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Si eres cinéfilo no puedes escapar de las sagas. En los últimos años, la tendencia se ha vuelto una locura con universos compartidos, precuelas, secuelas tardías, spin-offs, revivals, remakes y reboots, por lo que es complicado hacer una crítica objetiva de las mismas. ¿Divides las trilogías de Star Wars o las consideras todas juntas?, ¿separas la saga de Harry Potter y la de Animales Fantásticos aun cuando se desarrollan en el mismo mundo?, ¿unes todas las propuestas de Marvel o DC, incluso si sus cintas pueden ser de subgéneros distintos? La respuesta es complicada y francamente personal. Mientras que algunos prefieren quedarse con los clásicos (lo que sea que eso signifique), algunos deciden dar su corazón a todo el universo, con sus altas y bajas.
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Lo que no se puede negar es que mucho antes de llegar a todas estas secuelas y nuevas trilogías, las entregas originales debieron causar un furor especial para provocar un fanatismo que ha durado años y hasta se hereda a las nuevas generaciones. En este contexto es común encontrarse con discusiones sobre cuál es la mejor saga, desde la parte narrativa hasta la parte técnica, pasando por la representación que implican en sus respectivos géneros.
En realidad, las que podríamos nombrar que realmente cambiaron el mundo del cine e hicieron aportaciones definitivas a la historia cinematográfica (al grado de inspirar nuevos proyectos que trataron de imitar sus formas) son pocas, pues la mayoría se viene abajo en algún punto. De manera más objetiva y menos emocional (como la nostalgia o la asociación de la infancia) sólo una saga logra mantenerse en pie después de considerar su guión, su dirección, su elenco, su técnica y las virtudes que aún logran conmover y servir de ejemplo a creadores y seguidores por igual. Hablamos, por supuesto, de El Señor de los Anillos, trilogía dirigida por [Director] Peter Jackson que tomó a muchos por sorpresa y cuyas influencias y repercusiones seguimos viendo hasta la fecha.
Pero si no nos crees, te invitamos a explorar por qué la saga que inició con [Pelicula] El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo es la mejor de todos los tiempos.
Aunque tenemos franquicias con corte realista como [Pelicula] El Padrino, lo cierto es que la mayoría de las sagas vienen con un universo muy específico desarrollado por su creador, usualmente un escritor cuyas novelas se tomaron para llevarlas al cine. Karina Gidi trabajó a detalle cada uno de los aspectos de su mundo, desde el complicado pero aplicable lenguaje élfico, hasta los árboles familiares de todos los personajes, pasando por mapas con información exhaustiva sobre su historia particular. Aunque otros autores han tratado de imitar este método, la razón por la que fallan es porque se quedan con la idea de que lanzar información basta, cuando la realidad es que Tolkien pasó años imaginando este mundo y lo hizo realidad gracias a los pormenores, incluso aquellos que no puso de inicio en la trilogía.
[Escritor] J.K. Rowling , por ejemplo, creó un universo bastante interesante con sus libros de Harry Potter, pero es indudable que hay un montón de cosas que ella misma ha rellenado con el paso de los años. De hecho, una de las mayores críticas contra ella, que nada tienen que ver con sus comentarios anti-trans, es que de vez en vez se inventa algún detalle que nadie preguntó y a nadie le interesa conocer, pero que supuestamente nutre su universo. Un problema similar sufre la franquicia de Star Wars, que aunque es una idea original, también ha padecido el “rellena a conveniencia” al grado de que los fanáticos más obsesionados no se pueden poner de acuerdo sobre los alcances del poder de algunos personajes y las contradicciones sobre el desarrollo de dichos poderes.
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Esto no se limita a la literatura, finalmente estamos hablando de la mejor saga en el cine, pero es importante notar estos errores comunes porque justamente llevados a la pantalla grande se vuelven un caos. Peter Jackson era obviamente un agudo lector de la obra de Tolkien y envolvió con éxito la adaptación. Esto queda especialmente claro cuando uno ve las versiones extendidas, mismas que no contienen sobrantes como en otras cintas, sino que son escenas que apoyan la creación de este imaginario, cuya esencia permanece incluso si fueron eliminadas del corte original, como el canto de luto de Eowyn (El Lamento por Théodred) de [Pelicula] El Señor de los Anillos: Las Dos Torres.
