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RESEÑA: Los Indestructibles 4 | Stallone y compañía tocan fondo

Al parecer, ni siquiera Los Indestructibles son tan indestructibles…

Si hay algo que no se le puede recriminar a las secuelas de Los Indestructibles (41%) es que han sido consistentes en una cosa: superarse en ser cada vez más terribles. Pero incluso tomando eso como punto de referencia, nada puede prepararte para el desastre que resulta ser Los Indestructibles 4 (18%), una película hecha para exprimir descaradamente lo último que queda de los huesos de una franquicia que ya dio todo lo que tenía que dar (y eso fue en la primera entrega). Con menos estrellas en su plana protagónica pero la misma cantidad absurda de presupuesto, este capítulo llega bajo el eslogan promocional de “esto no se acaba, hasta que se acaba”, y esperemos que Dios esté escuchando porque Stallone y compañía parecen muertos en vida en una cinta igual de inerte que seguramente se convertirá en el punto más bajo de la carrera de todos los involucrados.

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¿De qué trata Los Indestructibles 4?

La película, dirigida por Scott Waugh (Need For Speed: La Película (22%)) sigue al grupo de mercenarios conocidos como Los Indestructibles mientras se enfrentan a un nuevo desafío. Casi todos los detalles de la trama han permanecido en secreto por una razón, toda la cinta toma forma a partir de un giro sorpresa al final del primer acto que, por obvias razones, no puedo revelar, sin embargo, es justo decir que este acontecimiento termina dividiendo al equipo. Es hasta tiempo después (días, meses, nunca se aclara esta parte) que las dos facciones terminan coincidiendo nuevamente por un objetivo en común, la venganza y evitar la Tercera Guerra Mundial. En el elenco podemos encontrar a Jason Statham, 50 Cent, Megan Fox, Dolph Lundgren, Tony Jaa, Sylvester Stallone, Andy Garcia, Jacob Scipio, Randy Couture, Levy Tran y Iko Uwais.

Es difícil saber por dónde comenzar cuando hay tantas cosas negativas que decir al respecto de este proyecto. Honestamente, creo que una mejor (y más honesta) reseña serían un par de párrafos rellenos de puro “ja ja ja ja”, pero hagamos el intento de diseccionar todo sin ser tan duros con la obra, por más que lo merezca. En primer lugar, una lección que aprendió bien Rápidos y Furiosos con sus interminables secuelas fue: si no vas a innovar o aportar algo nuevo en la franquicia, al menos haz que los procedimientos sean divertidos. Lamentablemente, Los Indestructibles no optó por esa ruta en el pasado y mucho menos ahora, tratando con excesiva seriedad una trama que se prestaba para muchas tonterías explosivas que no tienen nada de credibilidad, pero cómo entretienen en el cine. Lo que tenemos aquí es una nueva aventura que nunca logra justificar su existencia porque todo carece de rumbo, los personajes terminan en el mismo lugar que comenzaron, la historia no altera de ninguna forma el canon y es tan predecible como cabría esperar, no hay consecuencias ni ningún peso dramático por todo lo que ocurrió en las cintas antecesoras, el guion se siente como si se hubiera hecho sobre la marcha y la dirección copia de forma mediocre elementos que hemos visto en otras tarifas de acción mucho mejor hechas y con más corazón.

Imagen de Jason Statham y Sylvester Stallone en Los Indestructibles 4 (Crédito: Lionsgate)

Estoy consciente de que probablemente yo no soy el público al que quiere llegar la película, después de todo la audiencia de Los Indestructibles (41%) está conformada en su mayoría por adultos que lo único que quieren ver es a sus héroes de acción de antaño replicar sus grandes éxitos y comer palomitas mientras desconectan el cerebro por un par de minutos. Y eso no tiene nada de malo, sin embargo, incluso para la gente a la que va dirigida esta producción, esto es una completa grosería, un dedo medio en la cara al espectador que paga una entrada y tiene todo su derecho de exigir más que una historia que ni siquiera llega a estar a media cocción, es puro filete crudo. Si existía la duda sobre si las películas de Los Indestructibles solamente se sostenían por el placer de ver a muchos rostros conocidos, en esta entrega queda confirmado; al contar con un elenco mucho más discreto y pequeño, los defectos saltan a la vista con mayor facilidad, y creo firmemente que todos los actores que decidieron no volver fue porque olieron el caos a una milla de distancia.

