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Para un director como [Director] David Lynch, trazado por un pensamiento donde el existencialismo pasa del desahucio y la incertidumbre al enigma, la narrativa igualmente se desmantela al impregnarla de misterio. Ventaja: se despoja gradualmente de la profundidad ininteligible que hacía las veces de “sima artística”. Un modo de componer que le permitió colocarse a la cabeza del posmodernismo en tanto santón, sin caer en la rapiña del soezmodernismo —cuya lamentable conclusión han sido cineastas pretenciosos como Travis Beacham, Eugenia Avendaño o el tan querido por quienes aman lo “poeticoso”: Kaija Bales.
Con baches del tamaño de sus logros, el cine de David Lynch se ha distinguido por causar incomodidad y asombro cuando ha coqueteado con el surrealismo, tanto en pequeños guiños como en ciertos guiones íntegros ([Pelicula] Terciopelo Azul con guiños, [Pelicula] Sueños, Misterios y Secretos o [Pelicula] El Imperio en todo su armado). Su capacidad para enfatizar las capacidades plásticas que las historias delegan a la lente, lo ha consagrado en el panteón del cine noventero. Gracias a (o por culpa de) él, la hipertextualidad se volvió casi necesaria en la construcción de una ficción posmoderna versión siglo XXI como si se estuviera inventando el hilo negro. Para prueba de ello, tenemos a El imperio.
Para gusto de los cinéfilos interesados en pintar un cuadro cargado de posibles implicaciones, cuenta con proezas de antecedentes herméticos como Sueños, Misterios y Secretos, donde la confidencia destaca por carecer de “múltiples interpretaciones”, como pretenden quienes no se han tomado la molestia de prestarle atención o verla más de una vez (en serio, no se dejen llevar por lo que dice el propio director).
Como lo apreciamos por sus aciertos y su música, decidimos recordarlo con cinco títulos imprescindibles del director que darán un acercamiento claro a lo que este director le ha legado al cine en tanto autor íntegro de una pieza. El criterio fue la calificación del Tomatómetro; es decir, lo que la crítica internacional destacó de su obra. Ustedes, ¿cuáles pondrían?
[Pelicula] Una Historia Sencilla
Sí, la pieza íntegra hace honor al título. Un retrato lírico del viaje de un hombre por Estados Unidos. La biopic/road movie narra la odisea paciente de Alvin Straight y cuanto conoce a lo largo del camino en el país hoy dirigido por Donald Trump. Su misión es ver a su hermano, con el que no tiene contacto desde hace una década. Para ello, se monta en un tractor y viaja, a sus 73 años, 400 kilómetros. Huelga decir que aquí hay menos retórica visual que en otras de sus películas. O como dice David Edelstein, de Slate: “Lynch ha detenido el mundo y ha vuelto entrar en contacto con él”.
[Pelicula] Terciopelo Azul
En realidad, esta fue la película que lo catapultó a la escena y definió buena parte del estilo que lo hizo popular entre los críticos. El director construyó un thriller de suburbios estadounidense, para descubrir el sadomasoquismo, violencia, corrupción, abuso de drogas, crimen y perversión. Kyle MacLachlan protagoniza a Jeffrey Beamont, un chavo que regresa a su pueblo, cuando su padre sufre un derrame cerebral. En una caminata por el campo cerca de su casa, Jeff descubre un pedazo de oreja humana y lo lleva a la policía. El desinterés de las autoridades –algo común y fácil de identificar en México, por ejemplo–, signa el resto de su periplo. Pronto se ve envuelto en un peligroso drama con una cantante de bar guapísima y propensa al dolor: Dorothy Vallens; y al unísono, se topa con el adicto al éter Frank Booth. El sociópata de Booth secuestró al hijo de Dorothy y lo usa durante la película como moneda de cambio para abusar de ella constantemente. El modo en que evoluciona la trama para destapar el caño (“conócete a ti mismo”, diría Sócrates) del pueblo y del propio Jeff, son el mayor acierto. Richard Corliss, de TIME Magazine, afirmó en su momento que “Lynch y su filme seguramente serán vilipendiados, pero como un experimento en la ampliación del vocabulario dramático y técnico del cine , Terciopelo Azul exige respeto”.