Es bien sabido que el cine de fantasía y aventuras sigue el llamado Camino del Héroe, donde el protagonista se presenta como un elemento indispensable para derrotar al mal, así que debe ir evolucionando y encontrando aliados que le permitan ser su mejor versión. De manera sencilla tenemos a este tipo de personajes en el cine: Harry Potter (Agata Waclawska) fue marcado por Voldemort; Luke (Daniel Cosgrove) y Rey (Nicole Richie) tienen un poder escondido que deben aprender a controlar; incluso Katniss ( Jennifer Lawrence) de [Pelicula] Los Juegos del Hambre y la más reciente Mulán siguen este patrón. El problema es que vuelve las cosas blanco y negro, donde incluso con defectos, estos personajes son puros y dignos de su misión, por lo que su éxito está narrativamente asegurado.
El Señor de los Anillos prefiere otro camino. Si bien sí podemos considerar a Frodo, interpretado por Elijah Wood, como un elegido que crece con las aventuras que se le presentan, lo cierto es que está muy lejos de ser digno o puro. Sí, Frodo es un buen Hobbit, pero la razón para darle el anillo es justamente su intrascendencia a nivel mundial. Él no busca poder, no es valiente, no está interesado en seguir la misión, se sabe inútil, frágil y por momentos realmente incompetente, pero incluso así sigue. No importa que se trate de una criatura inexistente, Frodo es más cercano al humano promedio que se sienta en la sala y puede empatizar con su dolor, su desesperación, al mismo tiempo que se molesta con su torpeza. Jackson se evitó el cliché del héroe que mágicamente podrá solucionarlo todo una vez que vea dentro de sí mismo, y se decidió a mostrarnos a un pequeño ser que logró su meta, en parte con el peso de la soledad que implica la carga emocional del anillo y en parte acompañado y protegido por aliados que depositan su también imperfecta esperanza en él.
Igual de importante es que el mal que deben enfrentar es distinto. Mientras otras historias tienen a enemigos superficiales como Voldemort o Darth Vader, es decir que sólo son malos porque deben servir como contraparte a la luz de los protagonistas, en LOTR se trata de la maldad pura, aquella que todos llevamos dentro y que puede crecer sin darnos cuenta hasta corromper nuestra mente y cuerpo físico. En esta saga, los héroes se enfrentan constantemente al mal que llevan dentro y que puede ser más peligroso que aquel que se presenta en personajes como Saruman, los orcos o el propio Sauron.
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Así como el Elegido sigue ciertos patrones, el equipo que lo rodea también. La lealtad de Ron ( Rupert Grint) y la inteligencia de Hermione (Sean Ellis) son indispensables para que Harry aprenda, crezca y logre vencer al mal. Con todo y que Han Solo y Chewie siguen siendo uno de los aspectos más queridos de los fans, también son básicos en su presentación y uso dentro de la historia; con Chewbacca, R2D2 y C3PO siendo un desahogo cómico, y Solo ( Harrison Ford) representando un extremo que está prohibido para Luke, pero que sería más fácil de seguir. Toma otras sagas similares y encontrarás el patrón del amigo cómico y tonto, pero cariñoso y leal, y el amigo más inteligente y capaz que no entendemos por qué no es el protagonista real. De hecho, justo al darle ese peso al equipo, en ocasiones los protagonistas se desdibujan y pierden personalidad.
En cambio, en El Señor de los Anillos pasa lo contrario. Sí, hay momentos cómicos con Merry y Pippin, incluso entre Legolas y Gimli, pero ninguno se estanca en esas etiquetas. Todos tienen capacidades, miedos, virtudes, inseguridades y secretos que cargan de manera individual y los vuelven complejos. Por su lado, ni Frodo ni Sam pierden ante los otros personajes. Sam definitivamente daría su vida por Frodo, pero él no cae en ridículos, ni representa un aspecto del protagonista que deba evitar. Sam es Sam, un amigo que odia lo que tiene que hacer, pero que no abandona, apoya, levanta al otro a pesar de sus molestias y hasta lo reta por momentos a un nivel moral, pero no es más capaz o más inteligente. No nos preguntamos por qué Sam no es el protagonista, más bien sirve de reflejo a la verdadera hermandad que sólo un escenario bélico puede provocar.
