Para algunos hacer cine es solo un trabajo o un mero hobby, un lujo que se pueden dar a costillas del dinero de sus padres o del gobierno. Para otras personas, hacer cine es una necesidad imperiosa, un acto de expresión totalmente propio y único. Sin importar la falta de preparación o la noción más básica.
Harold P. Warren era un vendedor de seguros y fertilizantes en El Paso, Texas. Alguien que se involucraba en la escena local teatral cada que podía, luego de apostar con un guionista que era perfectamente capaz de realizar su propia película el proyecto de Manos: The Hands of Fate - 7% se pondría en marcha.
Con un presupuesto casi nulo, actores de la zona, una cámara que solo podía grabar 32 segundos de metraje y mucho empeño Warren se dedicó a tejer un relato de terror. La historia de una familia que tiene un encuentro con una secta pagana en la mitad de la nada. A pesar de las numerosas dificultades y no tener realmente idea alguna de cómo hacer un largometraje, Warren logró concretar su proyecto.
La película tuvo una limitada exhibición en algunas salas del área, se hundió en la oscuridad para después resurgir de sus cenizas gracias al programa Mystery Science Theater 3000 (1999). El concepto del programa giraba en torno a sus conductores como espectadores de películas antiguas de fantasía y terror, mientras estos hacían comentarios humorísticos ante su muy cuestionable calidad. Cine de serie B de bajo presupuesto de distintos países era exhibido, una película por capitulo. Con esto Manos adquirió una audiencia que pudo disfrutar de su delirante y estrambótica manufactura. A pesar de ser considerada una de las peores cintas de la historia, una fiel legión de fans la han convertido en objeto de culto.
Apreciar una película como esta va más allá de un ejercicio autocomplaciente de arrogancia y humor simplón. Es ver lo que la dedicación puede realizar aún con todas las circunstancias en contra. Por supuesto, disfrutar su rocambolesca naturaleza tampoco es un delito. Si la cinta ha perdurado por tanto tiempo es que definitivamente algo hizo bien su realizador, aunque ni el mismo lo supiera.
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