RESEÑA | Sundance 2021 | Mass: la brutal herida abierta de un tiroteo masivo
Definitivamente uno de los filmes a los que habrá que seguirle la pista a lo largo del año.
Decir que es muy pronto para comenzar a hablar de la temporada de premios de 2022, cuando ni siquiera se ha podido realizar la de 2021, es poco. No obstante, las primeras reacciones de Mass, debut como director del actor Fran Kranz, ya dan fe de una película que despertará muchas conversaciones y que probablemente sea de las más peleadas, tras su debut en Sundance, entre los distribuidores hambrientos por títulos nuevos.
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Ambientada años después de un tiroteo masivo, Mass sigue a Gail (Martha Plimpton) y Jay (Jason Isaacs), padres de uno de los jóvenes que murieron en el atentado, ellos deciden sentarse a tener una conversación con Richard (Reed Birney) y Linda (Anna Dowd), padres del asesino. Los motivos por los que acceden, todas las partes, a esta reunión no es clara al principio, pero inevitablemente éstos se revelan y comienza una discusión sobre los eventos previos a la tragedia, sus respuestas a los mismos y la forma en la que han lidiado con lo sucedido.
No se dejen espantar por el hecho de que la película es básicamente una conversación de dos horas. Las interpretaciones centrales en Mass son suficientes para mantenerse involucrado con la trama. La tensión que crea el libreto, y sostienen los cuatro protagonistas, es palpable y se acumula con cada intercambio. Los diálogos construyen una especie de laberinto del que, al igual que los personajes, el espectador tratará de encontrar una salida que se antoja sencilla, pero resulta nunca serlo realmente.
Ese es quizá el mejor elemento de la película: su resistencia a otorgar una salida fácil. No sobra decir que los tiroteos en escuelas son uno de los temas más delicados y, por perversas razones, politizados en la discusión pública. El director Kranz, que también es el libretista, claramente hizo un trabajo profundo de investigación y eso se traduce en el debate sobre las implicaciones del control de armas, salud mental, crianza y muchos otros tópicos que cruzan este tipo de tragedias. No obstante, no da respuestas sobre qué pensar, simplemente expone los puntos a través de los personajes. La ambigüedad de su discurso es parecida a la que consigue la magnífica Tenemos que Hablar de Kevin (76%) de Lynne Ramsay.
Por ejemplo, el personaje de Birney, padre del asesino, da la impresión de ser el más frío, el más analítico de los cuatro. Se sabe de memoria datos muy perturbadores sobre la tragedia, expresa con solemnidad sus ideas y emociones. Pero igual se niega a explicar los actos de su hijo desde la sociopatía, razón que propone el otro padre, interpretado por Isaacs, quien adopta más una postura que culpa a la pobre regulación de armas y acceso a salud mental de lo sucedido, pero es rápido en buscar tachar de “desequilibrado” al asesino. Este tipo de contrastes salen a la luz durante toda la conversación.
Probablemente, el único momento en que esta imparcialidad se pone en riesgo es en los momentos finales de la película. No queremos adelantar nada, en especial dado que el filme no llegará a Latinoamérica pronto, pero cabe mencionar que en los últimos minutos, Mass sí guía a uno de los personajes, que incluso al inicio menciona su falta de interés en esto, hacia un camino específico de resolución que se siente como una traición a lo construido durante el desarrollo de la trama. Muy probablemente en respuesta a la propia neutralidad que consigue tan bien y que quizá el director consideró dejaba algo vacío el desenlace.
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Aunque pudiera parecer que no hay méritos técnicos en filmar una conversación, hay que reconocer que Kranz tiene bien medido el pulso de la dinámica entre su elenco. Los planos y la edición permiten ver las reacciones a la plática entre los distintos personajes y logran que fluya la emotividad de los temas discutidos y las reacciones a ellos. Por ejemplo, cómo el personaje de Dowd se encoge de hombros o se cubre la cara cuando uno de los padres de la víctima recuerda algún detalle o hace mención de su hijo. En Mass, el verdadero trabajo del director era ser muy atento a cada uno de los actores durante momentos clave y encontrar formas en las que sus interpretaciones revelaran su sentir en respuesta a la conversación con cualquier tipo de expresiones para poder mejor dibujar las aristas de tal suceso.
Lo verdaderamente especial de Mass es que evita abordar los asesinatos en masa desde lo obvio. En especial dado que no hemos visto tantos filmes, particularmente de Estados Unidos, abordar estas tragedias desde su complejidad. A diferencia de El Atentado del Siglo: Utoya (85%), que se interesa más por reconstruir la atmósfera de un tiroteo, o Bowling for Columbine, documental de Michael Moore que sí intenta argumentar por una respuesta precisa, la película de Kranz se trata sobre la brutal herida abierta que algo así deja en los padres, lo incierto de la búsqueda de respuestas y el duelo de saber vivir con sus consecuencias, así como la impotencia ante el hecho.
Sí, es muy temprano para saber si seguiremos hablando de esta película hasta el Óscar de 2022, pero queda claro que hay mucho de valor en ella y todo es cuestión de quién se atreva a darle una distribución más significativa que le permita invitar al mayor público a esta íntima conversación.
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