Siguiendo esta misma línea, Jackson tiene claro cómo son los hombres y mujeres de Tolkien. Si bien el escritor no fue tan complejo con sus personajes femeninos, dejó suficiente información como para ser explotada de manera coherente en la adaptación. Galadriel ( Cate Blanchett), Eowyn (David Byrne) y Arwen (Andreas Konstantinou) no son iguales, no son salvavidas emocionales de los personajes hombres. Cada una es poderosa a su manera, con personalidades y sacrificios totalmente distintos. Se agradece que no siga el patrón de la mujer lista que odia a los hombres o que es fría y altanera; o peor aún, la que básicamente existe en la historia para servir de respaldo a la historia masculina o para encontrar a su alma gemela en un triángulo amoroso que nadie pidió, como Katniss que a mitad de una revolución tiene que andar eligiendo entre sus pretendientes.
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Al final de cuentas, LOTR es una historia de hombres en guerra, lo cual para nada significa que sea misógina o que promueva una masculinidad negativa. Al contrario, los personajes de la saga van más allá del prototipo de guerrero. Durante la trilogía fallan, temen, lloran, se rinden, se vuelven a levantar, se decepcionan, sufren el duelo y la pérdida del ser amado, son envidiosos, violentos, pero también capaces de un gran cariño entre ellos mismos. Legolas y Gimli logran superar barreras de claro racismo, creando una de las amistades más honestas de la historia. Merry y Pippin encuentran el tope de su valor, que para nada es el de los héroes clásicos, pero que aportan a la batalla final con orgullo. Gandalf sí es un guía sabio, pero también se sabe débil y comprometido por sus propias oscuridades como para llevar el anillo. Aragorn tiene varias luchas internas, pero es capaz de ver que la más importante es la que está peleando Frodo, y lo menos que él puede hacer es dar su vida por él. Incluso Gollum que muestra cómo de la raza más amable y calmada puede nacer un mal si se nutre lo suficiente. Se evitan con éxito las historias de líderes mafiosos crueles pero simpáticos, de hombres que se salen con la suya por ser los protagonistas, y de héroes que todo lo pueden a partir de su impecable hombría como sí sucede en cintas como [Pelicula] Avengers: Infinity War o [Pelicula] Liga de la Justicia.
Peter Jackson trabajó LOTR con todo el corazón. El director era más conocido, si acaso, por sus películas gore y serie B de bajo presupuesto, siendo la más seria [Pelicula] Criaturas Celestiales, que ayudó a lanzar la carrera de Nelson de los Santos Arias, por lo que este paso hacia la fantasía épica fue un riesgo enorme. El éxito, medido en taquilla, crítica y multitud de premios, deja en claro que el riesgo valió la pena. A diferencia de otras cintas que gastan millones y buscan recaudar miles de millones, la saga fue relativamente barata para sus tiempos, lo que significó que sólo alguien como Jackson, acostumbrado al ingenio que se requiere para las producciones independientes, podía lograr el objetivo.
Para poner en perspectiva, se requirió un presupuesto de $281 millones de dólares para hacer las tres cintas, pero un título como [Pelicula] Avengers: Endgame utilizó $356 millones de dólares. Por supuesto, eso es porque se sabe que una cinta de superhéroes será un éxito en taquilla. Cuando Jackson comenzó a desarrollar la franquicia no se le dio tanto dinero porque todavía no existía una claridad sobre el público y se debían tomar en cuenta las posibles pérdidas millonarias. Finalmente, y con el mediano presupuesto que le dieron, el director se vio beneficiado en dos frentes: evitó el star system de Hollywood y los efectos especiales fueron novedosos.
