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La evolución de Barbie: de juguete a icono cultural

La muñeca de Mattel ha sido mucho más que un simple juguete, se ha convertido en una figura de culto, una deidad cultural y un reflejo de cada persona que la admira.

Barbie ha sido una figura icónica en el mundo de los juguetes desde su creación en 1959 por Mattel. Su popularidad ha trascendido generaciones y continúa siendo uno de los juguetes más queridos por niños y niñas en todo el mundo. La muñeca ha evolucionado a lo largo de los años, adaptándose a los cambios y tendencias de la sociedad, convirtiéndose en un símbolo de moda y belleza.

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Es así como esta mitad del fenómeno “Barbenheimer”​, viene a encapsular una gran cantidad de significantes culturales que han formado parte de la leyenda de esta muñeca de larga melena rubia y esbelta figura. A lo largo de su historia, Barbie ha representado diferentes profesiones, culturas y estilos de vida, fomentando la diversidad e inclusión, tal como lo representan en esta película las Barbies de Issa Rae —Barbie presidenta—, Hari Nef —Barbie doctora—, Alexandra Shipp —Barbie escritora—, Emma Mackey —Barbie fisica— o Sharon Rooney —Barbie abogada. Pero más importante aún, Barbie ha inspirado a muchas personas a perseguir sus sueños por medio de la creatividad y la firme determinación de una mujer que todo lo puede.

Más allá de una plana meritocracia, este parece ser el resultado de una combinación de factores que se han ido moldeando con el pasar del tiempo a las necesidades más apremiantes de las mujeres, partiendo de la identidad misma. Una Barbie es todas las Barbies. Es por eso que este juguete, y el movimiento cultural detrás de ella, requiere de una lectura más detenida en torno a todo aquello que representa.

La versión su creación contada por Robin Gerber, Barbie and Ruth, cuenta la historia de Ruth Handler, una mujer visionaria y decidida, quien fundó Mattel en 1945 con el sueño de crear muñecas que reflejaran el mundo real en lugar de solo muñecas bebés. Su deseo era la creación de muñecas con las que las niñas pudieran relacionarse, y así nació la idea de Barbie. La creatividad y el espíritu emprendedor de Ruth la impulsaron a impulsar a su equipo, con lo que Mattel prosperaría enormemente.

Sin embargo, el éxito de Ruth no estuvo exento de desafíos. Enfrentó resistencia dentro de Mattel, especialmente del equipo exclusivamente masculino que inicialmente rechazó la idea de muñecas realistas para adultos. Pero Ruth perseveró y, en 1956, convenció a su equipo para que produjera las muñecas, lo que finalmente condujo a la creación de Barbie.

A medida que crecía la popularidad de Barbie, también lo hacían las controversias que la rodeaban. Algunos críticos argumentaron que las proporciones de Barbie y el énfasis en la apariencia física eran perjudiciales para la autoestima de las niñas. Sin embargo, Ruth rechazó con vehemencia estas críticas, creyendo que Barbie inspiraba a las niñas para soñar en grande y ser quienes quisieran ser.

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Pese a altibajos comerciales y más de un tropiezo, la pasión de Ruth por su trabajo nunca decayó. Continuó siendo una fuerza impulsora en Mattel, asegurando que la empresa se mantuviera a la vanguardia de la innovación. Supervisó el desarrollo de nuevos productos, como Uke-ADoodles y Hot Wheels, que ayudaron a Mattel a mantener su ventaja competitiva.

Sin embargo, finalmente ella renunciaría a su cargo como presidenta en 1973, logrando consolidar un legado en el que mostró al mundo que los sueños pueden convertirse en realidad con innovación y pasión por marcar la diferencia. El viaje de Barbie de un ícono controvertido a un símbolo de empoderamiento es un testimonio de la visión de Ruth y su creencia inquebrantable en el potencial de su creación.

