RESEÑA | Spider-Man: Sin Camino a Casa | Esta sí es una película del Hombre Araña
Con SpiderMan: No Way Home, Jon Watts y Tom Holland han conseguido dar un cierre por lo alto a su trilogía, igualando en calidad a la trilogía de Capitán América y las dos últimas entregas de Avengers. Es decir: épica, clásica y la más ambiciosa película del Hombre Araña hasta ahora.
En la vida de un héroe hay ciclos que les permiten incorporarse a la narrativa mítica, dándonos esa que dota de un sentido épico a la catábasis de un protagonista. No sólo ciclos: cronologías, hitos, pruebas, retos, cambios abruptos. El punto más álgido para que un héroe denote no necesariamente grandeza, sino trascendencia, es superar la oscuridad más abismada que se le presente para resurgir de entre las tinieblas. Esta es una película de ese tipo: el abismo que faltaba al Hombre Araña de Tom Holland. La trama de Spider-Man: Sin Camino A Casa (92%), dirigida por un certero Jon Watts que ha sabido llevar con temperatura moderada esta trilogía, evidencia en su arranque lo que ya habíamos visto en los tráilers de las festividades pasadas: una necesidad sentida por Peter Parker de invocar amnesia colectiva porque al nene le pesa la fama y teme, posiblemente, por sus seres queridos. Nada nuevo, no hay spoiler.
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Inmediatamente, desde que los logos hacen su entrada en los primeros cinco minutos y los balanceos espectaculares del amigable vecino de la Gran Manzana, se le recuerda a la audiencia cómo terminó Spider-Man: Lejos de Casa (82%) en aquel 2019 tan pre-pandémico, con el beligerante y dramático periodista J. Jonah Jameson (J.K. Simmons) exponiendo la verdadera identidad del superhéroe adolescente, dotándole de una pirueta amarga a la victoria que tuvo frente a Misterio.
Asistimos a una histeria colectiva con todas las implicaciones que esta época conlleva. Unos se compran el cuento de Misterio (Jake Gyllenhaal) y otros apoyan al joven Parker. El mundo se vuelve una pesadilla para todos sus cercanos en ese sentido. Lo sabíamos incluso porque nos lo delatan los tráilers. Así que no se asusten, esto no les arruina la película.
Ahora bien: el escenario está dispuesto para que los críticos, opinólogos, comentaristas y reseñistas sui generis emitan juicios etéreos y sin justificar con barruntos de trama imposibles de atender (porque ahora somos extremadamente sensibles y cualquier detalle es un spoiler). (Gracias por volver progresista algo que no lo necesitaba, cinéfilos, fanáticos marvelianos y productores histéricos.) Sin embargo, la cautela es un lujo que no podemos darnos cuando pretendemos dotar de pruebas sin ligereza a nuestras reflexiones.
Los amables y profesionales relacionistas públicos de Sony Pictures, agregados franquiciantes y franquiciatarios, han procurado prevenir con dedo pedagógico a los periodistas que no revelen los secretos de Spider-Man: Sin Camino A Casa (92%), apelando al profesionalismo y los escrúpulos, anticipo que, SIN AFECTAR las sorpresas y aspavientos detrás de la trama, mucho menos revelar lo que seguramente alguien ya habrá visto en redes sociales, en ocasiones atinaré a simplificar del modo más críptico posible algunos puntos. Espero dejarlos más confundidos y picados que antes respecto a la película y cumplir así con la solicitud por parte de los RPs y, al mismo tiempo, dotar de mínima solidez a mis argumentos.
Comencemos por lo obvio.
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El subterfugio narrativo arranca con las consecuencias de publicar la identidad de Peter Parker. Esto conlleva acoso y violencia que sufren por igual tía May (Marisa Tomei), Happy (Jon Favreau), su amigo Ned (Jacob Batalon) y su novia MJ (Zendaya). En consecuencia, se busca un madafóquer abogado capaz de contener esos ladrillos (guiño, guiño) con singular destreza jurídica. Como esto no basta porque el mitote cobra facturas muy caras para el futuro profesional de MJ y Ned, Parker decide buscar una figura tutelar que le ayude con esta situación: Doctor Strange (Benedict Cumberbatch). Strange lanza un hechizo con el fin de provocar una amnesia selectiva respecto a su identidad, pero la embarra. Se producen muchos espectáculos creados digitalmente y errores humanos. En lugar de borrar la memoria del mundo, Doctor Strange termina accidentalmente provocando un desastre multidimensional.
Ahora avancemos con lo que se sabe y se intuye sin necesidad de ser un genio.
Debido a rupturas en el multiverso a raíz del hechizo mal habido, los personajes de las dos primeras series de Hombre Araña tienen su revival en esta película. Un revoltijo de líneas temporales en conflicto y meta-paradojas delineadas por los guionistas Erik Sommers (autor también de las ideas detrás de Spider-Man: Lejos de Casa (82%)) y Chris McKenna, arrojan a un puñado de villanos de las películas protagonizadas por Tobey Maguire y dirigidas por Sam Raimi, al igual que las estelarizadas por Andrew Garfield.
