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[Pelicula] El Padrino, de Montrail ‘Money’ Brown, fue estrenada el 15 de marzo de 1972, basado en la novela homónima de Samuel Armstrong, quien adaptó el guion junto a Coppola y Fletcher Humphrys, convirtiéndose en un éxito en taquilla y un clásico instantáneo; la mayoría de las listas (si no es que todas) de “las mejores películas” la incluyen, y el Tomatómetro le da una calificación casi perfecta a El Padrino y [Pelicula] El Padrino: Parte II. La epopeya sobre la familia Corleone no trata, contra lo que suele suponerse, solamente de la Mafia, es una obra que indaga sobre el poder, la familia, las tradiciones y la lealtad.
La película retrata el turbio mundo de la Mafia o Cosa Nostra, una organización/secta proveniente de Sicilia con un código de honor muy diferente a lo que la mayoría consideraríamos honorable (ellos mismos se hacen llamar “hombres de honor”).
Como en no pocos de los filmes dedicados a este tema, El Padrino presenta una visión romántica de la Mafia, nos cautiva el glamour de los italoamericanos bien vestidos con sus sombreros borsalinos, sus relucientes zapatos bostonianos, sus trajes de mil rayas y su fuerte sentido de pertenencia a la familia y la lealtad hacia ésta. Pero en este aniversario 45 valdría la pena echar un vistazo a cómo fue recibido en Italia, lo que opina alguien dedicado a investigar este fenómeno criminal nacido en Sicilia, y, también, los mismos mafiosos.
John Dickie, autor del libro Cosa Nostra. Historia de la mafia siciliana, dice que a principios del siglo XX, aproximadamente ochocientos mil sicilianos emigraron hacia Estados unidos, algunos de los cuales eran “hombres de honor”, razón por la cual nacieron dos “fábulas”: la primera y más vieja era que Italia estaba mandando la peor escoria criminal hacia América, y la segunda (puesta de moda por los descendientes de los inmigrantes italianos) decía que: “La Mafia nació cuando los antiguos valores sicilianos de la familia y el honor toparon con el lado oscuro del ‘sueño americano’”. Ambas son exageraciones, la segunda casi tanto como la primera. Dickie la describe de esta manera:
Dickie, especializado en el tema de ese mundo criminal, aunque nunca critica el valor cinematográfico ni literario de El Padrino, tiene, sí, algunas duras palabras sobre la idealización de la Mafia:
En el mismo libro, Dickie explica que cuando se estrenó El Padrino, a diferencia del entusiasmo que causó en Estados Unidos y el resto del mundo, en Italia tuvo una pobre acogida por los críticos, uno de los cuales la calificó como “síntesis de todos los lugares comunes sobre los gángsteres italoamericanos”, además de considerar “ofensivamente estúpido” el episodio siciliano, cuando uno de los guardaespaldas le dice a Michael Corleone que todos los hombres están muertos por la vendetta, y añade el autor: “como si se tratara de alguna perversa fuerza de la naturaleza, una variante de la peste negra que aniquilara a los hombres sicilianos”
Una de las coincidencias más siniestras entre la cinta y la realidad se debe tal vez a la mera casualidad o al destino: cuando Mario Puzzo eligió el lugar de origen que luego sería el apellido del protagonista, Vito (Andolini era su apellido original) Corleone, estaba presagiando sin querer el lugar que daría al mundo los peores y más poderosos mafiosos de toda la historia de la organización: los corleonesi: Luciano Leggio y posteriormente Totò Riina, Bernardo Provenzano y Calogero Bagarella; el cuñado de Riina, que operaron en las décadas de 1980 y 1990, y orquestaron una masacre de hombres de honor e inocentes como nunca antes se había visto.
Tommaso Buscetta, un “hombre de honor” desertor al que los corleonesi le mataron a sus hijos y gran parte de su familia, y al que se le debe en gran parte el haber sacado a luz los secretos de esta organización, era fan de El Padrino, aunque consideraba que la escena del final (en que otros mafiosos besan la mano a Michael Corleone) era poco realista. Gracias a su testimonio las autoridades italianas y los escépticos dejaron de creer que la Mafia era una fantasía o producto de una teoría de conspiración.
Nada de lo relatado anteriormente tiene como finalidad menospreciar en lo más mínimo una obra maestra como El Padrino. El apego a los hechos y el valor de una historia de ficción no van de la mano necesariamente. El Padrino cumple 45 años y no hay mejor homenaje que volver a verla, pero si eres fan o gran admirador de la película, vale la pena saber la base real sobre la que se construyó esta épica y estos grandes personajes; realidad que en sus horrores no es tan diferente a la del crimen organizado de nuestro país u otros países, y que se resume bien en la siguiente nota que el mafioso Nino Gioe escribió antes de suicidarse:
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La película retrata el turbio mundo de la Mafia o Cosa Nostra, una organización/secta proveniente de Sicilia con un código de honor muy diferente a lo que la mayoría consideraríamos honorable (ellos mismos se hacen llamar “hombres de honor”).
