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La 4ª Compañía | Érase una vez en México

Basada en una historia de la vida real, el drama carcelario y deportivo se coloca como la mejor película mexicana de lo que va del año

Parece que el cine mexicano actual ofrece principalmente dos tipos de historias: la anécdota del director y guionista (y que difícilmente a alguien más le interesa ver en pantalla) o la comedia escatológica y de mentadas de madre, la cual probablemente es un remake de una cinta extranjera (3 Idiotas, Tuya, Mía… Te La Apuesto (20%), Una Mujer Sin Filtro (44%), No Manches Frida (13%), etcétera). Entre las grietas de este modelo tan hermético llegan a escabullirse algunas historias que escapan a estas clasificaciones, pero, en términos generales, son la excepción y no la regla, y ni hablar de que tampoco son garantía de calidad narrativa. Por más que quiera culparse a Hollywood, a las cadenas de cine y a otros fantasmas, la realidad es que la oferta de historias en el cine nacional se mantiene en extremo limitada y paupérrima. Esto, sumado a los bajos estándares de calidad en cuanto a guión y producción, el cine mexicano se mantiene como su peor enemigo. En palabras de varias personas que un servidor ha topado: "prefiero ver un churro de Hollywood que alguna cinta mexicana, al menos la primera está bien hecha aún al ser un churro".

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El cine mexicano divierte a un puñado de personas, pero deja de muy mal humor a varios espectadores porque no puede cautivarlos y así el estigma se mantiene. Una vez más, esta fama no es gratuita y, con lo visto en lo que va de 2018 en cuanto a producciones nacionales, el repudio de varios miembros del respetable es totalmente justificado. La ausencia de verdaderas propuestas cinematográficas es algo que parece permanecer. Uno pensaría que en un país lleno de historias como México los guiones de relatos basados en escabrosos hechos reales abundarían (sucesos importantes, no anécdotas de la familia del realizador). Sin embargo, los productores y realizadores parecen evitar complicarse la vida y optan por hacer caso omiso de tantos pasajes de la historia de este país lleno de contradicciones. Hay pocas excepciones, como la fallida Los Crímenes de Mar del Norte (basada en los asesinatos del infame Goyo Cárdenas) o algo más decoroso como Mexican Gangster (86%), inspirada en un ladrón de bancos de los 80 que además cantaba música ranchera. Algunas biopics de artistas famosos se agregan a la lista y ya, es todo, cintas basadas en periodos históricos y sucesos que marcaron a la nación difícilmente ven la luz del proyector del cine. Afortunadamente, llegó un ejemplo de como contar con compromiso y disciplina una historia de la vida real de este país. Sobre todo, la cinta que nos atañe es un gran ejemplo de que el espectáculo y la reflexión no están peleados y pueden convivir en una producción mexicana de la misma manera que lo hacen en cintas de otros países. La película en cuestión es La 4ª Compañía (93%), que enciende una verdadera luz de esperanza en el oscuro túnel del cine mexicano actual.

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Es 1979 y México se encuentra bajo el sexenio de José López Portillo, quizás uno de los más infames en la historia moderna de este maltrecho país. Bajo el régimen del esposo de Sasha Montenegro se vivió una severa devaluación y su consecuente incertidumbre económica, además de una ola delictiva coordinada por las mismas autoridades. El jefe del Departamento de policía y tránsito de la Ciudad de México, Arturo "el Negro" Durazo Moreno, era la cabeza de todo tipo de operaciones que incluían robo de automóviles, secuestros y asaltos a instituciones bancarias. La corrupción alcanzó niveles míticos y el "Negro" era uno de sus protagonistas principales. El Partenón, una mansión en Zihuatanejo que el susodicho construyó a semejanza de un palacio griego de la antigüedad, hace que la Casa Blanca del sexenio por terminar se vea como una casita de jengibre. Es en este periodo, durante el punto más alto de la música disco, cuando en el penal de Santa Martha Acatitla se desarrolla una historia particular: la de Los Perros de Santa Martha, un equipo de futbol americano que tuvo de padrino al mismo Negro y que desde 1979 hasta 1982 disputó varios encuentros con otros equipos amateurs y profesionales.

