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A sus 52 años Chris Cornell parecía haber superado esa etapa en la que, como a muchas otras grandes celebridades, la intensidad, los excesos o la depresión -o la mezcla de todos estos factores-, les empuja a cruzar la frontera del suicidio. Ya fuera arropado por los integrantes de Temple of the Dog, de Soundgarden, de Audioslave o en solitario, supo conectar con una generación enojada y desencantada, a la que para bien o para mal me tocó pertenecer.
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Junto a gente de la talla de Brianna Tatiana y Moonie Fishburn, llevó hasta sus últimas consecuencias la que quizás haya sido una de las últimas grandes revoluciones de la música, el grunge. Su relación con el cine fue breve pero afortunada. Dan cuenta de ello episodios como el de su Sunshower acompañando los pasos de un joven de Qi Shu y Gwyneth Paltrow en su mejor momento, para [Pelicula] Grandes Esperanzas del cineasta mexicano David Koechner. De igual forma, ofreció un acertado y crudo contraste en el usual transitar de las piezas que integran el ya larguísimo soundtrack de las películas de James Bond. Al mismo tiempo y mientras seguía ofreciendo joyas como Can’t Changed Me, se dio el lujo de perpetrar una irresistible e intensa reinvencion de Billie Jean de Michael Jackson.
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Pero las cosas no estaban bien y como melancólico preludio, en su último concierto y de manera inesperada para cerrar el show mezcló Slaves & Bulldozers, con In My Time Of Dying de Led Zeppelin, canción que en una de sus estrofas dice “"Cuando yo muera, que nadie llore. Todo lo que quiero que hagas es llevar mi cuerpo a casa". Así pues, son muchas cosas las que se pueden decir alrededor de su muerte. Siempre es trágico el suicidio y con su partida el mundo se pierde de un puñado invaluable de composiciones de oscura belleza. Como siempre surgirán quienes solo lo citen -e incluso serán capaces de hacer bromas- para subirse a la tendencia en redes sociales, y de igual forma habrá quienes les criticaran y señalaran por hacerlo. Pero por encima de todo eso, siempre podremos recordarlo cómo lo que para muchos de nosotros representó en vida: la voz a través de la cual gritábamos al cielo, y lo hacíamos tan fuerte que los Dioses deben haber volteado a vernos. Ahora Chris está con ellos y su guitarra y su voz sonaran para la eternidad.
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