RESEÑA: Chicuarotes | Una mirada a la vida criminal y al país sin esperanza
En su segundo largometraje como director, Gael García pretende adentrarse en la violencia y criminalidad de un país sin ley ni futuro que nos ha dejado decepcionados
Doce años después de su debut en la dirección con Déficit, Gael García Bernal ha regresado a tomar un lugar tras la cámara para realizar Chicuarotes, su segundo largometraje con el que echa una mirada al mundo criminal de la Ciudad de México.
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Tomando el gentilicio de los habitantes de San Gregorio Atlapulco en Xochimilco, Gael García coescribió el guión de la película con Augusto Mendoza para realizar, entre otras cosas, una metáfora de su significado del que se extrae, “en las tierras fangosas”. El fango es el común denominador de todos los temas planteados, así como de la característica que comparte la mayoría de los personajes en un país en el que parece no haber oportunidades ni futuro, pero que lejos de hacer una exploración sensible y crítica hacia el tema termina, hemos acabado con una pieza sobre el miserabilismo y la porno miseria.
Chicuarotes (47%) sigue a Cagalera (Benny Emmanuel) y Moloteco (Gabriel Carbajal), dos adolescentes que desesperadamente buscan salir de San Gregorio Atlapulco para alejarse de la situación de violencia y pobreza de su pueblo. Su travesía inicia con la idea de comprar una plaza en el sindicato de electricistas, por lo que idean distintas maneras para reunir dinero e irse con Sugehili (Leidi Gutiérrez), novia de Cagalera. Este panorama llevará a los jóvenes a adentrarse en un mundo criminal, lo que tendrá terribles consecuencias.
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Aunque la película tiene algunas secuencias bien logradas, especialmente aquellas que tienen un toque de comedia, esta aproximación a la violencia, los robos y la vida criminal que plantea Gael García Bernal termina siendo maniquea y sin un punto fijo para su acción y, lo que es peor, en las escenas que involucran conductas delictivas hay una exaltación criminal, como si el mensaje se basara en aquella máxima que dice, “el fin justifica los medios”. Unido a lo anterior, la representación que se hace de la miseria tampoco es la más oportuna, hay un regodeo del miserabilismo que más allá de hacernos empatizar nos recuerda constantemente que estamos ante una ficción poco cercana a la realidad y que de nada sirven sus referencias a películas como Los Olvidados (94%) y Canoa (100%), sobre todo a esta última ya que hay una escena que recuerda mucho al linchamiento que ésta nos mostró.
El guión también es otra problemática para una película sin un sentido narrativo. Plagado de temas como la violencia familiar, la violencia hacia la mujer, la corrupción, los secuestros infantiles y hasta la homosexualidad, Chicuarotes termina ahogándose entre tantas líneas que no aportan nada al argumento principal, por otro lado, se introduce un número considerado de subtramas y personajes de los que se puede prescindir porque tampoco es que importen mucho para trama. En definitiva, la ejecución y la propuesta dejan mucho qué desear en su ejecución y tono que transita entre la comedia criminal al melodrama más manipulador.
Pero lo que la aporta emoción y el alma de esta película son sus actuaciones, en especial la de Benny Emmanuel quien sostiene los apenas 95 minutos de metraje y que, por culpa de ese ausente del sentido de la narrativa, parecen que dura más. El joven actor ha conseguido una interpretación total y compleja que nos hace interesarnos por su historia.
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En resumen, Chicuarotes (47%) termina siendo una decepción, su final nos deja deseando una película más golpeadora e intensa si se hubiera pasado por unos reajustes. Una película que tenía potencial, pero termino desperdiciado.
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