De acuerdo a lo expuesto en el libro Forever Barbie, la crítica cultural M. G. Lord, expresa que Barbie es, por antonomasia, un reflejo de la cultura popular estadounidense. La icónica muñeca creada por Mattel, ocupa un lugar único en la cultura popular del país de las barras y las estrellas de finales del siglo XX. Ha sido un objeto de fascinación para artistas como Andy Warhol y un tema de profunda introspección por parte de académicos y críticos por igual.

La revisión de Arthur C. Danto de la retrospectiva de Warhol en el Museo de Arte Moderno lo llevó a reflexionar sobre las futuras interpretaciones del arte pop cuando sus temas familiares, como las Cajas de Brillo y los rostros famosos de las décadas de los sesenta y setenta, se vuelvan desconocidos para las generaciones futuras.

Esta noción de impermanencia también se extiende a los íconos vivos. Figuras como Valentino, Dietrich, Marilyn Monroe y Elvis, que alguna vez fueron símbolos de atractivo y sex appeal, se han convertido en caricaturas, con sus imágenes glamorosas ahora enredadas con los aspectos más oscuros de sus vidas personales o, en el pero de los casos, como borrones congelados en la historia.

Barbie, sin embargo, tiene una clara ventaja sobre estos íconos, señala Lord, pues permanece eternamente joven y adaptable, inmune a los estragos del tiempo y los cambios culturales. El equipo de diseñadores y vendedores de Mattel la reinventa continuamente, asegurándose de que siga siendo relevante en tiempos de cambio. El atractivo de mercado de Barbie sigue siendo tremendo, tal como lo demuestran los miles de millones de dólares en ventas anuales y la constante demanda mundial de la muñeca —ahora acrecentado por el estreno de su película, Barbie (88%), estelarizada por Margot Robbie y Ryan Gosling.

A medida que Barbie se convirtió en un símbolo de la literatura, el arte y un fenómeno mercadotécnico como pocos, se hizo fundamental analizar cómo se desarrolló y qué podría significar su prevalencia en lo más alto de la audiencia —cintas y series animadas— y de ventas —juguetes y su infinita gama de productos. Si bien es un desafío cuantificar la influencia de Barbie a través de estudios de consumo, sí es posible estudiarla como un reflejo de los valores y actitudes culturales estadounidenses hacia la feminidad. Sus diversas casas, amigos y atuendos brindan información sobre las expectativas, a menudo contradictorias, que la sociedad tiene sobre las mujeres.

El origen de Barbie se remonta a la muñeca "Bild Lilli", un juguete para hombres adultos basado en un personaje de cómic alemán. Ruth Handler, una de las cofundadoras de Mattel, inventó a Barbie y la diseñó como una chica totalmente estadounidense, distinta de la provocativa Lilli. La creación de Handler edificó a la mujer —en ciernes— estadounidense por excelencia, reflejando la obsesión de la clase media por la respetabilidad.

Para muchas propietarias de Barbie de primera generación, la muñeca representó una revelación de independencia y ambición. A diferencia de otras muñecas que se enfocaban en roles domésticos y de crianza, Barbie podía transformarse a sí misma a través de diferentes disfraces, simbolizando una variedad de carreras y posibilidades para las niñas.

Sin embargo, el impacto de esta figura en la vida interior de cada niña varió significativamente, lo que resultó en interpretaciones y proyecciones muy diferentes sobre la muñeca. De alguna manera, con o sin intencionalidad por parte de Mattel, esto también logró emular la condición del “ser mujer” en toda su diversidad y atravesada por cualquier cantidad de contextos socioculturales a lo largo de la historia.

Así, con el transcurso de las décadas, la apariencia física de Barbie fue experimentando cambios como un reflejo de las actitudes sociales hacia la feminidad y la sexualidad. La temprana mirada sumisa de la muñeca se transformó en una expresión más asertiva y progresista durante la revolución sexual. No obstante, a medida que el género y la sexualidad se vuelven temas cada vez más complejos, Barbie sigue siendo un tema de interés y deconstrucción por parte de académicos y feministas por igual.