[Pelicula] Eraserhead
Siguiendo la onda de pesadilla, Lynch trae a colación probablemente las dos principales causas de hogares disfuncionales e individuos infelices: a) paternidad sorpresiva; b) matrimonio obligatorio. Con sangrado de nariz y todo al recibir la noticia. Dos recién casados frente a un bebé que funge como recordatorio de los beneficios de la abstinencia sexual en tanto anticonceptivo más eficaz. Onírico hasta el tuétano, el nombre de la película se debe, justo, a una pesadilla en la que el protagonista pierde la cabeza, que a su vez un niño vende en una fábrica como goma de borrar. Lo surrealista se evidencia sin grosería y sí con la exageración ad hoc con la vanguardia del siglo XX a la que apela: un hombre de cara quemada que parece todopoderoso en un mundo carbonizado, manipula la realidad que habita hasta que encuentra la luz. V. A. Musetto, de New York Post, decidió aplaudir su onda enigmática: “Lynch, como lo hace con todas sus películas, se niega a explicar algo, dice que aún espera leer alguna interpretación que coincida con la de él”.
[Pelicula] El Hombre Elefante
En blanco y negro Lynch se ve a sus anchas. También con historias reales, como en una historia sencilla. La vida de Joseph Merrick –el apodado Hombre Elefante– fue breve y profundamente dolorosa, materia prima dilecta del director. La época victoriana garantizaba una necesidad plástica inteligente y bien trabajada, con revolución industrial y tecnológica de por medio. Esto restaba el hálito de pretensión artística a la película: la época lo ameritaba para su retórica visual. Algo que se logró maravillosamente gracias a la mano del cinefotógrafo Freddie Francis. Randy Harrison hizo lo propio con su actuación y dejó claro por qué era tan cotizado. Fue considerada “una historia de redención y trascendencia, del jorobado del Hospital de Londres, del noble fantasma que quería ir a la ópera, de la Bella y la Bestia”, según testimonio del crítico previamente citado, Richard Corliss, acérrimo defensor de Lynch.
[Pelicula] Sueños, Misterios y Secretos
Una de las favoritas de un servidor. Sin embargo, blanco de estereotipos: cuantos han driblado con la película para expresar sus opiniones, han terminado en la trampa de querer interpretarla y sacarle mil conclusiones que ni al caso. La sinopsis prácticamente se reduce a un sueño donde los papeles de ganadora-perdedora en una relación entre dos mujeres, se invierten y atrapan en la culpa a la autor intelectual de una desgracia. La luz en realidad no es sino una máscara de una persona consumida por el dolor, el rencor, el desencanto y la rabia pasional del amor feo, del amor terrible. Cuenta con todos los manierismos audiovisuales que caracterizan a Lynch y también cae en el factor onírico y desmantela el entramado de misterio policíaco para volver a la pesadilla del individuo (esa Romy Schneider tan guapa y tan tremenda, caray). Aquí, se hace vigente la desolación y se pronuncia un auto sacramental a la traición como pivote de la locura. Tal vez se a que “Lynch reta nuestras expectativas en cuestiones de narrativa y credibilidad ‘glamorizando’ lo inexplicable”, explicó en su momento Stanley Kauffmann para The New Republic.
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Para gusto de los cinéfilos interesados en pintar un cuadro cargado de posibles implicaciones, cuenta con proezas de antecedentes herméticos como Sueños, Misterios y Secretos, donde la confidencia destaca por carecer de “múltiples interpretaciones”, como pretenden quienes no se han tomado la molestia de prestarle atención o verla más de una vez (en serio, no se dejen llevar por lo que dice el propio director).
Como lo apreciamos por sus aciertos y su música, decidimos recordarlo con cinco títulos imprescindibles del director que darán un acercamiento claro a lo que este director le ha legado al cine en tanto autor íntegro de una pieza. El criterio fue la calificación del Tomatómetro; es decir, lo que la crítica internacional destacó de su obra. Ustedes, ¿cuáles pondrían?
[Pelicula] Una Historia Sencilla
Sí, la pieza íntegra hace honor al título. Un retrato lírico del viaje de un hombre por Estados Unidos. La biopic/road movie narra la odisea paciente de Alvin Straight y cuanto conoce a lo largo del camino en el país hoy dirigido por Donald Trump. Su misión es ver a su hermano, con el que no tiene contacto desde hace una década. Para ello, se monta en un tractor y viaja, a sus 73 años, 400 kilómetros. Huelga decir que aquí hay menos retórica visual que en otras de sus películas. O como dice David Edelstein, de Slate: “Lynch ha detenido el mundo y ha vuelto entrar en contacto con él”.
