Pese a los números de producción, a la rica historia fílmica de nuestro país y al gran gusto del público local por ir al cine (cuarto lugar de asistencia a nivel mundial) el cine mexicano aún batalla para respirar en la cartelera nacional. Fuera de comedias románticas con las estrellas del momento, cualquier otra cinta hecha en México tiene que luchar para siquiera llegar a la cartelera y ahí cruzar los dedos para no dar el semanazo. Muchos gustan culpar a Hollywood y su oferta fílmica pero lo cierto es que la de nuestras fronteras aún carece de mayor variedad de historias, entre otros elementos, que hacen muy difícil que pueda competir con el cine de otras naciones.

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Su servidor ya ha tratado el tema en el pasado, es uno que da para mucha tela que cortar. Una de las tantas aristas a resaltar es una bastante irónica: el poder de convocatoria de públicos del cine de “propuesta” o “autor” o “arte” en la escena nacional es inversamente proporcional a su recibimiento en festivales europeos. Los premios llegan pero las audiencias brillan por su ausencia en nuestro país, salvo los recintos de cine alternativo de costumbre, los cuales apenas si equivalen a una minúscula fracción del total de cines locales.

¿El público mexicano no sabe de cine y los europeos si? ¿Los europeos son unos pretenciosos "conquistadores que premian películas de correteadas"? Ni una ni la otra, cada mercado y área tiene sus propios criterios y gustos. Sin embargo, hay que tener los pies en la tierra al tratar estas cuestiones. Así como es bastante ridículo y deleznable evaluar a una película por la personalidad del director, creer que los premios son sinónimo absoluto de calidad es vivir en un engaño total. Como también lo mencionara en breve introducción a la apreciación cinematográfica, se debe juzgar a una cinta por lo que es y no por el ruido que otros hagan alrededor de ésta, que si bien puede decir algo de su impacto no dice mucho sobre sus cualidades o defectos fílmicos.



Los premios y reconocimientos no son algo reprobable, pero son sumamente efímeros. [Director] Michel Franco, director de [Pelicula] Las Hijas de Abril la cual ganara un reconocimiento en el reciente Festival de Cannes, lo dijo bastante claro: no tiene sentido hacer películas para festivales. Irónicamente, el logro obtenido por su última cinta pone en evidencia lo cuestionables que son estos reconocimientos. Franco tiene un estilo visual propio ya muy formado y eso es algo totalmente respetable, pero para el relato que pretende contar con Las hijas de Abril se necesitaba un tratamiento más empático y que tuviera sus debidos matices. Franco en cambio opta por la aproximación más impersonal y estéril posible, todo esto enmarcado en un guión que jamás se molesta en desarrollar a sus personajes y sus motivaciones.

El inesperado embarazo de una joven desencadena el regreso de una madre ausente a la vida de la primera y su hermana. Abril, una bella dama española, regresa a petición de una de sus hijas, para apoyar a la que está por traer una nueva vida al mundo. El acontecimiento no es del agrado de las familias de la pareja y eventualmente una decisión drástica se tomará con respecto a la infanta. Sin embargo, Abril tiene su propia agenda y será de ello en lo que se enfocará el grueso de la cinta.

Si la estética empleada por Franco se puede excusar como una decisión estilística no así se puede disculpar a un guión que simplifica a sus personajes hasta volverlos meras marionetas. Mientras la crueldad de las acciones de Abril crece más inverosímil es la historia, al grado que es difícil tomar en serio lo que vemos en pantalla. Los seres humanos somos seres complicados y complejos y caricaturizar los dilemas que nos aquejan puede ser peligroso, más si una historia busca una aproximación seria y consciente de la condición humana. El crítico Alonso Díaz de la Vega apunta acertadamente todos estos problemas en su texto:

Los personajes de ficción no deberían ser solamente repulsivos, de la misma manera que en la realidad toda persona es algo más que repulsiva. Franco, en un intento de convertirse en el heredero mexicano de Michael Haneke, los reduce a esos adjetivos y los condena. Al negarnos la complejidad del ser humano el director afirma la dureza de su juicio: todo hombre es malo y en su maldad reina.

Varias escenas que se pretendían ser dramáticas arrancaron risas del respetable en la función a la que un servidor asistió. En particular ciertas escenas de cama entre dos personajes que claramente carecen de química alguna. Suena casi a una especie de sátira perversa y cínica de las relaciones interpersonales. Ante la incredulidad del público ante lo que veían se ponía una vez más en evidencia la desconexión que existe entre el cine mexicano y el espectador de su país. El reconocimiento que Franco obtuvo por esta fallida obra no es reprobable, pero que se pretenda usar como indicador de que las cosas en el cine mexicano “van bien” levanta las cejas de cualquiera. Una vez más, lo que dijo el realizador sobre no hacer cintas para festivales es una gran verdad, pero lamentablemente una película como Las Hijas de Abril solo puede tener vida en ese ecosistema, en el que se recompensa lo que para el grueso del público causa frustración y apatía. Problemas claros de guión que se venden como la razón de ser de varias historias. Eso debe preocupar a cualquiera, más que ser una causa de celebración.



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