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RESEÑA | Sundance 2022 | Framing Agnes: restaurando el lugar de las personas trans en la historia

Este nuevo documental ayuda a combatir la opresión que implica ser borrades del discurso histórico oficial.

Una de las ideas erróneas que algunas personas en contra de los derechos de la población trans usan para defender su postura es que su identidad de género es una “moda”, algo que no tiene legitimidad histórica o responde a una tendencia contemporánea o generacional. Esta concepción es precisamente la que busca combatir, entre muchas otras, Framing Agnes, un documental que se pregunta no solamente por cómo vivían los individuos trans a mitad del siglo pasado sino qué tan válido es preguntarse por ellxs y retomar sus experiencias.

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Dirigida por Chase Joynt, Framing Agnes presenta a un grupo de actores trans interpretando a hombres y mujeres de esa identidad de género a partir de transcripciones de conversaciones que tuvieron en la década de los cincuenta con un par de doctores en una clínica sexual. Estas recreaciones adoptan un formato de talk show en la que el director juega el papel del conductor y los intérpretes el de invitados. Todo esto se intercala con una discusión fuera de esa ficción con elles y la historiadora Jules Gil-Peterson sobre la forma en la que la historia ha omitido sus experiencias.

Más allá del valor histórico de haber dado con estos archivos que recuperan las voces de un grupo marginalizado y que por muchos años tuvo que soportar un escrutinio médico brutal, lo verdaderamente enriquecedor de este filme es su discusión respecto al uso que hacemos de la historia como discurso y el precio que los sujetos de los que éste habla pagan por ella. Así como de nuestras intenciones detrás de ese uso.

Probablemente, lo primero que sorprenda de Framing Agnes es su juego con el formato. De manera similar a lo que acaba de hacer Alonso Ruizpalacios en Una película de policías (97%), el documental hace el salto a la ficción para desarmar prejuicios que el espectador puede tener sobre sus personajes. A través de la puesta en escena de un programa de televisión, reconfigura las maneras en las que obtenemos conocimiento sobre la experiencia trans sin que ésta regrese a los estigmas que esta población enfrenta.

Es decir, cuando el director toma las conversaciones que se les hicieron en un claro contexto clínico en el que se les trató como rarezas médicas y las convierte en una entrevista en la que ellos y ellas están al mismo nivel que su interlocutor, elimina el prejuicio de que su existencia responde a un trastorno psicológico. De ahí que el título refiera a volver a enmarcar a Agnes, una de las mujeres trans de las entrevistas que le mintió a los doctores para poder acceder a una operación de afirmación de género. Al hacer esto, permite establecer contacto con elles no como pacientes sino como personas.

Quitando esa configuración medicalizada del camino, es más fácil entablar una discusión sobre la forma en la que experimentaban su día a día con empatía antes que con morbo. El documental aborda sus testimonios sobre sus identidades, la manera en la que entablaron relaciones románticas y su sentir sobre las opciones de cirugía y tratamientos hormonales de esa era y luego pone a los actores y actrices a hacer eco de ellas a partir de sus experiencias más contemporáneas. Este puente entre pasado y presente revela las similitudes y diferencias que los años han hecho por los derechos de las personas trans.

El otro gran valor que Framing Agnes tiene responde a la discusión de presenta sobre el precio de construir la historia. La académica Gil-Peterson, quien es la que lleva esa línea temática en la película, plantea preguntas que cabe hacerse sobre la labor de los historiadores tales como la ética de partir de transcripciones que sirvieron para explotar a estos individuos, la intención de querer dar con ellos y ellas para construir iconos antes que para darles un lugar como seres humanos. También invita a estar consciente de que, tal como los intérpretes en la ficción al interior del documental, siempre cabe la posibilidad de proyectar sobre elles nuestros deseos sobre quienes queremos que sean y el significado que buscamos obtener de sus figuras antes de lo que fueron en realidad.

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Otra de las ideas más interesantes que discute es la de la vulnerabilidad que la visbilidad inflige sobre las personas trans con menor privilegio, ya sea porque no pasan como cisgénero o porque sus condiciones de clase o raza las impiden acceder a una vida digna, ya que ser abiertamente trans lxs pone todavía en más peligro. Esto sale a relucir a propósito de la historia de Georgia, una mujer trans negra, interpretada por Angelica Ross, la cual experimentó el doble estigma de existir como alguien trasngénero, así como una persona de color previo al movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos en Estados Unidos. Es una discusión similar a la que explora el filme Transhood (82%), el cual pueden encontrar en HBO Max y retoma las historias de un grupo de niñes trans a lo largo de unos cuantos años. Entre ellos se encuentra una pequeña que accidentalmente se vuelve una especie de portavoz de este tipo de infancias y empieza a cargar con la presión que eso conlleva para su desarrollo y privacidad.

En ese sentido, Framing Agnes argumenta que al mirar al pasado para recuperar todos estos relatos si bien ayuda a combatir la opresión que implica ser borrados del discurso histórico oficial, la búsqueda implica un escrutinio similar al que se hizo de ellos desde la medicina si se hace sin cuidado. Y de ahí que el documental se preocupe por tomar decisiones formales que les permitan discutir su humanidad y respetarla antes que otra cosa. Esta observación, que es básicamente una restauración cautelosa de la historia trans, o de la identidad trans a lo largo de la historia, es una que se beneficia mucho de que sean elles quienes puedan contar sus propias historias. El filme todavía no tiene distribución.

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