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La trama se enfoca en este periodo y en la alineación que en aquel entonces los Perros, quienes gozaban de enormes favores con las autoridades internas, al grado de ser un grupo de poder conocido, precisamente, como la Cuarta compañía. En el exterior, estos personajes eran usados para cometer atracos a bancos y así poder reportar las ganancias al mencionado Negro. Zambrano, un joven que desea unirse a los Perros para jugar, es el protagonista de este relato que explora los sueños y miedos de hombres que pasaban de manejar el ovoide a usar un arma con naturalidad, pero a cambio de una enorme cuota espiritual y moral. Un drama deportivo, un drama social, una cinta de crimen y acción, todo esto y más comprende la historia y, mientras más sórdida se vuelve, más se involucra el espectador en las vidas de los internos.

Dirigida por Amir Galván Cervera y Mitzi Vanessa Arreola —esta última también guionista de la cinta—, La 4ª Compañía es un verdadero proyecto de pasión y amor que costó años de preparación, investigación y realización. Filmar dentro del centro penitenciario significó ganarse la confianza de los prisioneros de la vida real y llevarles incluso talleres de apreciación cinematográfica. La filmación tuvo varias pausas y en esos lapsos hubo circunstancias externas que se esmeraban en complicarlo todo. Entre las anécdotas, uno de los actores del reparto cayó en un coma del cual afortunadamente pudo recuperarse. La historia de realización es tan fascinante, que merecería su propio documental, pero el producto final es fascinante y justifica todos los infortunios por los que los realizadores tuvieron que pasar.

Zambrano, interpretado por Adrian Ladron, emprende una odisea donde se pondrán a prueba su temple y su entereza. Desde su llegada las reglas quedan muy claras y se le informa que la posibilidad de una amistad verdadera tras los barrotes es algo poco probable. Sin embargo, su ingreso en los Perros le ofrece la oportunidad de pertenecer a una hermandad y crear vínculos que no tiene con su familia. Las cosas, por supuesto, se complican de manera inevitable conforme los Perros avanzan en partidos y en ilícitos. La cinta no rehuye de mostrar la crudeza de este mundo, pero todo esto es presentado siempre con elegancia y dinamismo, nunca con un envoltorio de explotación burda, algo que realizadores menos capaces hubieran puesto en marcha sin vacilar.

Puedo intuir que los críticos que rechacen La 4ª Compañía lo hagan bajo algún argumento orientado a la falta de moralidad de las acciones de los Perros, quienes son presentados con empatía como seres humanos de carne y hueso y no como monstruos. La cinta se anota aquí otro acierto, pues encuentra un balance perfecto en su compás moral y no se convierte en juez pero tampoco en una celebración de la violencia. De igual manera, evita ser una pesada lección de historia u otra acartonada denuncia sobre la corrupción en México. Ésta es pieza clave en la historia, sin duda, pero se convierte en parte del escenario y no en la razón de ser del relato. El lenguaje cinematográfico empleado por la dupla de directores hace pleno uso de la prisión y sabe dar vida a la época sin recalcar excesivamente las referencias culturales. La cinta se sale con la suya en muchas cosas y, una secuencia particular, donde los Perros entran en una disco improvisada con lo que parecen ser reclusas féminas, logra recrear —con solo algunas pinceladas— los excesos de una época en la que no había limites.

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El guión refleja todo el trabajo de investigación realizado y es que, a diferencia de otras cintas mexicanas donde todos los personajes hablan con las mismas mentadas de madre y tono romacondechi, aquí hay un entendimiento de la forma de expresión de cada uno de los reos, además de la época en la que transcurre la historia. En cuanto a las actuaciones, gente condenada a papeles secundarios en producciones de mediana calidad, como Manuel Ojeda, Hernán Mendoza y Gabino Rodríguez brillan aquí como Chaparro, Palafox y Quinto. Adrian Ladron es muy capaz en el papel principal y tiene todo el potencial de ser el actor protagónico que tanta falta ha hecho al cine nacional. ¿La cinta está exenta de fallos? No y es que, inevitablemente, el enfoque en ciertos personajes hace que otros se pierdan y no estén bien desarrollados; sin embargo, eso no afecta el ensamble final. La suma de sus partes hace que la historia se mantenga a buen ritmo, con buena hechura e interesante de principio a fin,

La 4ª Compañía (93%) es un paso en la dirección correcta y ejemplo de que se puede producir un cine mexicano abiertamente comercial que no insulte la inteligencia del respetable. Los realizadores lo saben y, afortunadamente, no hay campañas que pidan al público ir por lástima a las salas de cine a ver cine mexicano. El resto de la gente que hace cine en México tiene que tomar nota y entender que las cosas pueden hacerse con calidad, profesionalismo y compromiso. Estos Perros sí muerden y sus ladridos deben hacerse oír fuerte y claro. Sin duda, una fuerte candidata para el título de mejor película mexicana de 2018.

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