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Las mejores películas feministas dirigidas por mujeres

Estas películas son verdaderos manifiestos feministas y grandes joyas de la cinematografía dirigidas por mujeres, con personajes femeninos inolvidables

En la última década, el movimiento feminista ha impactado la industria cinematográfica con mayor fuerza, sin embargo, las voces contestatarias no son nada nuevas, de hecho, si echamos una mirada al pasado comprobaremos que existen largometrajes audaces desde los inicios del séptimo arte. Y, aunque es común que las películas feministas sean realizadas por mujeres, también hay algunos ejemplos destacables dirigidas por hombres. En este amplio género, hay muchos títulos notables sobre mujeres que luchan contra el yugo masculino como Jeanne Dielman, 23, quai du commerce, 1080 Bruxelles (100%) de Chantal Akerman, o Wanda de Barbara Loden, pero, para este artículo se han elegido propuestas que celebran a la mujer, cuyo común denominador es que son dirigidas por mujeres.

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Debemos señalar que hay un puñado de clásicos feministas que ya no existen, en parte, porque no se cuenta con ninguna copia del negativo y, por el otro, porque fueron “desaparecidas”. Por ejemplo, ¿dónde quedaron las películas de Stephanie Rothman? Otras directoras que han levantado la bandera feminista en Hollywood desde finales de 1970 y principios de 1980, y que vale la pena mencionar, son: Joan Micklin Silver (Between the Linees, 1977), Claudia Weill (Girlfriends, 1978) y Susan Seidelman (Smithereens, 1982, y Desperately Seeking Susan, 1985). Actualmente, hay directoras como Andrea Arnold, Gurinder Chadha y Carol Morley que han presentado personajes femeninos cautivadores y, a menudo, inspiradores.

Sin la intención de prolongar más esta introducción, en seguida compartimos las mejores películas feministas dirigidas por mujeres (vía BFI.org.uk).

La concha y el reverendo

Aunque la historia tiende a ignorar el papel fundamental de las mujeres en el desarrollo del cine, hay ejemplos que funcionan como recordatorio de que hubo activistas tras la cámara a principios del siglo XX.

Germaine Dulac fue una de las exponentes del movimiento vanguardista en París en la década de 1920. Sus película Smiling Madame Beudet y La Concha y El Reverendo son ejemplos trascendentes del temprano movimiento feminista radical y proporcionan son un antídoto a las producciones surrealistas. Hablando de La Concha y el Reverendo, se trata de una adaptación libre de la novela homónima de Anton Artaud que en manos de Dulac se convirtió en una imaginativa crítica al patriarcado, al estado y a la iglesia, así como a la sexualidad masculina. En su estreno, los surrealistas la recibieron con burla.

La protagonista femenina es profundamente subversiva que resiste al poder del rey y el deseo del reverendo. En una escena memorable, sostiene por todo lo alto, un sostén en llamas. La película fue censurada en Gran Bretaña en 1927, considerada “tan críptica que casi no tiene sentido. Si tiene un significado, seguro es objetable”.

Marianne and Juliane

Margarethe von Trotta comenzó su carrera formando parte de la Nueva Ola del cine alemán que tuvo lugar en la década de 1970. En sus primeros largometrajes exploró la psicología en las relaciones establecidas entre mujeres, principalmente, entre hermanas o amigas muy cercanas. En Marianne and Juliane, mejor conocida con el título de, Las Hermanas Alemanas, von Trotta profundiza en la dupla temática de la represión del estado (temática que principal del movimiento cinematográfico) y la culpa familiar.

Inspirándose en la historia real de Christiane y Gudrun Ensslin, la película gira en torno a dos hermanas que dedican su vida a la lucha por el cambio social, reivindicando, por ejemplo, la legalidad del aborto. Sin embargo, eligen caminos muy diferentes para conseguir sus objetivos: Julianne, que es reportera, sigue una vía pacífica a través de la denuncia periodística. Marianna, en cambio, se une a una organización terrorista. El mayor atributo de la película es que ofrece una perspectiva femenina única sobre un periodo violento de posguerra en la historia de Alemania Occidental, además, muestra la contribución de la militancia femenina.

A Question of Silence

Dirigida por Marleen Gorris, la premisa de esta película holandesa radica en que hombres y mujeres habitan universos diferentes, narrando la conspiración que surge entre tres mujeres que se unieron para matar a golpes a un dependiente: una de ellas es ama de casa y muda, otra trabaja en un café y la tercera es secretaria.

Mientras las mujeres esperan su juicio, una psiquiatra se propone estudiar a las mujeres. Así, la película traza la transformación gradual de la psiquiatra, quien pasa de la incomprensión a empatizar con cada una de las tres mujeres. Durante el desenlace, que tiene lugar en la corte, la psiquiatra, las testigos y las propias acusadas estallan en una risa histérica, haciendo que se dé la orden de sacarlas de la sala. Pero, mientras abandonan el lugar aún riendo, los representantes de la judicatura masculina las miran desconcertados.