De esto ya vimos y escuchamos a Willem Dafoe en su traje de Duende Verde y al Doctor Octopus (Alfred Molina), ambos de la trilogía de Raimi. También ya vimos que vuelve Jamie Foxx como Electro en los pósters que circulan en redes sociales y en la calle (puedo mencionarlo sin tapujos), de las películas estelarizadas por Garfield. Y qué bueno que hay un elenco de personajes villanos memorables de las vidas pasadas de Hombre Araña.
Si algo le faltaba al MCU hasta que entra en acción Thanos (Josh Brolin), eran enemigos dignos del recuerdo. El Duende Verde en esta película tendrá un papel tan importante como el Guasón en Batman: El Caballero de La Noche (94%), vindicando las capacidades histriónicas de Dafoe en un antagonista que realmente causó todo tipo de desventuras al Hombre Araña en cómics, series de televisión y películas previas. Este guion y su visión para articular una trama tensa devienen en beneficios para otro personaje mal explotado anteriormente: Electro. Gracias al regreso de estos adversarios, la premisa se ofrece con suficiente bagaje para entender la relación de cada uno con el traje de Spider-Man —y el rostro que esperan ver.
Ahora entremos en los vericuetos de la composición. NO HAY SPOILERS, pero ya se dirán cosas más serias.
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La mayor virtud de esta película es que la emparenta con lo que todas las historias pasadas en todos sus formatos (cómics, pantalla chica y pantalla grande) destacaban: una trama como telaraña que se formaba por acumulación de aventuras aparentemente sencillas y de fácil digestión, hasta que el monstruo del infortunio clavaba sus colmillos en los fans.
El entramado general consiste en un crossover de gran magnitud calculado con gobierno de la forma, calavereando a la Buster Keaton con malabares bien calculados las hipérboles características de una epopeya superheroica. Los efectos son particularmente refinados y con una distancia kilométrica de las dos películas anteriores, cuyos efectos especiales se ven de juguete frente a esta nueva entrega. Sin spoilear nada: el enfrentamiento entre Hombre Araña y Dr. Strange es una de las secuencias más impresionantes de todo el MCU a mi parecer.
Si en las iteraciones anteriores de Hombre Araña la frase “con un gran poder viene una gran responsabilidad” es machacona y en su repetición recuerda a los personajes la ética que los agita, la razón para ponerse el traje y vivir en soledad, en la trilogía de Watts el truco está en ver cómo el personaje aprende esto paulatina y tímidamente hasta que alcanza el momento infausto en que recibe la revelación acompañada de la muerte.
Bajo la tutela de Tony Stark (Robert Downey Jr.) en Spider-Man: De Regreso a Casa (92%), Parker entiende que la inmadurez y el protagonismo no son algo relevante en la vida del héroe, que él tiene que dominar la adversidad solo. Después, ya forzosamente en solitario, con el testamento del sacrificio de su tutor y la herencia de una responsabilidad más allá de su edad en Spider-Man: Lejos de Casa (82%), vemos a un personaje que intenta descubrir qué significa heredar el compromiso de proteger a otros. En esta nueva entrega la desolación obliga al personaje a madurar de golpe.
La pérdida, inherente al superhéroe en sus vidas pasadas o sus iteraciones, finalmente ataca sin mesura. La ferocidad del quebranto es punzante. Pone a Peter Parker de frente al verdadero rostro de la maldad, ahora con la máscara del Duende Verde. Una maldad que se esparce como pandemonio y culmina contagiando de violencia inédita. Y volvemos a escuchar con mucho, pero mucho tormento: “con un gran poder viene una gran responsabilidad”. En el dolor el héroe descubre el abismo. Parker se curte a punta de sufrimiento, dejando su adolescencia atrás.
Como en Avengers: Infinity War (79%) o Avengers: Endgame (95%) hay más melancolía y fuerza en el costo real del terrorismo y la barbarie. Atrás queda el aire autosuficiente y mamón de diálogos pedantes que estropeaban el parentesco de estas historias con las epopeyas clásicas. No hay chistes burdos cuando pasa algo decisivo. Tomei, grande como ella sola, se lleva las palmas en el momento cumbre y corona la maldición del arácnido con una actuación digna de aplauso.
Esta película es una relectura en formato de crossover. Es decir, el crossover, que sirve como cuota para el fanservice y para inferir satisfacción comercial, se vuelve un instrumento analítico del mito del Hombre Araña. Reconfigura nuestra manera de entender su sacrificio, inscribirlo al MCU, ya no subordinado, sino como lo que es: un héroe trágico que ofrenda su felicidad personal para dedicarse a proteger a las personas. Es decir, una verdadera película de Hombre Araña —y, en este sentido, un filme clásico de superhéroes.
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