Contrariamente a la creencia de que las Barbies son simplemente juguetes, pueden actuar como objetos de transición para las infancias. Simbolizando una conexión con la madre y representando el proceso de independizarse, Barbie, como mujer joven, encarna la relación madre-hija y no sólo se limita a estas últimas, porque sí, siempre ha existido niños que disfrutan de jugar con la señorita Roberts.

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Barbie misma es una obra de arte producida en masa, una encarnación de la cultura pop en su máxima expresión, hecha de plástico, es duradera, replicable y de fácil acceso. El plástico, escribió Roland Barthes, "es la idea misma de su transformación infinita; como su nombre cotidiano lo indica, es la ubicuidad hecha visible". También es democrático e inquietantemente común.

Desde la perspectiva de la teoría de la cultura pop, este personaje emerge como un ícono representativo de la industria cultural masiva que impulsa y absorbe la cultura pop, en una suerte de retroalimentación perpetua. En su rol como objeto de deseo y aspiración para niñas y jóvenes, Barbie personifica los valores y normas de la sociedad de consumo. Su imagen de belleza y glamour, cada vez más alejada de promover la idealización de ciertos estándares físicos y sociales, se ha convertido en un discurso universal.

Y es verdad, la figura de la maniquí no está exenta de críticas y debates, especialmente en lo que respecta a su representación de la feminidad a través de un cuerpo delgado y estereotipado. Esto ha sido objeto de constantes cuestionamientos, los cuales argumentan que fomenta y canoniza ideales inalcanzables de belleza y contribuye a la construcción de una imagen corporal negativa en las niñas.

Pero también es cierto que, en cierta medida, se ha prestado atención a las diversas voces han abogado por una mayor diversidad en la representación del cuerpo y la apariencia de Barbie como una forma de contrarrestar los estándares inalcanzables de belleza que promueve. Y quizá su esfuerzo más tangible por alcanzar estos cambios sustanciales en su discurso, sea la misma cinta de Greta Gerwig.

La cultura pop, en la que en estos días Barbie se sienta en el trono, cuenta con la actual tendencia de ser una poderosa herramienta de cambio social y una plataforma para la expresión de ideas que, de una manera u otra, buscan cambiar el mundo. Todas sus expresiones culturales, como la música, el cine y series, llegan a audiencias masivas, lo que amplifica las voces y los mensajes que buscan cuestionar y transformar los paradigmas sociales obsoletos. Barbie es entonces, una diosa pop.

Y es que si la sustancia de Barbie es la esencia misma de mediados del siglo XX hasta nuestro presente, su filosofía es casi tan antigua como la humanidad, y es su forma la que evoca una resonancia mítica en todo tipo de sociedades traspasando barreras culturales. Barbie es un símbolo de fertilidad de nuestra era, La Diosa, a quien se le debe veneración.

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El concepto se refiere a la figura femenina divina, tanto en las culturas antiguas como en la actualidad. En las primeras civilizaciones, como la de las diosas madre y las deidades femeninas asociadas con la fertilidad y la naturaleza, la veneración de la diosa jugaba un papel importante en la espiritualidad y en la comprensión del mundo. mediante rituales, adoraciones y festividades, se le rendía tributo, a menudo desde la clandestinidad, tras la llegada del cristianismo.

En la era moderna, el reconocimiento de la diosa ha experimentado un resurgimiento en diferentes formas. Se ha visto un aumento en la exploración y el estudio de las mitologías y religiones antiguas que rinden culto a la diosa, así como en la creación de movimientos y prácticas espirituales contemporáneas centradas en la conceptualización del poder femenino, desde la mirada del presente. Estas expresiones modernas de la veneración de la diosa buscan equilibrar y honrar la divinidad femenina en un contexto actual, promoviendo la idea de la sacralidad de lo femenino y la liberación de las mujeres de un sistema opresor.

