RESEÑA | Juega o Muere… de aburrimiento
La cinta falla en crear un ambiente aterrador o personajes cuyas historias puedan interesar a la audiencia lo suficiente como para comprometerse con una premisa tan vacía
A pesar de su mala reputación como género menor, la construcción del terror no es nada simple, y aunque pueda conquistar a buena parte del público con sustos momentáneos y violencia explícita, no es lo único que puede o debe ofrecer, pero si su única meta va por ahí, al menos debe hacer el esfuerzo de entregar algo que cumpla a nivel superficial. Juega o Muere (31%) es uno de esos ejemplos donde todo sale mal porque la premisa misma no tiene mayor profundidad y no existe ningún interés por reparar el daño o al menos aprovechar las migajas para ofrecer algo medianamente entretenido.
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¿De qué trata ‘Juega o Muere’?
La película nos cuenta la historia de los Fletcher, tres hermanos que viven en Salem y no pueden esperar para abandonar la ciudad. Su padre los ha abandonado, su madre trabaja todo el tiempo y el único adulto que tienen cerca es un bueno para nada que se la pasa drogándose en la cochera y que sirve como ejemplo de lo que podría ser su futuro si no encuentran la manera de dejar ese mundo atrás. Natalia Dyer, más conocida por Stranger Things (96%), interpreta a Billie, una chica que está preparando los últimos detalles para mudarse con su novio para comenzar una nueva vida lejos de su familia. Asa Butterfield, reconocido por su rol en Sex Education (91%), da vida a Marcus, quien parece estar destinado a seguir los pasos de su inútil tío porque no tiene muchas capacidades ni interés por desarrollar alguna, pero cuenta con un gran corazón que busca proteger a su hermano menor, Jonah, interpretado por Benjamin Evan Ainsworth, quien es el que lleva los problemas a casa.
Sin razón o justificación alguna, la primera vez que vemos a Jonah es evidente que el niño está siendo guiado arbitrariamente por una voz que lo lleva a una cabaña donde encuentra un cuchillo con una inscripción extraña y el diario de quien parece ser una bruja, o al menos una mujer acusada de serlo. Como todo niño de su edad, el chico desobedece a su hermano mayor, quien le dice que es mejor dejar las cosas intactas porque no conocen su origen, y decide llevarse el cuchillo a casa. Siendo ya una tradición en el género, el pequeño leerá la inscripción y terminará poseído por un ente que quiere jugar su propia versión violenta de ciertos juegos infantiles clásicos.
‘Juega o Muere’ no ofrece mucho ni para los menos exigentes
La cinta, que a duras penas supera la hora de duración, trata de abarcar mucho en poco tiempo y con nula ambición, lo que da como resultado una premisa vacía, actuaciones limitadas y un trabajo de edición bastante pobre y cuestionable. De inicio, el situar la historia en Salem es una excusa para poner la historia de una bruja de fondo, pero la forma de asimilar ese pasado tan trágico y complicado de Estados Unidos es realmente pobre. Para empezar, Ari Costa, Eren Celeboglu (también directores de la película) y J.J. Braider, guionistas de Juega o Muere, no parecen interesados en estudiar lo mínimo de historia, pues parte importante de la trama es la asociación de las brujas con la hoguera y el fuego, algo que no sucedió en Salem, donde las mujeres, hombres y niños acusados de brujería que fueron condenados a muerte no tuvieron este destino que sí era más conocido en las persecuciones europeas.
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Por otro lado, las reglas del juego y el ente que posee a una persona para comenzar la diversión no tienen mucho sentido y no se aprovechan en lo absoluto. Este tipo de idea, donde un juego macabro es el comienzo de algo aterrador, no es para nada nuevo y suele ir de la mano de historias de descuido y despreocupación juvenil, como ya se ha visto en títulos como Verdad o Reto (23%), Un Juego Sin Reglas: Nerve (65%), Escape Room: Sin Salida (50%), Would You Rather (57%) y hasta Boda Sangrienta (96%) (aunque aquí no son adolescentes), y que tan sólo este año ya se apreció de manera muy original en Háblame (96%) y de forma muy torpe en El Exorcista: Creyentes (20%). Aquí las cosas no son diferentes, pero pareciera que los creadores saben bien que tienen un cliché entre manos y en vez de tratar de darle la vuelta, o al menos justificarlo de alguna forma, asumen que el espectador, o es muy corto de mente, o simplemente se encuentra en la sala para los sustos y nada más… y no es como que eso les salga bien.
