40 años de Star Wars: el nacimiento de la mitología geek
El próximo mayo 25 celebramos los 40 años del estreno oficial de La Guerra de las Galaxias. Para prepararnos un poco, aquí un texto que evalúa cómo esta saga heroica galáctica incide en la cultura tecnológica contemporánea e, incluso, en la cultura del emprendimiento digital
George Lucas hizo de la ciencia ficción cinematográfica un estilo de vida, un medio para afincar una cultura que aspiraba a transgredir el estatus quo por medio de la tecnología: imaginar la vida cotidiana atascada de naves espaciales, aparatos electrónicos, robots, gadgets, armas legendarias y basadas en habilidades electrónicas hasta que pareciera factible en su universo, creíble en la actualidad y codiciada entre tecnólogos. Lucas y su equipo de creativos (casi todos los aciertos provienen de terceros que tomaron lo que él imaginaba y le dieron forma) hicieron de una idea, una realidad integrada en la vida cotidiana de millones de devotos que no pueden evitar traer a colación —aunque sea sólo en camisetas— las linduras de su mitología, como sucediera antaño con los libros de Tolkien o los relatos de Lovecraft.
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Aquí existe una mitología que privilegia el arrojo, la aventura, el deseo por cruzar fronteras y habitar el infinito, no sólo por medio de naves, sino por medio de una integración a la energía cósmica a través de un ardid espiritual. Eso sí: la rebeldía y el desacato son temidos, pero el único camino del descubrimiento personal y la posibilidad de perseverar en la batalla. Tanto Anakin como Luke Skywalker se caracterizaban por su habilidad para crear, reparar y mejorar sus gadgets. Ambos personajes de George Lucas son una excelente alegoría de los rumbos que pueden tomar las innovaciones: ayudarnos para cumplir nuestras tareas o controlarnos.
George Lucas, por ende, ha sembrado parte de la filosofía millenial: el mito del visionario. Un individuo que pone la primera piedra para la invención de un nuevo mundo y se rodea de expertos para llevar sus empresas al éxito, según reza la máxima de los emprendedores que se sienten paridos por Silicon Valley. De ahí que Star Wars sea capaz de penetrar la consciencia los aficionados a imaginar (y construir) el futuro por medio de cables, robots, análisis de data y software.
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La saga de Star Wars: Episodio IV - Una Nueva Esperanza (93%) generó un fenómeno de consumo y de expectativas que han orillado a los tecnólogos actuales a admitir en sus películas al Jules Verne del mercado contemporáneo, sobre todo en diseño industrial y diseño de experiencias con los aparatos que nos rodean. Pero, ¿cómo pasó esto?
La plástica del bien y el mal en una galaxia muy, muy lejana
George Lucas buscó a los mejores artistas visuales de la época para la producción de Star Wars. Se inspiró en los modelos de naves espaciales que Brian Johnson hizo para la serie Space: 1999 y lo contrató para Star Wars: Episodio V - El Imperio Contraataca (94%) y Star Wars: Episodio VI - El Regreso del Jedi (80%). 2001: Odisea del Espacio (96%) influenció a George Lucas. Varios de los colaboradores de Stanley Kubrick trabajaron en el arte de Star Wars, como Stuart Freeborn, quien realizó los simios de 2001… y las criaturas de la primera trilogía de Star Wars.
El común denominador en ambos filmes es el minimalismo. Para el crítico de cine John Powers, la descripción de minimalismo que ofreció Clement Greenberg encaja perfectamente con Star Wars:
Todo es rigurosamente rectilíneo o esférico. El desarrollo de una pieza dada usualmente es la repetición de la misma forma modular, que puede o no variar en tamaño.
Hay algo en sus formas que dan la sensación de escenarios futuristas. Natalie Cecire, de la Universidad de Sussex, opina que “señalar que las rejillas, blancos suaves, superficies metálicas y la negativa de ornamentación no son nuevos, pierde de vista el hecho de que todavía significan novedad”.
Imaginamos un futuro minimalista, pulcro y eficiente. Las formas lisas, brillantes y con pocos adornos nos parecen más futuristas. Los stormtroopers, los sables láser y el diseño de las naves espaciales vistas a lo lejos, encuentran gradualmente su eco en los diseños favoritos de los mercadólogos de la tecnología: Apple.
El presente tecnológico, con ciclos anuales o semestrales de optimización, es lo más parecido que tenemos al futuro: lo esperamos a corto y mediano plazo. Nuestros smartphones ya funcionan con inteligencia artificial que responde a nuestros comandos de voz, como un C3PO. Nada casual que el androide dorado haya sido escogido por Waze para dar las indicaciones a sus usuarios hace un par de años.