La forma en la que está grabada esta secuela es extraña, en las secuencias de acción medio logra defenderse porque todo ocurre a un ritmo tan frenético que apenas y tenemos un instante para apreciar todo lo que se nos está arrojando a cuadro, pero en cualquier otro momento las escenas tienen un acabado como de película hecha para la televisión, y algunos sets como el del bar donde se reúnen todos a echar un trago lucen tan pobres y vaciós que no ayudan a sacudirse de esa sensación. ¿Todos recuerdan la polémica de hace unos meses con respecto a los efectos especiales de The Flash (60%)? Pues aquí tenemos un contricante digno, con muchas secuencias que lucen como si apenas hubieran pasado por el departamento de post-producción, sobretodo en los momentos que se desarrollan a bordo de un avión militar: la pantalla verde es risiblemente notoria, y cuando se nos muestra el vehículo sobrevolando los aires parece un render sacado de un videojuego. Mismo caso con algunas de las explosiones producidas por las tantas granadas que se lanzan a lo largo del filme, algunas lucen decentes, pero otras lucen como si un amateur las hubiera realizado de última hora en sony vegas. Y aunque las batallas están bien coreografiadas, llega un momento en que el exceso de ellas llega a ser verdaderamente agotador, pero como no había mucha historia que contar con algo había que rellenar.

El estilo de Scott Waugh

La dirección de Scott Waugh es, en el mejor de los casos, perezosa. Parece que el director trabajó bajo el lema de “si algo no está roto, no lo arregles” y se conforma con entregar tropo gastado tras tropo gastado sin una idea clara u objetivo en particular, creyendo falsamente que no necesitas tener una trama cuando puedes tener 100 minutos de pura acción sin fastidiar al público. Aunque el ritmo de la película es frenético y solamente da tregua en contadas ocasiones, puedes sentir cada minuto de esas dos horas de metraje que parecen interminables, y el problema reside en que Waugh no logra conseguir un equilibrio tonal que nos proporcione en cantidades justas el drama que exige desarrollarse y los momentos donde la testosterona debe inundar la pantalla. Algunas decisiones de edición también se sienten extrañas, en un momento un personaje está en un sitio y al siguiente corte lo vemos en un extremo opuesto sin importar el sentido o la lógica, como si se hubiera cortado alguna escena en el intermedio. Y la forma en que pasamos de un pasaje al otro se siente extremadamente acelerada, una vez concluye el primer acto ocurren un par de situaciones intrascendentes y de repente ¡boom! ya estamos con los mercenarios en el escenario donde se va a desenvolver la conclusión de la película en un abrir y cerrar de ojos.

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En uno de los capítulos de Bob Esponja, Bob intenta ridiculizar a su amiga Arenita y pregunta en un show de standup, ¿cuántas ardillas se necesitan para encender un bombillo? Pues yo tengo una mejor pregunta, ¿cuántas personas se necesitan para escribir un guion de Los Indestructibles? La respuesta podría sorprenderlos: hay 3 escritores involucrados en este fracaso y tras un par de horas de haber visto el filme, simplemente no logro concebir como puedes fallar tantas notas cuando de antemano ya tienes una fórmula para apoyarte. Al parecer, Kurt Wimmer , Tad Daggerhart y Max Adams piensan que llenar los diálogos de groserías y chistes fálicos que no dan risa son suficientes para compensar las carencias de su narrativa delgada como hoja de papel, pero cuando hemos visto esto 3 veces antes simplemente pierde su gracia. No se les puede pedir demasiado en cuanto a la caracterización de sus personajes supongo, pero todos aquí tienen la profundidad de un chapoteadero en Tepetongo, y nunca conocemos más de estos personajes a pesar de que pasamos dos horas en su compañía. Y el clavo en el ataud es el giro que decidieron colocar al principio de la película, una decisión arriesgada que debo confesar me sorprendió gratamente, pero que luego terminan arruinando cuando se revela al final que… bueno, ustedes ya lo verán.

Para una película donde los protagonistas pasan un tiempo considerable sobre un avión y un buque, es sorprendente como prácticamente todos nevegan por la narrativa en piloto automático, así que hay de dos: o solamente firmaron por el cheque o son malos actores, no hay punto intermedio. Stallone, Couture y Lundgren retoman sus roles característicos con una flojera inusual, donde antes había corazón y entrega ahora hay conformismo y compromiso con hacer el mínimo indispensable, pero debo decir que de los tres Lundgren es el que peor sale parado de aquí, en casi todas las escenas donde aparece se ve distraido y como si no deseara estar ahí, muy parecido a nosotros después de la primera hora del filme. Tanto a Fox como a Levy Tran no les dan mucho material con el que trabajar, simplemente están ahí para cubrir la tarifa de personajes femeninos sexualizados que casi todas las películas de acción tienen en sus nefastas tradiciones. De 50 Cent no hay mucho que decir, tanto su personaje como su interpretación son rígidos como una moneda de 50 centavos. Y el villano de Iko Uwais, una completa caricatura. Los únicos que se notan divertidos en sus papeles son Statham y Tony Jaa, pero lamentablemente desentonan con los demás por no entrar en su sintonía de mediocridad.

Finalmente, el cine está muerto y Los Indestructibles 4 (18%) lo mató. Con casi ningún elemento redimible a su favor, el excesivo cuarto capítulo nos da una masterclass de como arruinar una franquicia sin tanto esfuerzo, porque ni siquiera a eso le echaron ganas. Al parecer, ni siquiera Los Indestructibles son tan indestructibles.

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