Hablar del cine mexicano actual implica abordar distintas disyuntivas, así como toparse con ciertos argumentos rebuscados y lugares comunes. Cierto es que no todo el cine es Martha Higareda y sus remakes de cintas extranjeras, tampoco todo son píldoras para dormir que sólo gustan a los críticos de festival. De igual manera, la frase “es que hay que apoyar lo hecho en México” es sumamente hueca y como argumento no da para mucho. Parece apelar más a un sentimiento de lastima por el cine nacional que a una verdadera simpatía por su existencia. Definitivamente sí es posible producir cine de calidad en nuestro país, un ejemplo reciente es el documental Bellas de Noche - 95%, que logró contar la historia de cinco mujeres que fueron pieza clave en la vida nocturna y del entretenimiento del pasado, con la sensibilidad adecuada.
Lo que es una realidad es que el cine hecho en México y para consumo local aún sufre de varios males. El principal, salvo contadas excepciones, es una desconexión con el público al que va dirigido. El primer paso para resolver un problema es reconocer que se tiene uno y es necesario abordar de frente estos dilemas si se pretende realmente convertir en una potencia fílmica a nuestro país.
“La culpa es de otros”
Comencemos con uno de los eternos males que plagan la mentalidad del mexicano: culpar a otros por sus fallos y errores. Es la historia de toda la vida en nuestro país, decir que estamos mal por culpa de Estados Unidos, de los políticos, de esto y aquello. La capacidad de autocrítica es vital para cualquiera que emprende un proyecto, una cualidad que pareciera estar ausente en un sector considerable de la comunidad artística.
Cuando se trata de encontrar el coco del cine mexicano y del por que fracasa en taquilla los candidatos no faltan: las distribuidoras, culpar algún éxito de taquilla protagonizado por Eugenio Derbez o el cine de superhéroes de Hollywood. Este último descrito por Alejandro González Iñárritu como un “genocidio cultural” y vehículo para propaganda de derecha (porque la propaganda de izquierda al parecer es de naturaleza benigna) y eventualmente no faltarán quienes culpen al público de ser malinchista por no querer ver cine mexicano, la vieja confiable.
Que la distribución de cine en México es en exceso dispareja es una realidad que nadie puede negar. Que el marketing favorece a los blockbusters y hace a un lado propuestas interesantes de perfil diverso, eso es un hecho que se repite cada fin de semana en las carteleras. Bien podría existir en nuestro país algo como lo que se implementó en Corea del Sur en su momento, una cuota de exhibición donde las autoridades exigían a los cines mostrar cierto número de cintas coreanas.
Sin embargo, las autoridades ya apoyan al cine local con fondos, que surgen de nuestros impuestos. Un hecho del que difícilmente veremos a algún director quejarse, todo lo contrario.
Por otro lado, crucificar a los cines por irse con apuestas seguras tampoco nos lleva muy lejos. Quizás, solo quizás, la cruda realidad que varios insisten en ignorar es que el cine mexicano aún carece de propuestas que convoquen a un mayor publico, de un abanico de opciones que otras industrias sí ofrecen. Entre las comedias insulsas de clase medieros con crisis de los 30 y las aburridas y pretenciosas, que podrán llenarse de premios europeos pero difícilmente llenan una sala de cine, pareciera que no existe algo en medio de estos extremos. Lo cual nos lleva al siguiente punto.
Subestimar al público
Con el eco del punto anterior, hay que recalcar que la oferta de propuestas fílmicas en nuestro país sigue siendo paupérrima gracias a lo limitada que se encuentra la visión de productores y realizadores. Como se dijo al principio del texto, ni todo el cine mexicano son remakes de cintas extranjeras conMartha Higareda ni tampoco son sólo aburridas y pretenciosas hechas por gente que quiere ser un Andrei Tarkovsky región 4. Toda película, incluso la más infame o de calidad cuestionable, tiene su razón de ser y existir. Sin embargo, una industria que sólo sabe ofrecer dos sabores difícilmente llegara muy lejos. Vivimos en una de las eras de entretenimiento más saturadas en la historia de la humanidad, el público cuenta con un gran número de opciones al alcance de la mano. Directores, guionistas y productores se tienen que exigir más a si mismos si esperan poder competir contra Netflix, Blim, youtubers, videojuegos y un largo etcétera de opciones.
Es aquí donde el siempre ninguneado cine de género podría entrar al quite, otro que no sean comedias mediocres. Por ahí han surgido algunos esfuerzos por hacer cine de terror, con resultados mixtos. El cine de acción y de suspenso son géneros que siguen sin lograr solidificarse en nuestras pantallas. Si otras industrias del mundo pueden hacer sus thrillers y crear joyas de culto, con el 1% del presupuesto que usaría una cinta de Hollywood, acá no tenemos excusas ni pretextos para no poder competir en esos rubros.
El “Méjico majico” y el ausente cine de denuncia
Por un lado tenemos un lugar común y rebuscado como lo que son las historias que tienen que ver con el México rural y de provincia. Un México que aparece bajo una óptica torpemente glorificada como una especie de utopía mágica llena de misticismo. Por otro lado está el México sumido en la narcoviolencia e impunidad. Muy de la mano va uno con el otro y es ahí donde el cine de crítica y denuncia social debería entrar. Sin embargo, la existencia de este en nuestro país es prácticamente nula a pesar de todos los conflictos que padecemos como sociedad. Están por ahí casos aislados como Presunto Culpable, pero incluso algo que presumía ser una cinta contestataria como La Dictadura Perfecta - 80% se queda en un esfuerzo tibio y débil. Tanto el México de provincia como la necesaria crítica a nuestro sistema e instituciones deben existir sin artificios que las vuelvan baratijas de novedad. Un compromiso real para retratar estas realidades que vivimos a diario tiene que existir tarde o temprano.
“Entre más mugroso más sabroso”
Una película como la reciente El Placer es Mío - 60% es una lección de cómo no se debe usar la sexualidad como recurso narrativo. Esta intención de buscar una naturalidad que se pretende también transgresora en cuanto al sexo en pantalla se refiere se antoja ya un anacronismo. Ya nadie se espanta con una cinta que se pavonea de ser muy “abierta” o “liberal”. Es un capricho de varios directores, que es lo que sucede en el caso de la mencionada y su insistencia en mostrar a sus personajes penetrándose y masturbándose con enjundia cada cinco minutos. El esfuerzo en realizar este tipo de escenas pudo haberse implementado en trabajar una historia que no va a ninguna parte. Las escenas de cama no pueden ni deben ser el reemplazo del desarrollo de personajes, un elemento de guion esencial que en El Placer es Mío nunca hace acto de presencia... lo cual nos conduce al último punto.
Guiones
Varios de los síntomas que aquejan a nuestro cine tienen un punto de partida en común: no hay guionistas en México. Si acaso los hay definitivamente no se encuentran en la industria del cine. Nos preciamos de tener directores, actores y directores de fotografía que ya están en Hollywood, pero seguimos sin producir guionistas de calidad. De nada sirve tener todo el talento en otras áreas si la base de lo que será una película no existe. Ni el mejor actor o director puede salvar una película sin guion y por ende sin brújula.
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