La era Meiji se le conoce como el periodo histórico en Japón que abarcó de 1868 a 1912. Esta era significó el fin del sistema feudal en el archipiélago y con ello el inicio del proceso de modernización y apertura a occidente. Japón había pasado aproximadamente tres siglos en completo aislamiento. La nación asiática deseaba ponerse al tanto a nivel tecnológico y cultural con el resto del mundo, para lo cual inició un rápido proceso de modernización que avanzó a pasos agigantados.
La transición de poder fue turbulenta y realmente comenzaría a consolidarse hasta finales de dicho periodo e inicios del siguiente. La era Taisho comenzó en 1912, poco después del fallecimiento del emperador Meiji. La llegada de influencias occidentales aumentó y entre estas nuevas corrientes artísticas los primeros cortos de animación arribarían a las costas niponas alrededor de 1915. Para 1917 diferentes artistas locales ya trabajaban en sus propios cortos animados.
Es difícil poder rastrear buena parte de estos primeros trabajos de animación, su extravío y desaparición se dio a causa de desastres y guerras. Entre el terremoto de la región de Kanto de 1923, que destruyó ciudades como Tokyo y Yokohama, sumado a los estragos que causarían los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, se considera que buena parte del pasado fílmico de Japón desapareció de forma permanente.
La década de los veinte es lo más cerca que podemos estar de esos ejemplos primigenios de animación japonesa. Si bien las primeras obras contenían una obvia influencia occidental en el estilo de los trazos, las historias que Japón empezaba a contar en sus cortometrajes eran cercanas a sus leyendas y tradiciones. Un ejemplo de esto es el corto de 1929 Kobu-Tori, un cuento sobre un leñador que se ve inesperadamente rodeado por seres fantásticos en forma de aves conocidos como Tengu..
Mientras que Kobu-Tori muestra un diseño de personajes más cercano al Ukiyo-e y otros estilos tradicionales japoneses de dibujo, un corto como Oira no Yaku de 1931 evidencia que ya desde estas etapas tan tempranas los animadores nipones eran capaces de manejar diferentes presentaciones. La historia de un partido de beisbol entre conejos y tanukis, mapaches oriundos de Japón, se desenvuelve en un estilo pulido y caricaturesco. Hay que recordar también que todo este cine silente era narrado en vivo por personas conocidas como benshis. El hermano mayor de Akira Kurosawa fue uno de estos y ante la llegada del cine sonoro él y otros benshis se quitaron la vida al ver su fuente de trabajo desaparecer de un día a otro.
Para el inicio de la era Showa y con el creciente expansionismo militar japonés en el resto de Asia, el tono de varios de estos cortos comenzó a cambiar drásticamente. Incluso previo al inicio de la Segunda Guerra Mundial las autoridades japonesas ya tenían la maquinaria propagandística bien aceitada. Prueba de ello es este corto animado de 1936, donde una isla habitada por distintos seres es invadida por ratas, en una clara alusión al ratón de la casa Disney. Japón se veía así mismo no sólo como la nación más avanzada de Asia, sino también como auto nombrado defensor del continente contra la invasión estadounidense.
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