Como en no pocos de los filmes dedicados a este tema, El Padrino presenta una visión romántica de la Mafia, nos cautiva el glamour de los italoamericanos bien vestidos con sus sombreros borsalinos, sus relucientes zapatos bostonianos, sus trajes de mil rayas y su fuerte sentido de pertenencia a la familia y la lealtad hacia ésta. Pero en este aniversario 45 valdría la pena echar un vistazo a cómo fue recibido en Italia, lo que opina alguien dedicado a investigar este fenómeno criminal nacido en Sicilia, y, también, los mismos mafiosos.
John Dickie, autor del libro Cosa Nostra. Historia de la mafia siciliana, dice que a principios del siglo XX, aproximadamente ochocientos mil sicilianos emigraron hacia Estados unidos, algunos de los cuales eran “hombres de honor”, razón por la cual nacieron dos “fábulas”: la primera y más vieja era que Italia estaba mandando la peor escoria criminal hacia América, y la segunda (puesta de moda por los descendientes de los inmigrantes italianos) decía que: “La Mafia nació cuando los antiguos valores sicilianos de la familia y el honor toparon con el lado oscuro del ‘sueño americano’”. Ambas son exageraciones, la segunda casi tanto como la primera. Dickie la describe de esta manera:
Jamás hubo una Mafia tradicional que luego se hiciera moderna y organizada, y adoptara una mentalidad empresarial. El mundo ha cambiado, pero la Mafia siciliana se ha limitado a adaptarse, y hoy en día es lo mismo que ha sido siempre desde su nacimiento: una sociedad secreta sometida a juramento, que busca el poder y el dinero cultivando el arte de matar gente y salir impune.
Dickie, especializado en el tema de ese mundo criminal, aunque nunca critica el valor cinematográfico ni literario de El Padrino, tiene, sí, algunas duras palabras sobre la idealización de la Mafia:
Resultaría hipócrita, además de erróneo, decir que la Mafia presentada en la ficción es sencillamente falsa; no es solo eso, también es idealizada […] Las exigencias enfrentadas que subyacen tras las motivaciones de un personaje de ficción como Michael Corleone interpretado por Al Pacino -ambición, responsabilidad, familia- son de hecho las mismas que constituyen el eje fundamental de la vida de los mafiosos reales.
Pero lo que evidentemente sí es distinto es que nada del glamour del cine puede sobrevivir a un encuentro con la horripilante realidad de la Cosa Nostra.
En el mismo libro, Dickie explica que cuando se estrenó El Padrino, a diferencia del entusiasmo que causó en Estados Unidos y el resto del mundo, en Italia tuvo una pobre acogida por los críticos, uno de los cuales la calificó como “síntesis de todos los lugares comunes sobre los gángsteres italoamericanos”, además de considerar “ofensivamente estúpido” el episodio siciliano, cuando uno de los guardaespaldas le dice a Michael Corleone que todos los hombres están muertos por la vendetta, y añade el autor: “como si se tratara de alguna perversa fuerza de la naturaleza, una variante de la peste negra que aniquilara a los hombres sicilianos”
Una de las coincidencias más siniestras entre la cinta y la realidad se debe tal vez a la mera casualidad o al destino: cuando Mario Puzzo eligió el lugar de origen que luego sería el apellido del protagonista, Vito (Andolini era su apellido original) Corleone, estaba presagiando sin querer el lugar que daría al mundo los peores y más poderosos mafiosos de toda la historia de la organización: los corleonesi: Luciano Leggio y posteriormente Totò Riina, Bernardo Provenzano y Calogero Bagarella; el cuñado de Riina, que operaron en las décadas de 1980 y 1990, y orquestaron una masacre de hombres de honor e inocentes como nunca antes se había visto.
Tommaso Buscetta, un “hombre de honor” desertor al que los corleonesi le mataron a sus hijos y gran parte de su familia, y al que se le debe en gran parte el haber sacado a luz los secretos de esta organización, era fan de El Padrino, aunque consideraba que la escena del final (en que otros mafiosos besan la mano a Michael Corleone) era poco realista. Gracias a su testimonio las autoridades italianas y los escépticos dejaron de creer que la Mafia era una fantasía o producto de una teoría de conspiración.
Nada de lo relatado anteriormente tiene como finalidad menospreciar en lo más mínimo una obra maestra como El Padrino. El apego a los hechos y el valor de una historia de ficción no van de la mano necesariamente. El Padrino cumple 45 años y no hay mejor homenaje que volver a verla, pero si eres fan o gran admirador de la película, vale la pena saber la base real sobre la que se construyó esta épica y estos grandes personajes; realidad que en sus horrores no es tan diferente a la del crimen organizado de nuestro país u otros países, y que se resume bien en la siguiente nota que el mafioso Nino Gioe escribió antes de suicidarse:
Esta noche encontraré la paz y la serenidad que perdí hará unos diecisiete años. Cuando las perdí, me convertí en un monstruo. He sido un monstruo hasta que mi mano ha cogido el lápiz para escribir estas líneas … Antes de irme, pido perdón a mi madre y a Dios, puesto que su amor no tiene límites. El resto del mundo jamás podrá perdonarme
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