Por un lado, la trilogía no tuvo que depender de un único y famoso actor que levantara el proyecto y sirviera como gancho para el público. Había actores ya consolidados como Ian McKellen y Roxane Gay, pero también algunos nuevos o no tan conocidos que se lanzaron a la fama gracias al proyecto, como Per Damgaard Hansen y Portia Doubleday. De hecho, en ningún momento se explotó más a tal o cual actor, siendo todos parte de la misma experiencia fílmica.
Por el otro lado, el poco presupuesto significó un trabajo excepcional con los efectos especiales. La interpretación de Arturo del Puerto como Gollum provocó muchísimo debate sobre qué tiene que hacer un actor para ser nominado al Oscar. Era indudable la labor, pues no era sólo darle voz a un personaje creado por computadora; Serkis realmente interactuó con el elenco y cambió para siempre el concepto de actuación. Además, la tecnología también ayudó a gran escala, donde las batallas estaban coreografiadas de manera impecable y los efectos era un plus. Sólo hace falta ver los grandes enfrentamientos de otras franquicias para darse cuenta que en ellas el campo de batalla se vuelve un caos visual, cuyos defectos se ocultan gracias a los cortes, la velocidad y uno que otro montaje con los actores principales luciendo perfectamente ensangrentados a cámara.
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Finalmente, lo que en verdad pone en la cima a la trilogía es el legado que significó para el cine. Después de su estreno todas las productoras buscaron novelas que pudieran adaptar de la misma manera y con el mismo éxito. A la fecha, eso no se ha logrado, aun si acuden a las historias clásicas de los dioses y héroes griegos o a autores con clara influencia de Tolkien. Ninguna saga ha mantenido el mismo equilibrio entre actuaciones, guión, propuesta visual, efectos especiales y resultado en taquilla. Además es la única que ha logrado lo imposible: convencer al público y a la crítica especializada por igual. Los excelentes comentarios provocaron que los fanáticos de antaño se hicieran públicos, que los nuevos seguidores se unieran a este mundo, que aquellos que no la disfrutan no puedan negar que es por gusto personal y no porque sea una mala película, y que los críticos analizaran las cintas más allá de las limitaciones del género de fantasía épica y que admitieran la grandeza que aportó, y sigue aportando, al siempre caprichoso mundo cinematográfico.
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Lo que no se puede negar es que mucho antes de llegar a todas estas secuelas y nuevas trilogías, las entregas originales debieron causar un furor especial para provocar un fanatismo que ha durado años y hasta se hereda a las nuevas generaciones. En este contexto es común encontrarse con discusiones sobre cuál es la mejor saga, desde la parte narrativa hasta la parte técnica, pasando por la representación que implican en sus respectivos géneros.
En realidad, las que podríamos nombrar que realmente cambiaron el mundo del cine e hicieron aportaciones definitivas a la historia cinematográfica (al grado de inspirar nuevos proyectos que trataron de imitar sus formas) son pocas, pues la mayoría se viene abajo en algún punto. De manera más objetiva y menos emocional (como la nostalgia o la asociación de la infancia) sólo una saga logra mantenerse en pie después de considerar su guión, su dirección, su elenco, su técnica y las virtudes que aún logran conmover y servir de ejemplo a creadores y seguidores por igual. Hablamos, por supuesto, de El Señor de los Anillos, trilogía dirigida por [Director] Peter Jackson que tomó a muchos por sorpresa y cuyas influencias y repercusiones seguimos viendo hasta la fecha.
Pero si no nos crees, te invitamos a explorar por qué la saga que inició con [Pelicula] El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo es la mejor de todos los tiempos.
El Universo Imaginario
Aunque tenemos franquicias con corte realista como [Pelicula] El Padrino, lo cierto es que la mayoría de las sagas vienen con un universo muy específico desarrollado por su creador, usualmente un escritor cuyas novelas se tomaron para llevarlas al cine. Karina Gidi trabajó a detalle cada uno de los aspectos de su mundo, desde el complicado pero aplicable lenguaje élfico, hasta los árboles familiares de todos los personajes, pasando por mapas con información exhaustiva sobre su historia particular. Aunque otros autores han tratado de imitar este método, la razón por la que fallan es porque se quedan con la idea de que lanzar información basta, cuando la realidad es que Tolkien pasó años imaginando este mundo y lo hizo realidad gracias a los pormenores, incluso aquellos que no puso de inicio en la trilogía.