Recurriendo a los clásicos ruidos estridentes, los cambios de luz supuestamente inesperados, los juegos de sombras más simplones y los cortes a gritos sin sentido, Juega o Muere espera asustar a la audiencia con lo mínimo, y llega un punto en el que esto, además de ser insufrible, también es ofensivo, pues por mucho que el público menos exigente esté dispuesto a aceptar lo mínimo, los creadores son incapaces de superar su mediocridad a nivel narrativo y su falta de esfuerzo es notoria. La ambientación claramente debería ser asfixiante, pero no lo es en lo absoluto, una prueba de que la parte técnica de fotografía puede salvar o ayudar a derrumbar una película de terror. Por otro lado, la edición no le hace ningún favor a la historia, pues no permite un mejor desarrollo de personajes, algo que pretenden tomarse con seriedad, pero que al final parece ser su mayor obstáculo, pues buscan seguir los pasos de las nuevas tendencias del género sin tomarse la molestia de analizar por qué se volvieron una necesidad narrativa para muchos creadores en los últimos años.
Los personajes, además de vacíos y poco interesantes, no están bien estructurados, y eso queda dolorosamente claro desde el inicio que abre mostrándonos el final de la historia con una narración de fondo que trata de arreglar fallas de origen que debieron repararse desde la escritura del guion. En muchos sentidos, la cinta parece estar filmada a partir de un primer borrador donde lo único que queda claro es la idea de fondo que para los creadores sonaba lo suficientemente interesante como para insistir en un largometraje que debía, sí o sí, contar con cierto tipo de personajes. Aunque las narraciones y la voz en off no son siempre un desastre, aquí sí que lo son, pues explican cómo se sienten los protagonistas en vez de dejarlos desenvolverse por sí mismos en la pantalla, dejando poco o nada por explorar.
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El miedo al abandono que siente Jonah no impulsa en lo absoluto la trama, como tampoco lo hace la constante actitud de sacrificio de Marcus como hermano mayor, puntos que parecen dejar en claro que su relación es la más importante en la película, pero esto se deja de lado para poner a Billie como narradora y eje principal. El resto de los personajes, desde el tío que no sirve como figura de autoridad hasta el novio hipócrita, existen única y exclusivamente para tener más víctimas en pantalla, por lo que el espectador quedará indiferente ante sus respectivos destinos.
Este mismo problema de personaje se arrastra hasta el ente mismo que es el villano de la historia. Se supone que el espíritu sigue ciertas reglas para cumplir con su deseo de venganza, y aunque se hace mucho énfasis en los ritos y las normas, los guionistas las olvidan rápidamente cuando se presenta el primer obstáculo narrativo que presenta a personajes que no formaron parte del círculo inicial, pero que ahora sirven como carne de cañón porque hay que llenar veinte minutos de la película.
Casi todas las cintas de terror tendrán un punto en su historia en la que el espectador se preguntará por qué los protagonistas no van con la policía o corren muy lejos para escapar. Un buen guion sirve para darle la vuelta a esto de tal forma que el público se olvide de esa cuestión porque está comprometido con lo que ve en pantalla, pero en el caso de Juega o Muere (31%) eso es imposible de lograr. Uno cuestiona cada decisión de los personajes con cada nueva escena lo que convierte a esta cinta tan corta en una experiencia bastante aburrida y peculiarmente tediosa que no aporta nada al género y llega en un contexto en el que los espectadores, incluso los más accesibles, no se dejan encantar por cualquier cosa y saben exigir algo más hasta en el terror más mediocre.
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