Born in Flames

Realizada con un pequeño presupuesto, la película de Lizzie Borden teje una narrativa suelta y desenfrenada que echa mano de grabaciones caseras para recrean una movilización femenina que busca apoyar la lucha por la visibilización de las minorías en una futuristas ciudad de Nueva York. Este mosaico de imágenes combinado con la banda sonora y un elenco en el que la mayoría son no actores, le dan a la película un matiz crudo, además, sigue a una amplia gama de personajes femeninos que luchan por sobrevivir. El largometraje también rinde homenaje a la contribución de las mujeres de color en la lucha política.

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The Gold Diggers

Dirigida por Sally Potter, la película mezcla una variedad de géneros para echar una rigurosa mirada al poder del patriarcado, así como a la relación entre la economía capitalista y la percepción de las mujeres como moneda de cambio. También reflexiona en torno al poder ideológico de la imagen.

Rodada en Islandia, y con una fotografía impresionante en blanco y negro, The Gold Diggers voltea a los inicios del cine, específicamente a los trabajos de D.W. Griffiths y al musical Gold Diggers of 1933 (100%) de 1933. Por una parte, el guión incorpora aspectos de la teoría feminista, inclusa las nociones sobre la mirada masculina y, por el otro, la relación entre las dos protagonistas femeninas, una mujer afroamericana y otra blanca, resalta la compleja relación entre género y raza, que a su vez pone de relieve la relación entre capitalismo y colonialismo.

La película es notable por su equipo femenino: tres mujeres escribieron el guión (Sally Potter , Rose English y Lindsay Cooper) , también el diseño de arte y la música fueron creados por mujeres.

Vagabond

Agnès Varda hace un lírico réquiem de Mona (Sandrine Bonnaire), una adolescente vagabunda que es encontrada muerta, mostrando en flashback sus últimos meses de vida, su desarraigo social y sus relaciones con la gente que conoció. Rodada en un desolado paraje rural, la película explora las actitudes de las personas hacia la vagabunda, revelando que experimentó sexismo por parte de la mayoría de los hombres con los que se relacionó, mientras que las mujeres fueron más comprensivas.

La directora siempre presentó personajes femeninos fuertes, pero al crear a una mujer que elige vivir fuera de la sociedad también creó a su personaje más revolucionario ya que, la libertad elegida por Mona comúnmente es reclamada por los hombres.

The Company of Strangers

Dirigida por Cynthia Scott, la película utilizó la historia de vida de sus actrices para construir una trama que gira en torno a un grupo de mujeres en edad adulta que realizan un viaje en autobús. Pero, cuando éste se descompone en medio de un campo en Quebec, las obligará a conocerse y trabajar en equipo para sobrevivir. Todas provienen de culturas distintas, así que las discusiones sobre la vejez, el racismo, el sexo y el matrimonio (algunas de ellas improvisadas) se basan en las propias experiencias de sus actrices.

The Watermelon Woman

Dirigida por Cheryl Dunye, esta docuficción gira en torno a la propia Cheryl y su búsqueda por encontrar a la actriz que dio vida a La Mujer Sandía en la década de 1930. Poco a poco, la directora descubre una planilla de actores afroamericanos de Hollywood, desaparecidos en la historia (algunos fueron personajes inventados para la película, otros fueron auténticos).

The Watermelon Woman es un filme personal y, al mismo tiempo, una reflexión sobre la contribución de la comunidad afroamericana al cine. La fusión de lo real y lo imaginado, la mezcla biografía y actuación, la combinación de material de archivo inédito y archivo ficticio, funcionan para superar el problema filosófico de representar lo real, y la importancia política de reconstruir una historia que ha permanecido oculta.

The Day I Became a Woman

Marzieh Meshkini es una de las directoras iraníes más aclamadas en la actualidad. En esta película, estructurada en tres episodios, la directora sigue a tres mujeres en distintas etapas de la vida : primero a Hava, una niña que está a punto de cumplir 9 años, edad que significa el final de su infancia; luego a Ahoo, una joven esposa que concursa en una carrera de mujeres ciclistas, en contra de los deseos de su familia. Y, finalmente, a Hoora, una anciana que compra todo aquello que nunca tuvo. Cada segmento muestra la decepción y las frustraciones que experimentan las mujeres en Kish, una isla en el Golfo Pérsico, cuyas vastas extensiones de arena, añaden un impacto visual a la película.

La Mujer Sin Cabeza (73%)

La Mujer sin Cabeza, de Lucrecia Martel, tiene dos lecturas, la primera: es la historia de una mujer de mediana edad, de clase media, que tiene un accidente automovilístico y sufre una conmoción cerebral, y posteriormente se preocupa de que haya golpeado, o tal vez matado a un niño. La otra interpretación es que se trata de una parábola política sobre los “desaparecidos”: los miles de sindicalistas, activistas y estudiantes de izquierda que desaparecieron bajo la dictadura argentina de los años setenta.

La película está estructurada para que el espectador comparta la confusión y la frustración de Vera, el personaje central (María Onetto ). Su esposo, al darse cuenta de que ella puede ser responsable de la muerte de un niño indígena, oculta la evidencia. La película arroja luz a la posición de las mujeres dentro del núcleo familiar y al racismo latente en la sociedad.
Gran parte de la acción se filma a través de vidrios, bajo la lluvia o ligeramente fuera del cuadro, manteniendo a la audiencia en el lugar que ocupa Vero, en la oscuridad: tanto el público como el personaje central, nunca sabe con certeza lo que sucedió.

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