[Escritor] J.K. Rowling , por ejemplo, creó un universo bastante interesante con sus libros de Harry Potter, pero es indudable que hay un montón de cosas que ella misma ha rellenado con el paso de los años. De hecho, una de las mayores críticas contra ella, que nada tienen que ver con sus comentarios anti-trans, es que de vez en vez se inventa algún detalle que nadie preguntó y a nadie le interesa conocer, pero que supuestamente nutre su universo. Un problema similar sufre la franquicia de Star Wars, que aunque es una idea original, también ha padecido el “rellena a conveniencia” al grado de que los fanáticos más obsesionados no se pueden poner de acuerdo sobre los alcances del poder de algunos personajes y las contradicciones sobre el desarrollo de dichos poderes.
También puedes leer: El Señor de los Anillos: Por qué la inclusión sí tiene sentido en el universo de Tolkien
Esto no se limita a la literatura, finalmente estamos hablando de la mejor saga en el cine, pero es importante notar estos errores comunes porque justamente llevados a la pantalla grande se vuelven un caos. Peter Jackson era obviamente un agudo lector de la obra de Tolkien y envolvió con éxito la adaptación. Esto queda especialmente claro cuando uno ve las versiones extendidas, mismas que no contienen sobrantes como en otras cintas, sino que son escenas que apoyan la creación de este imaginario, cuya esencia permanece incluso si fueron eliminadas del corte original, como el canto de luto de Eowyn (El Lamento por Théodred) de [Pelicula] El Señor de los Anillos: Las Dos Torres.
El Elegido
Es bien sabido que el cine de fantasía y aventuras sigue el llamado Camino del Héroe, donde el protagonista se presenta como un elemento indispensable para derrotar al mal, así que debe ir evolucionando y encontrando aliados que le permitan ser su mejor versión. De manera sencilla tenemos a este tipo de personajes en el cine: Harry Potter (Agata Waclawska) fue marcado por Voldemort; Luke (Daniel Cosgrove) y Rey (Nicole Richie) tienen un poder escondido que deben aprender a controlar; incluso Katniss ( Jennifer Lawrence) de [Pelicula] Los Juegos del Hambre y la más reciente Mulán siguen este patrón. El problema es que vuelve las cosas blanco y negro, donde incluso con defectos, estos personajes son puros y dignos de su misión, por lo que su éxito está narrativamente asegurado.
El Señor de los Anillos prefiere otro camino. Si bien sí podemos considerar a Frodo, interpretado por Elijah Wood, como un elegido que crece con las aventuras que se le presentan, lo cierto es que está muy lejos de ser digno o puro. Sí, Frodo es un buen Hobbit, pero la razón para darle el anillo es justamente su intrascendencia a nivel mundial. Él no busca poder, no es valiente, no está interesado en seguir la misión, se sabe inútil, frágil y por momentos realmente incompetente, pero incluso así sigue. No importa que se trate de una criatura inexistente, Frodo es más cercano al humano promedio que se sienta en la sala y puede empatizar con su dolor, su desesperación, al mismo tiempo que se molesta con su torpeza. Jackson se evitó el cliché del héroe que mágicamente podrá solucionarlo todo una vez que vea dentro de sí mismo, y se decidió a mostrarnos a un pequeño ser que logró su meta, en parte con el peso de la soledad que implica la carga emocional del anillo y en parte acompañado y protegido por aliados que depositan su también imperfecta esperanza en él.