[Pelicula] Terciopelo Azul
En realidad, esta fue la película que lo catapultó a la escena y definió buena parte del estilo que lo hizo popular entre los críticos. El director construyó un thriller de suburbios estadounidense, para descubrir el sadomasoquismo, violencia, corrupción, abuso de drogas, crimen y perversión. Kyle MacLachlan protagoniza a Jeffrey Beamont, un chavo que regresa a su pueblo, cuando su padre sufre un derrame cerebral. En una caminata por el campo cerca de su casa, Jeff descubre un pedazo de oreja humana y lo lleva a la policía. El desinterés de las autoridades –algo común y fácil de identificar en México, por ejemplo–, signa el resto de su periplo. Pronto se ve envuelto en un peligroso drama con una cantante de bar guapísima y propensa al dolor: Dorothy Vallens; y al unísono, se topa con el adicto al éter Frank Booth. El sociópata de Booth secuestró al hijo de Dorothy y lo usa durante la película como moneda de cambio para abusar de ella constantemente. El modo en que evoluciona la trama para destapar el caño (“conócete a ti mismo”, diría Sócrates) del pueblo y del propio Jeff, son el mayor acierto. Richard Corliss, de TIME Magazine, afirmó en su momento que “Lynch y su filme seguramente serán vilipendiados, pero como un experimento en la ampliación del vocabulario dramático y técnico del cine , Terciopelo Azul exige respeto”.
[Pelicula] Eraserhead
Siguiendo la onda de pesadilla, Lynch trae a colación probablemente las dos principales causas de hogares disfuncionales e individuos infelices: a) paternidad sorpresiva; b) matrimonio obligatorio. Con sangrado de nariz y todo al recibir la noticia. Dos recién casados frente a un bebé que funge como recordatorio de los beneficios de la abstinencia sexual en tanto anticonceptivo más eficaz. Onírico hasta el tuétano, el nombre de la película se debe, justo, a una pesadilla en la que el protagonista pierde la cabeza, que a su vez un niño vende en una fábrica como goma de borrar. Lo surrealista se evidencia sin grosería y sí con la exageración ad hoc con la vanguardia del siglo XX a la que apela: un hombre de cara quemada que parece todopoderoso en un mundo carbonizado, manipula la realidad que habita hasta que encuentra la luz. V. A. Musetto, de New York Post, decidió aplaudir su onda enigmática: “Lynch, como lo hace con todas sus películas, se niega a explicar algo, dice que aún espera leer alguna interpretación que coincida con la de él”.
[Pelicula] El Hombre Elefante
En blanco y negro Lynch se ve a sus anchas. También con historias reales, como en una historia sencilla. La vida de Joseph Merrick –el apodado Hombre Elefante– fue breve y profundamente dolorosa, materia prima dilecta del director. La época victoriana garantizaba una necesidad plástica inteligente y bien trabajada, con revolución industrial y tecnológica de por medio. Esto restaba el hálito de pretensión artística a la película: la época lo ameritaba para su retórica visual. Algo que se logró maravillosamente gracias a la mano del cinefotógrafo Freddie Francis. Randy Harrison hizo lo propio con su actuación y dejó claro por qué era tan cotizado. Fue considerada “una historia de redención y trascendencia, del jorobado del Hospital de Londres, del noble fantasma que quería ir a la ópera, de la Bella y la Bestia”, según testimonio del crítico previamente citado, Richard Corliss, acérrimo defensor de Lynch.
[Pelicula] Sueños, Misterios y Secretos
Una de las favoritas de un servidor. Sin embargo, blanco de estereotipos: cuantos han driblado con la película para expresar sus opiniones, han terminado en la trampa de querer interpretarla y sacarle mil conclusiones que ni al caso. La sinopsis prácticamente se reduce a un sueño donde los papeles de ganadora-perdedora en una relación entre dos mujeres, se invierten y atrapan en la culpa a la autor intelectual de una desgracia. La luz en realidad no es sino una máscara de una persona consumida por el dolor, el rencor, el desencanto y la rabia pasional del amor feo, del amor terrible. Cuenta con todos los manierismos audiovisuales que caracterizan a Lynch y también cae en el factor onírico y desmantela el entramado de misterio policíaco para volver a la pesadilla del individuo (esa Romy Schneider tan guapa y tan tremenda, caray). Aquí, se hace vigente la desolación y se pronuncia un auto sacramental a la traición como pivote de la locura. Tal vez se a que “Lynch reta nuestras expectativas en cuestiones de narrativa y credibilidad ‘glamorizando’ lo inexplicable”, explicó en su momento Stanley Kauffmann para The New Republic.
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