RESEÑA | Peleando por mi vida: la mente es nuestro verdadero ring de batalla
El ganador del Óscar, Barry Levinson, presenta un retrato crudo y conmovedor basado en hechos reales del Holocausto.
Peleando por mi vida (80%) (The Survivor) es una película que realmente ha luchado por sobrevivir en la industria del cine. La película estuvo lista justo cuando inició la pandemia por Covid-19, pero ante esta situación las grandes distribuidoras fueron más selectivas para adquirir nuevo contenido y por lo tanto, no apostaron por esta producción. Por otro lado, diversas plataformas de streaming se negaron a adquirir la cinta ya que en ese momento la consideraron muy deprimente para sus catálogos. Peleando por mi vida (80%), fue dirigida por el ganador del Óscar Barry Levinson, es una biopic acerca de Harry Haft, luchador que sobrevivió al Holocausto. Tras varios retrasos, el filme finalmente se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Toronto de 2021. Ahora este verano llega a las salas cinematográficas de cines mexicanos.
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Basada en hechos reales, la trama se desarrolla después de la Segunda Guerra Mundial y sigue a Harry Haft, un boxeador profesional que es reconocido por ser un sobreviviente de Auschwitz. Nadie sabe cómo sobrevivió a los nazis, hasta que un reportero se le acerca con intenciones de contar su vida y lo interroga al respecto. Harry no está completamente listo para hablar de su experiencia, pero espera que compartir sus vivencias se convierta en una noticia que llegue hasta Leah, su novia de la que fue separado durante la guerra. A través de flashbacks, Harry revela que fue obligado a luchar a muerte contra otros judíos en los campos de concentración, todo con el fin de entretener de forma cruel y despiadada a los policías alemanes. Ganar cada una de estas peleas fue lo que lo mantuvo con vida en Alemania. Cuando el periodista publica la historia, la comunidad de se siente traicionada por Harry y se alejan de él. A pesar de que al boxeador lo atormentan los recuerdos y la culpa, él no desiste en su plan de encontrar a Leah. Busca otra alternativa que le de más visibilidad, por lo que decide prepararse para pelear contra Rocky Marciano, el boxeador más famoso del mundo, bajo la esperanza de que esto haga suficiente ruido para reencontrarse con su gran amor si es que aún sigue con vida.
La historia se cuenta en dos líneas de tiempo a través de una estructura y una narrativa poco convencional. El guion a cargo de Justine Juel Gillmer intenta equilibrar la luz y la oscuridad que emanan de este tipo de historias, hasta cierto punto lo consigue mientras se aleja de los clichés del boxeo y del holocausto para ofrecer una perspectiva distinta a lo que se ve en este tipo de filmes. Aunque el entrenamiento que realiza Haft para enfrentar a Marciano recuerda a las películas de Rocky (92%), esta no es exactamente una cinta deportiva o que intente destacarse por las batallas en el ring de su protagonista. Peleando por mi vida (80%) prioriza el conflicto interno del personaje y el síndrome de estrés postraumático que afecta a un sobreviviente de la guerra.
El guion pudo seguir caminos más comerciales e impactantes, sobre todo al tratarse de una historia de la vida real, sin embargo, aquí se apuesta por demostrar que las peleas más duras de la vida siempre serán contra uno mismo y contra nuestros dilemas morales, que cuesta luchar contra los errores del pasado. Por momentos se agradece ese enfoque que también intenta ser un estudio de personaje a través de la exploración de las complejidades humanas, pero el guion no está exento de fallas, ya que el verdadero objetivo de la película se pierde durante segundo acto, al hacer malabarismos con varios hilos argumentales que confunden acerca de qué historia se quiere contar, al abordar algunos de sus temas más importantes casi de manera superficial y al recurrir a diferentes tonos que dan como resultado una narrativa desigual. A eso se suman una serie de diálogos expositivos y melodramáticos que se convierten en las mayores debilidades de la propuesta.
Los flashbacks, filmados en un poderoso blanco y negro a cámara en mano, son punto y aparte. Durante estas escenas la película se vuelve más difícil de ver, ya que los hechos son brutales y se lanzan varios golpes emocionales a la audiencia. Los ángulos, la composición de la imagen y los movimientos de cámara están seleccionados meticulosamente para potenciar el efecto de la violencia y el horror. En estas secuencias que recuerdan a La Lista de Schindler (96%), es donde radica el poder de la cinta y el director demuestra que ha filmado una de sus mejores películas en mucho tiempo, que esta vez ha dejado el corazón y la pasión en el campo de batalla cinematográfico.
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Los valores de producción son de alto concepto y realmente se nota que se invirtió presupuesto en cada uno de los departamentos. La dirección de arte destaca al recrear con fidelidad los escenarios de ambas épocas y contribuye a darle una estética muy cuidada que te sumerge en las atmósferas escena tras escena. La paleta de colores está perfectamente seleccionada, con colores alusivos a la época de los '40 y en las escenas a blanco y negro se logra mayor dramatismo a partir de una acertada combinación para la escala de grises. Parte del atractivo visual también se logra gracias a la encantadora cinematografía. Los departamentos de maquillaje, vestuario y peinado hacen un trabajo impecable. La música está a cargo de Hans Zimmer y aunque en esta ocasión su partitura es más discreta que la los últimos éxitos taquilleros que ha musicalizado, aquí acompaña perfectamente a las imágenes para hacer de esto algo más conmovedor.
Las actuaciones son fascinantes y cargan con el peso para que funcione como debe esta historia. Peleando por mi vida (80%) cuenta con un Ben Foster que da el mejor desempeño de su carrera, el actor se compromete totalmente con su personaje, sorprende con las transformaciones físicas que tuvo que atravesar para interpretar este rol y además convence con una interpretación llena de matices y vulnerabilidad en los momentos más desgarradores del filme. Danny DeVito destaca entre el elenco secundario, se roba algunas de las escenas con su gracia y astucia.
Finalmente, Peleando por mi vida (80%) demuestra ser un retrato bien elaborado y poderoso, sus imágenes pueden horrorizar y transmitir esperanza al mismo tiempo. Barry Levinson demuestra que sigue en forma para contar cualquier tipo de historia. Al contrario de lo que se esperaba, la película pasó totalmente desapercibida en la pasada temporada de premios cinematográficos, pero eso no demerita las actuaciones y la dirección de primer nivel de este largometraje. Peleando por mi vida (80%) que no sea la película de acción y boxeo que esperas, pero se presenta como una película clásica que ofrece una experiencia convincente y satisfactoria.
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