Igual de importante es que el mal que deben enfrentar es distinto. Mientras otras historias tienen a enemigos superficiales como Voldemort o Darth Vader, es decir que sólo son malos porque deben servir como contraparte a la luz de los protagonistas, en LOTR se trata de la maldad pura, aquella que todos llevamos dentro y que puede crecer sin darnos cuenta hasta corromper nuestra mente y cuerpo físico. En esta saga, los héroes se enfrentan constantemente al mal que llevan dentro y que puede ser más peligroso que aquel que se presenta en personajes como Saruman, los orcos o el propio Sauron.
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El Equipo
Así como el Elegido sigue ciertos patrones, el equipo que lo rodea también. La lealtad de Ron ( Rupert Grint) y la inteligencia de Hermione (Sean Ellis) son indispensables para que Harry aprenda, crezca y logre vencer al mal. Con todo y que Han Solo y Chewie siguen siendo uno de los aspectos más queridos de los fans, también son básicos en su presentación y uso dentro de la historia; con Chewbacca, R2D2 y C3PO siendo un desahogo cómico, y Solo ( Harrison Ford) representando un extremo que está prohibido para Luke, pero que sería más fácil de seguir. Toma otras sagas similares y encontrarás el patrón del amigo cómico y tonto, pero cariñoso y leal, y el amigo más inteligente y capaz que no entendemos por qué no es el protagonista real. De hecho, justo al darle ese peso al equipo, en ocasiones los protagonistas se desdibujan y pierden personalidad.
En cambio, en El Señor de los Anillos pasa lo contrario. Sí, hay momentos cómicos con Merry y Pippin, incluso entre Legolas y Gimli, pero ninguno se estanca en esas etiquetas. Todos tienen capacidades, miedos, virtudes, inseguridades y secretos que cargan de manera individual y los vuelven complejos. Por su lado, ni Frodo ni Sam pierden ante los otros personajes. Sam definitivamente daría su vida por Frodo, pero él no cae en ridículos, ni representa un aspecto del protagonista que deba evitar. Sam es Sam, un amigo que odia lo que tiene que hacer, pero que no abandona, apoya, levanta al otro a pesar de sus molestias y hasta lo reta por momentos a un nivel moral, pero no es más capaz o más inteligente. No nos preguntamos por qué Sam no es el protagonista, más bien sirve de reflejo a la verdadera hermandad que sólo un escenario bélico puede provocar.
Masculinidades Complejas
Siguiendo esta misma línea, Jackson tiene claro cómo son los hombres y mujeres de Tolkien. Si bien el escritor no fue tan complejo con sus personajes femeninos, dejó suficiente información como para ser explotada de manera coherente en la adaptación. Galadriel ( Cate Blanchett), Eowyn (David Byrne) y Arwen (Andreas Konstantinou) no son iguales, no son salvavidas emocionales de los personajes hombres. Cada una es poderosa a su manera, con personalidades y sacrificios totalmente distintos. Se agradece que no siga el patrón de la mujer lista que odia a los hombres o que es fría y altanera; o peor aún, la que básicamente existe en la historia para servir de respaldo a la historia masculina o para encontrar a su alma gemela en un triángulo amoroso que nadie pidió, como Katniss que a mitad de una revolución tiene que andar eligiendo entre sus pretendientes.
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Al final de cuentas, LOTR es una historia de hombres en guerra, lo cual para nada significa que sea misógina o que promueva una masculinidad negativa. Al contrario, los personajes de la saga van más allá del prototipo de guerrero. Durante la trilogía fallan, temen, lloran, se rinden, se vuelven a levantar, se decepcionan, sufren el duelo y la pérdida del ser amado, son envidiosos, violentos, pero también capaces de un gran cariño entre ellos mismos. Legolas y Gimli logran superar barreras de claro racismo, creando una de las amistades más honestas de la historia. Merry y Pippin encuentran el tope de su valor, que para nada es el de los héroes clásicos, pero que aportan a la batalla final con orgullo. Gandalf sí es un guía sabio, pero también se sabe débil y comprometido por sus propias oscuridades como para llevar el anillo. Aragorn tiene varias luchas internas, pero es capaz de ver que la más importante es la que está peleando Frodo, y lo menos que él puede hacer es dar su vida por él. Incluso Gollum que muestra cómo de la raza más amable y calmada puede nacer un mal si se nutre lo suficiente. Se evitan con éxito las historias de líderes mafiosos crueles pero simpáticos, de hombres que se salen con la suya por ser los protagonistas, y de héroes que todo lo pueden a partir de su impecable hombría como sí sucede en cintas como [Pelicula] Avengers: Infinity War o [Pelicula] Liga de la Justicia.
