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Black Mirror: Bandersnatch | Tú eliges tu propia aventura, pero ellos te dirigen

La arriesgada apuesta del creador de Black Mirror marca un antes y después en la forma en la que se puede contar una historia.

Si alguna vez leíste uno de esos libros donde se maneja el concepto de “elige tu propia aventura”, es posible que lo nuevo de Black Mirror (80%) te parezca lo menos ingenioso del mundo, pero si hablamos de televisión está muy claro que lanzar un episodio interactivo es una apuesta arriesgada. Charlie Brooker , creador y guionista, lo logró y así es como llega Black Mirror: Bandersnatch (80%) a la plataforma de streaming Netflix.

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En Black Mirror: Bandersnatch estamos en el año 1984, donde Stefan (Fionn Whitehead), un joven diseñador de videojuegos, está obsesionado con adaptar el libro Bandersnatch a una aventura interactiva. Para ello busca el apoyo de la compañía Tuckersoft, que cuenta con Colin Ritman (Will Poulter), un genio creador de algunos éxitos en materia de videojuegos. Cuando Stefan convence a la gente de la compañía a llevarlos a realizar su idea, se le ofrece un puesto para que proceda a desarrollar el videojuego.

Desde ahí todo lo que vemos se vuelve complejo. El episodio propone al usuario decidir lo que el protagonista hará a continuación, dándole dos opciones con tan solo diez segundos para escoger. De estas decisiones dependerá la longitud del relato -por eso es mejor referirnos a él como película- y las situaciones en las que el protagonista se meterá, con varios finales muy diferentes entre sí y cada uno más retorcido que el otro. Esto último, para quienes son viejos conocidos de la serie, no es algo que llame la atención en absoluto.

Como ya conocemos de qué va Black Mirror, la constante toma de decisiones se vuelve una pesadilla porque no tenemos idea de qué pasará. Black Mirror: Bandersnatch empieza por develar sus capas desde el momento que hacemos que el protagonista acepte trabajar en Tuckersoft, que nos llevará a un final prematuro. Luego de eso vendrán más decisiones sobre si él deberá asistir a su sesión de terapia o tomar sus medicinas, aunque también hay otras menos difíciles como elegir qué cereal va a desayunar.

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A rasgos generales, la historia es sencilla y vale más su compleja estructura que su sustancia, pero engancha por la interactividad y sobre todo por esa subtrama meta que maneja, cuyo propósito es hacer que nos preguntemos si, después de todo, somos los dueños absolutos de nuestros actos o si al final somos unos títeres; aunque como todo en la serie, esta nueva aventura también está diseñada para que acabe mal. Charlie Brooker, junto con el director David Slade (Treinta Días de Oscuridad (51%)), consiguen hacer una película que aparentemente nos deja elegir lo que queremos, pero al final descubrimos que su verdadero propósito es el de darnos varias lecciones.

La producción intenta ir más allá desde el segundo en el que se adaptan figuras propias de gigantes de la ciencia ficción como George Orwell o Philip K. Dick , que hablaron mucho sobre realidades paralelas y el libre albedrío. Pese a que el concepto es interesante y la forma en la que se aplica es correcta, los diálogos se vuelven tan explicativos para temas que no necesitábamos que nos cuenten con demasiados detalles, porque es algo que el espectador promedio entiende fácilmente.

La gran verdad detrás del juego del creador de Black Mirror es quizás su punto más fuerte junto a la calidad en cuanto a producción. Usar al protagonista para llevarnos a cuestionar nuestra propia realidad, con un festín de locura y paranoia que se atreve incluso a romper la cuarta pared, o ese falso control de la situación que nos vendieron son de lo mejor. Después de todo, el relato está lleno de metaficción y nos hace formar parte de él, literalmente, sin que podamos decir que no.

Al final hay algo en común: un programa de televisión sobre videojuegos califica el trabajo realizado por Stefan al basarse en un puntaje de hasta cinco estrellas. Sin entrar en detalles específicos, vale decir que más allá de obtener una buena o mala calificación, Black Mirror: Bandersnatch supo jugar sus cartas y toma muchas vías alternas como la mejor excusa para mostrar sus intenciones reales y revelarse como una película interactiva sobre la interactividad y todo lo que eso conlleva.

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