Historias de juventud descarriada se han contado desde hace décadas, cada una con sus respectivos focos de alarma acorde a la cultura y la época. No hay nada que escandalice más a los adultos que ver a jóvenes que intentan comportarse como los primeros. Adolescentes que no adolecen de nada, más bien se entregan sin reparos a todos los beneplácitos de la madurez sexual, así como el consumo de drogas, pero sin un dejo de sentido de responsabilidad sobre sus acciones. En los 90 fue Kids, Vidas Perdidas la cinta que retrató un mundo de jovencitos descarriados sin brújula o compás moral y hace unos años algo similar hizo La Tribu. Ahora toca el turno a la francesa Bang Gang: Una Historia de Amor de espantar a padres y alborotar a jóvenes, aunque quizás no con la misma efectividad que las dos cintas ya mencionadas.
La premisa es simple: jóvenes adictos al sexo que gustan de hacer orgías y grabarse en pleno acto. Padres ausentes o indiferentes y un hedonismo rampante que raya en el nihilismo, o en este caso el valemadrismo de una juventud que vive al instante, al día y sin ninguna preocupación por un futuro que les es totalmente ajeno. Son los jóvenes modernos de las sociedades occidentales: muy libres y “open mind” pero sin ninguna razón o propósito de vivir. La película busca interpretar esta sórdida realidad a su manera, sin juicios aparentes, pero su presentación no puede evitar caer en lugares comunes que otras cintas ya han explorado. El resultado es una cinta que no tiene muchas cosas que decir o incluso que mostrar, nada que un jovencito no pueda encontrar en las redes en una rápida búsqueda. Nada que se pueda llamar genuinamente transgresor, ya no digamos algo que cause cierto grado de reflexión.
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La cinta de [Director] Eva Husson ha tenido un recibimiento bastante tibio de parte de la crítica especializada y por lo visto es muy probable que pase sin pena ni gloria en cartelera. Las reseñas señalan la inefectividad narrativa de la realizadora y que incluso las escenas gráficas distan mucho de ser algo que agite consciencias pudorosas entre el respetable.
Timothy E. Raw para Slant:
No ofrece ninguna crítica sustanciosa a la generación selfie, tampoco es tan transgresora como pretende ser. A diferencia de algo como Kids nadie se va a acordar de esta cinta.
Mathilde Dumazet para Little White Lies:
La película es demasiado ambivalente hacia sus personajes y los ve más como especímenes a estudiar que como seres humanos.
Melissa Anderson para Village Voice:
Un examen torpe de la generación de Instagram y que se siente como lo que un personaje le reclama a otro en la cinta: una total y absoluta decepción.
Todd Jorgenson:
Ni escandalosa ni particularmente atractiva, solo una mirada frívola al mundo de varios adolescentes descarriados.
Kyle Turner para Under the Radar:
La aproximación al material se siente boba en el peor sentido posible, su naturaleza de "cinta de arte" le impide colocar correctamente el punto sobre la "i" en cada uno de los temas que aborda.
David Fear para Rolling Stone:
La película de Husson es, como sus personajes, un desastre hormonal; pero al menos favorece al corazón y no a las erecciones.
Hilary A White para Sunday Independent:
Una fotografía y banda sonora aceptables enmarcan una historia entre regular y pedestre.
En reseñas más positivas tenemos a Kyle Smith en el New York Post:
Una mirada escalofriante a la vida sexual de preparatorianos aburridos.
Jared Mobarak para The Film Stage:
Es una historia "coming-of-age" con consecuencias más serias que el ser ridiculizado por tus compañeros de clase.
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