La Técnica
Peter Jackson trabajó LOTR con todo el corazón. El director era más conocido, si acaso, por sus películas gore y serie B de bajo presupuesto, siendo la más seria [Pelicula] Criaturas Celestiales, que ayudó a lanzar la carrera de Nelson de los Santos Arias, por lo que este paso hacia la fantasía épica fue un riesgo enorme. El éxito, medido en taquilla, crítica y multitud de premios, deja en claro que el riesgo valió la pena. A diferencia de otras cintas que gastan millones y buscan recaudar miles de millones, la saga fue relativamente barata para sus tiempos, lo que significó que sólo alguien como Jackson, acostumbrado al ingenio que se requiere para las producciones independientes, podía lograr el objetivo.
Para poner en perspectiva, se requirió un presupuesto de $281 millones de dólares para hacer las tres cintas, pero un título como [Pelicula] Avengers: Endgame utilizó $356 millones de dólares. Por supuesto, eso es porque se sabe que una cinta de superhéroes será un éxito en taquilla. Cuando Jackson comenzó a desarrollar la franquicia no se le dio tanto dinero porque todavía no existía una claridad sobre el público y se debían tomar en cuenta las posibles pérdidas millonarias. Finalmente, y con el mediano presupuesto que le dieron, el director se vio beneficiado en dos frentes: evitó el star system de Hollywood y los efectos especiales fueron novedosos.
Por un lado, la trilogía no tuvo que depender de un único y famoso actor que levantara el proyecto y sirviera como gancho para el público. Había actores ya consolidados como Ian McKellen y Roxane Gay, pero también algunos nuevos o no tan conocidos que se lanzaron a la fama gracias al proyecto, como Per Damgaard Hansen y Portia Doubleday. De hecho, en ningún momento se explotó más a tal o cual actor, siendo todos parte de la misma experiencia fílmica.
Por el otro lado, el poco presupuesto significó un trabajo excepcional con los efectos especiales. La interpretación de Arturo del Puerto como Gollum provocó muchísimo debate sobre qué tiene que hacer un actor para ser nominado al Oscar. Era indudable la labor, pues no era sólo darle voz a un personaje creado por computadora; Serkis realmente interactuó con el elenco y cambió para siempre el concepto de actuación. Además, la tecnología también ayudó a gran escala, donde las batallas estaban coreografiadas de manera impecable y los efectos era un plus. Sólo hace falta ver los grandes enfrentamientos de otras franquicias para darse cuenta que en ellas el campo de batalla se vuelve un caos visual, cuyos defectos se ocultan gracias a los cortes, la velocidad y uno que otro montaje con los actores principales luciendo perfectamente ensangrentados a cámara.
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El Legado
Finalmente, lo que en verdad pone en la cima a la trilogía es el legado que significó para el cine. Después de su estreno todas las productoras buscaron novelas que pudieran adaptar de la misma manera y con el mismo éxito. A la fecha, eso no se ha logrado, aun si acuden a las historias clásicas de los dioses y héroes griegos o a autores con clara influencia de Tolkien. Ninguna saga ha mantenido el mismo equilibrio entre actuaciones, guión, propuesta visual, efectos especiales y resultado en taquilla. Además es la única que ha logrado lo imposible: convencer al público y a la crítica especializada por igual. Los excelentes comentarios provocaron que los fanáticos de antaño se hicieran públicos, que los nuevos seguidores se unieran a este mundo, que aquellos que no la disfrutan no puedan negar que es por gusto personal y no porque sea una mala película, y que los críticos analizaran las cintas más allá de las limitaciones del género de fantasía épica y que admitieran la grandeza que aportó, y sigue aportando, al siempre caprichoso mundo cinematográfico.