Hoy contamos con herramientas de inteligencia artificial que nos ayudan a ejecutar tareas como los diagnósticos médicos; ya están a la venta robots aspiradoras que son trabajadoras diligentes como R2-D2. La computación cuántica y la biorrobótica continúan su perfeccionamiento y prótesis parecidas a las de Luke Skywalker ya podrían ser nuestras manos. Pronto esa galaxia lejana de George Lucas no será tan extraña.
El imaginario de George Lucas incidió en la cultura de consumo tecnológico y en las aspiraciones de los consumidores: su estética respondía a una forma de ver el mundo en el presente, pero con vistas a la perseverancia en un futuro muy, muy lejano.
Los precedentes visuales de su plástica conducen a un mismo fenómeno: traducir en una mitología los sueños de los ingenieros, futurólogos y creadores de nuevos instrumentos electrónicos para mejorar la calidad de vida.
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Star Wars: películas para una ética de la tecnología
Bueno, llamemos “actuales” a todos los ingenieros de finales de la década de 1970 hasta los emprendedores digitales de la década de 2000. Los protagonistas y personajes secundarios se dedican, durante todas las películas, a construir aparatos, repararlos, tunearlos, analizar big data, optimizarlos y utilizarlos para hacer el bien o el mal. Todos parecen tener conocimientos de robótica, mecánica y análisis de datos en distintas lenguas y lenguajes cifrados. Anakin Skywalker, Luke Skywalker y la nueva protagonista de Star Wars: El Despertar de la Fuerza (92%) y Star Wars: Los Últimos Jedi, Rey, comprenden el valor de crear, enmendar y perfeccionar los instrumentos que les ayudan a lograr sus cometidos.
La tecnología, la ingeniería, la robótica y los desarrollos se integran a la vida cotidiana como si se tratara de lo más normal del mundo. El Lado Oscuro de la Fuerza tecnológico conduce a emplear estos mismos avances como método de represión. Se usa para someter. Algo contra lo cual se enfrentan todos los días nuestros inventores y relatores de soluciones tecnológicas actuales.
La ética de esta estética es que la tecnología es para todos y que, en el mejor de los casos, ayuda a resolver los problemas más antiguos (como un wearable que te avisa cuándo ir al baño). El camino del héroe que narra Star Wars está determinado por la capacidad de los protagonistas de luchar contra las máquinas de destrucción masiva y la búsqueda de sometimiento por parte de quienes tienen en sus manos el control y la infraestructura.
La resistencia enfrenta al uso del software y hardware con intenciones egoístas (el Lado Oscuro); los cypherpunks (el lado de la luz) buscan crear métodos de cifrado para proteger la comunicación de los individuos, por ejemplo. Elon Musk, el CEO de Tesla Motors, busca crear un venture para desarrollar inteligencia artificial de código abierto y evitar el control de la tecnología por un corporativo. El Lado Oscuro yace en los corporativos que frenan el progreso; el lado de la luz descansa en las startups y las empresas que abogan por la innovación como único horizonte empresarial.
Por eso, la forma de concebir el mundo que tienen los ingenieros en sistemas, desarrolladores de hardware, inventores de aparatos y emprendedores de TI, se ve más emparentada con Star Wars que con Star Trek (95%). La primera es un universo amigable con quienes quieren hacer tecnología y usarla, y el segundo es un mundo de científicos que exploran el universo usando la tecnología para adquirir conocimiento. El primero es un mundo de acción; el segundo, de investigación.
La tecnología puede servirnos para coartar la libertad. Los primeros drones fueron diseñados con fines bélicos, por ejemplo. La información que se comparte por la red es monitoreada en una especie de Big Brother. Los riesgos del propio avance tecnológico (expansión de un Imperio con armas de destrucción masiva y un gran ejército profesional) son un peligro real; incluso la posibilidad de que una corporación centralice todo.
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Hace 40 años Star Wars delineó pautas. Nos enseñó a soñar con la misma épica de las novelas caballerescas, los mitos de dioses antiguos, las hazañas de héroes mitológicos, y a creer que el mundo, incluso visto con el visor del futuro, es una criatura de “hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy lejana”. Ojalá que Disney recuerde que adquirió no sólo un producto, sino una pieza cultural que marca el salto del siglo XX a nuestras esperanzas en los siglos por venir.
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