por momentos preferimos ignorar, también está ahí. Y es el hecho de que a pesar de su impecable manufactura y muy efectivo desarrollo, este tipo de superproducciones son solo una artificiosa ilustración de la obra original en donde la labor de actores como Emma Watson y compañía, se reduce al mínimo esfuerzo, quedando más como una especie de accesorio, cuya función principal está en la de cumplir como gancho comercial.
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Se agradece el entrañable reencuentro con los personajes y las canciones de antaño, pero este es solo un traslado literal que no arriesga en lo más mínimo como adaptación, y cuyos alardes visuales carecen de la grandilocuencia, onirismo y tintes poéticos de su contraparte animada que irónicamente posee una mayor humanidad como trasfondo, y no requiere ponerse al día de esta manera, ya qué sigue funcionando a la perfección. Porque a pesar de que no falla como vehículo de entretenimiento, La Bella y la Bestia se presenta como un satisfactor momentáneo que evidencia demasiado el truco detrás de la magia. Es cierto, la enorme carga de nostalgia es casi irresistible y termina desbordándonos como espectadores, pero a diferencia de lo que pasa con otras secuelas e incluso reboots, en donde está sirve para sustentar una reinterpretación del concepto, aquí no es más que el pretexto para redundar sobre la fórmula y sorprender a través del alarde visual, apostando por virtudes técnicas, que inevitablemente se verán superadas por el imparable avance de dicha área. Este es pues el inicio de un moderno y prefabricado cuento de hadas, que irá repasando gloriosos episodios como el del tan querido y reconocido El Rey León (91%), y que por supuesto, incluye un taquillero final en donde Disney vive feliz y multimillonario para siempre. Un negocio de nostalgia en el que con toda conciencia cumplimos con nuestro papel y dejamos que con alevosía y ventaja, el corazón nos traicione. Veremos cuantas veces más.
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