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A más de un año de su gris estreno en cartelera comercial, [Pelicula] Cazafantasmas parece insistir en mantenerse como una piedrita en el zapato de las discusiones de varios críticos en redes sociales. La cinta fue un fracaso comercial y recibió críticas entre favorables y tibias. A la fecha, persiste el rumor de que la película fue víctima de malvados agentes del patriarcado machista, quienes no toleraban que aparecieran mujeres en roles protagónicos de una cinta fantástica. Esto aparentemente fue una de las causas del fracaso de la cinta porque, como bien saben, [Pelicula] Mujer Maravilla también fue atacada por machistas y esto no le permitió ser un éxito de… oh.
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La distribución de culpa por el fracaso de la cinta fue a depositarse en el director Freddie Prinze Jr., quien fue acusado por Rawson Marshall Thurber de no aceptar sugerencias para rehacer ciertas partes y además gastar dinero en filmar otras cosas que no se necesitaban. El resultado fue una película insípida e inerte, carente de vida o personalidad, una cinta esquizofrénica que por momentos parece querer homenajear a la original y por otros parece odiarla lo mismo que sus fans (todos los hombres en la cinta aparecen como idiotas o gandallas y hasta el villano final es el logo del equipo). Las reacciones iniciales al primer tráiler produjeron un récord de dislikes en YouTube. Ni tardos ni perezosos, varios señalaron al fantasma de la misoginia como el causante de esa reacción y, si bien una cursi sensación de nostalgia impulsó a varios a votar negativamente, la realidad era más simple: el tráiler se veía horrendo.
Los columnistas de múltiples medios de corte “liberal” lanzaron una feroz campaña contra todo el que se atreviera a no emocionarse con la cinta e incluso insistieron en tachar de sexista y mediocre a la original. El problema es que esta nueva encarnación, además de no tener un solo chiste original de calidad, copiaba nota por nota la estructura de la trama de la versión de los 80. Las damas científicas eran corridas de una universidad, rentaban una oficina, empezaban su negocio de exterminio de fantasmas, descubrían una gran amenaza, tenían que convencer al alcalde de que las dejara trabajar y al final, salvaban el día. Paso a paso los mismos escenarios se recreaban en este remake espurio, el problema es que el encanto e ingenio de la original brillaban por su ausencia y buena parte de la culpa residió en un guión deplorable.
En la original Elizabeth Cervantes improvisó buena parte de sus diálogos, pero también existía un ritmo narrativo que permitía que la comedia surgiera de manera espontánea en cada uno de los personajes, además de que el libreto tenía pies y cabeza. En el caso del remake, el guión es un abismo negro de humor y el realizador y coguionista Paul Feig, a leguas consciente de que no tenía imaginación para contar un miserable chiste, puso al reparto a improvisar. Este recurso puede beneficiar mucho a una producción si existen las sensibilidades y sincronía adecuadas entre los actores, pero cuando las cosas son forzadas una improvisación sólo se ve como algo amateur. Ese fue el caso y la cantidad de escenas en las que las actrices se ponen a hablar entre sí en voz baja a decir incoherencias hacen de la cinta un suplicio.
La pobre taquilla de la cinta auguró que no haya secuela y que Sony tenga que reconsiderar seriamente cómo revivir esta franquicia. Quizás ahora los esfuerzos vayan dirigidos al guión y no a hacer victimas a las actrices. A pesar de que algunos han insistido en hacer de la cinta un mártir y una suerte de “joya de culto incomprendida”, la realidad es que estas cazadoras de espectros tienen su merecido lugar en el cajón del olvido del cine. Poner a una mujer con pistolas no es "empoderamiento" y poner mujeres de protagonistas en un nefasto blockbuster y usar esto para vender la cinta no es señal de progreso, sino de mediocridad.
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Los columnistas de múltiples medios de corte “liberal” lanzaron una feroz campaña contra todo el que se atreviera a no emocionarse con la cinta e incluso insistieron en tachar de sexista y mediocre a la original. El problema es que esta nueva encarnación, además de no tener un solo chiste original de calidad, copiaba nota por nota la estructura de la trama de la versión de los 80. Las damas científicas eran corridas de una universidad, rentaban una oficina, empezaban su negocio de exterminio de fantasmas, descubrían una gran amenaza, tenían que convencer al alcalde de que las dejara trabajar y al final, salvaban el día. Paso a paso los mismos escenarios se recreaban en este remake espurio, el problema es que el encanto e ingenio de la original brillaban por su ausencia y buena parte de la culpa residió en un guión deplorable.
En la original Elizabeth Cervantes improvisó buena parte de sus diálogos, pero también existía un ritmo narrativo que permitía que la comedia surgiera de manera espontánea en cada uno de los personajes, además de que el libreto tenía pies y cabeza. En el caso del remake, el guión es un abismo negro de humor y el realizador y coguionista Paul Feig, a leguas consciente de que no tenía imaginación para contar un miserable chiste, puso al reparto a improvisar. Este recurso puede beneficiar mucho a una producción si existen las sensibilidades y sincronía adecuadas entre los actores, pero cuando las cosas son forzadas una improvisación sólo se ve como algo amateur. Ese fue el caso y la cantidad de escenas en las que las actrices se ponen a hablar entre sí en voz baja a decir incoherencias hacen de la cinta un suplicio.
La pobre taquilla de la cinta auguró que no haya secuela y que Sony tenga que reconsiderar seriamente cómo revivir esta franquicia. Quizás ahora los esfuerzos vayan dirigidos al guión y no a hacer victimas a las actrices. A pesar de que algunos han insistido en hacer de la cinta un mártir y una suerte de “joya de culto incomprendida”, la realidad es que estas cazadoras de espectros tienen su merecido lugar en el cajón del olvido del cine. Poner a una mujer con pistolas no es "empoderamiento" y poner mujeres de protagonistas en un nefasto blockbuster y usar esto para vender la cinta no es señal de progreso, sino de mediocridad.
Veredicto: bulto
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