Se antoja ya un lugar común y hasta trillado hablar del narco en Latinoamérica, de la eterna y torpe “guerra” contra las drogas. Décadas de combate, incuantificables recursos económicos y humanos destinados a frenar algo que no tiene freno, y que es empujado por el combustible de la corrupción, de la apatía, y de la descomposición social. El narco es parte de la vida de millones de personas en este continente, y en nuestro país, directa o indirectamente. Es inevitable que el cine y la televisión absorban todos los múltiples relatos que pueden surgir de esta industria, porque más que una mera actividad económica es un estilo de vida, que despierta por igual curiosidad, asombro, y si, admiración.
Por supuesto el cine y televisión de otras latitudes no son ajenos a contar historias de narcotráfico. Ahí está el cine policiaco italiano de los setenta, que respiraba las cruentas batallas reales entre sicilianos, calabreses y miembros de la Camorra napolitana; con un héroe como Maurizio Merli, armado hasta los dientes y dispuesto a todo. En Hong Kong el cine de triadas se volvió más grande que la vida misma con el heroic bloodshed de John Woo y Ringo Lam. En Japón, desde Kinji Fukasaku pasando por Takashi Miike existe toda una tradición de historias de yakuzas desalmados, y otros tantos con códigos de honor, chocando por el control del archipiélago asiático.
Las narcoseries en streaming
El contexto en el que se han desarrollado las historias de ficción del narco y crimen organizado en nuestro país y continente es más peculiar. De entrada juega el factor social, porque mientras que en otros países el crimen conlleva un estigma social importante, en México y alrededores se le considera un acto de valor, de transgresión, acompañado del glamour de los excesos de grandes jefes del narco. Después de todo, es difícil trazar la línea cuando autoridades y narco por igual viven en opulencia total, a costillas del trabajo o sufrimiento de otros. El compás moral lleva décadas descompuesto, y para muchos espectadores el narco podrá ser muchas cosas, pero este no miente. Se presenta tal como es, y esa autenticidad despierta una atracción inevitable a la hora de narrar estas historias. Ya sea un corrido, una novela, o una serie.
La efervescencia de series y cintas en cuanto al tema no es sorpresa, aunque la calidad de las mismas sin duda está sujeta a debate. Por supuesto, esto no es precisamente nuevo, desde hace años el narco es una gran veta argumental en el cine mexicano. La ninguneada industria del video home se ha nutrido de innumerables casos reales, y a la fecha aún sigue siendo rentable, a pesar de la competencia de servicios de streaming. La sofisticación podrá no estar presente, pero sí una naturaleza brutalmente honesta que las ofertas de mayor alcurnia no abordan, ya sea por timidez, o incluso por miedo a represalias.
La línea que separa la reflexión de la mera explotación se puede volver nebulosa, donde empieza una y termina la otra es a veces difícil de precisar. Una historia sobre narco tibia sonaría falsa para cualquiera que vive en estos terrenos donde la ilegalidad se hace presente. Por algo como Narcos de Netflix, que cuenta en su equipo creativo al director y protagonista de las aclamadas cintas brasileñas de Tropa de Élite - 53%, existe un Tierra de Nadie (Sicario), que aún contando con un reparto de actores consumados de Hollywood, y un director favorito entre los críticos, adolecía de un guión pobremente desarrollado, lleno de artificios, motivaciones incongruentes, y situaciones que se antojaban improbables.
Por un lado tenemos también la aproximación cauterizada, pero a la vez visceral, de un Heli - 61% o Miss Bala - 87%. Sin embargo, ambas cintas operan más a nivel del público de festivales, sobre todo el caso de la primera. Pareciera que lo que nos está faltando es algo que logre clavarse en medio, que rompa la balanza narrativa y no arrastre el sabor procesado de una serie de alto presupuesto, pero tampoco el aire pesado de una cinta “de arte” hecha para un público muy específico y que sólo termina alienando a los demás.
La fascinación por el tema resuena de norte a sur, y la oferta de estos productos de entretenimiento difícilmente se agotará mientras los titulares noticiosos sigan superando con creces a la ficción. Este espejo hacia las sociedades que todos hemos ayudado, de un modo u otro, a crear y a la vez a destruir, tocan varias fibras. Este México violento, esta Latinoamérica a mano armada, aún tiene mucha tela que cortar, muchos guiones que escribir, y muchas almas a las cuales darles reposo. Si no es posible por medio de la justicia, quizá se logre por medio de una ficción bien trabajada, pulida, y sobre todo, honesta.
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