Lord también sugiere que Barbie equivale así a una deidad femenina atemporal y omnipotente. Poseedora de una infinidad de tótems, equiparable a la Venus de Willendorf, la Venus de Milo, Coatlicue, Isis, Cibeles o Kuan Yin. De tal manera que, en el reino de Barbie, un juguete infantil aparentemente inocuo, se encuentra una conexión con símbolos y arquetipos antiguos que tienen profundas raíces culturales y mitológicas.

A primera vista, puede ser difícil vincular a Barbie con los amuletos de fertilidad de la Edad de Piedra, pero la conexión se vuelve evidente cuando uno mira sus pies. Las "Venus" de la Edad de Piedra, incluida la de Willendorf, tenían puntas en los tobillos para mantenerse erguidas, simbolizando a la Gran Madre, una representación del principio femenino de la fecundidad, asociado con la Madre Naturaleza, la Madre Diosa o la Madre Tierra.

Ella sería así una representación contemporánea de un ícono antiguo, que encarna un poder mítico y matriarcal. A lo largo de la historia, las muñecas se han utilizado tanto en prácticas religiosas como para jugar, desdibujando la línea entre lo sagrado y lo mundano. Algunas muñecas, como las "diosas serpientes" de Creta, inicialmente parecen juguetes, pero en realidad eran íconos religiosos.

Ken, por otro lado, encarna una figura masculina disminuida, lo que refleja el papel subordinado en la cosmología de Barbie. Barbie desafía la noción tradicional de la mujer como el "segundo sexo" y representa un paraíso prelapsario, intacto por los puntos de vista masculinos de Génesis.

En el ámbito de los juegos de fantasía, los niños usan a Barbie y Ken para representar historias y relaciones. El juego de los niños implica entrar en sus mundos imaginarios y manipular símbolos para ejercitar su imaginación. Mientras que algunos argumentan que los juguetes refuerzan los estereotipos de género, los niños imaginativos pueden remodelar los roles de sus juguetes para adaptarlos a su creatividad.

Aunque el simbolismo y el significado atribuido a Barbie son complejos y varían de una niña a otra, el atractivo duradero de Barbie trasciende las condicionantes cambiantes de la cultura exponiendo en un color rosa la esencia misma de la feminidad, aún cuando éstos no sean mutuamente vinculantes. El juego infantil con Barbie puede reflejar sus sentimientos y ansiedades sobre las relaciones de la vida real o las expectativas sociales.

Y este “juego” nos trae de nueva cuenta a la efervescente respuesta que propios y extraños han tenido a la nueva película de Barbie Roberts… y Ken. En última instancia, el culto a Barbie como una deidad cultural y como modelo forjador de sociedades enteras, pone en evidencia el impacto poderoso que la cultura pop puede tener en la percepción de uno mismo —particular pero no exclusivamente de las mujeres— y en la sociedad en general, destacando la necesidad de un enfoque más crítico y consciente hacia los mensajes que recibimos y las figuras que admiramos en el panorama cultural.

Barbie es un ícono con gran influencia en la identidad social de las niñas y mujeres de todo el mundo. Según la Teoría de la identidad social, las personas derivan parte de su autoconcepto de los grupos sociales a los que pertenecen, así, Barbie ha poseído la dualidad de representar un ideal de belleza femenina inalcanzable para la mayoría de las mujeres, mientras que también cuenta con una faceta de ha evolucionado para representar una variedad más amplia de identidades, carreras y estilos de vida para las mujeres.

Con una capacidad de reinventarse y adaptarse a las demandas cambiantes de la sociedad que supera a cualquier otro producto cultural contemporáneo, es probable que Barbie continúe siendo una figura querida en la cultura pop durante muchas décadas más. Su influencia en generaciones futuras está asegurada y su legado perdurará como un símbolo de todo lo que es posible dentro de distintos contextos. Barbie sólo está aquí para recordarnos quién es en realidad este juguete.

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