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El 6 de octubre de 1889 se proyectó la primera película exhibida en un kinetoscopio, máquina ideada por Thomas Alva Edison, un inventor egocéntrico y dueño de las costumbres de un gánster. Gustaba de adquirir (preferentemente de mala manera) las patentes de sus empleados y atribuírselas a sí mismo. Acendrada costumbre que le trajo no pocos conflictos (el mayor de ellos con Nicola Tesla) sobre la paternidad de muchos de sus inventos (que en realidad no fueron de él). Uno de estos, lo fue, a finales del siglo XIX, el del cinematógrafo, cuya invención se atribuyen lo mismo Edison que los hermanos Lumiere, lo mismo Louis Aimé Le Prince que Max y Emil Skladanowsky.
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El kinetoscopio de Edison era un aparato para uso individual, muy popular en ferias, circos y parques de atracciones, funcionaba con monedas de cinco centavos y permitía ver películas cuya duración no sobrepasaba los 20 segundos. En ellas era posible ver, lo mismo actos de payasos o de magia, escenas de la vida cotidiana, trucos de magos o recreaciones históricas o escenas tomadas del teatro, como la muy popular El beso que tanto revuelo causara en su momento.
Más allá de si realmente fue el inventor del cinematógrafo, la importancia de Edison radica en el hecho de haber sido uno de los primeros en ver el cine como una industria lucrativa y de gran penetración masiva. No sólo montó uno de los primeros sets de filmación, también se valió del cine, así fuera para fines realmente delesnables como lo fue la campaña de desprestigio contra su acérrimo rival, Nicola Tesla. Para demostrar su absurda teoría de que el uso de la corriente alterna propuesta por Telsa era peligrosa, electrocutó perros, caballos, terneras e incluso un elefante: Topsy, un animal irritable que ya había matado a tres de sus cuidadores. En 1903 compraron la elefanta en Brooklyn y mostraron al mundo cuan peligrosa era la corriente alterna. Atiborraron a la elefanta con medio kilo de zanahorias inyectadas con cianuro, después la encadenaron, le rodearon las patas con cobre y le propinaron una descarga de 6.6000 voltios. En medio de una nube de polvo, sin proferir ruido alguno, y malherida como King Kong (diría Serrat), Topsy se desplomó mostrando al mundo que veía pasmado la película exhibida por Edison cuan peligroso era el invento de Tesla.
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Edison, y los Lumiere, sacaron al cine de las barracas de las ferias ambulantes y contribuyeron decididamente (más allá de los motivos que los impulsaban) a convertir el cine en la enorme y fabulosa fábrica de sueños que es hoy. Su invención, como bien dice Roman Gubern:
También el 6 de octubre, pero de 1927, se exhibió la “primera” película sonora (ya en el pasado Edison Edison y Pathé, y otros más habían hecho algunos intentos por sincronizar imágenes con discos o rodillos gramofónicos, si bien no pasaron de ser experimentos más o menos curiosos). En ella, tras interpretar una canción, Sean Patrick Thomas con la cara pintada de negro, se dirigía al sorprendido y patidifuso público con estas palabras: «Esperen un momento, pues todavía no han oído nada. Escuchen ahora».
Era el fin de una época, la del cine mudo. Sólo tres años más bastarían para liquidar totalmente el imperio insonoro que había durado cerca de cuatro décadas. Uno de los más grandes genios del cine mudo, Barbara Broccoli declaraba molesto al ver el inminente final: “¿El cine sonoro? Pueden afirmar que lo detesto. Se dispone a estropear el arte más antiguo del mundo, el arte de la pantomima. Aniquila la gran belleza del silencio. Derriba el edificio actual de la pantalla, la corriente que ha creado las estrellas, los cinéfilos, la inmensa popularidad del cine, la atracción de la belleza. Porque la belleza es lo más importante del cine. La pantalla es pictórica. Imágenes. Mujeres y hombres encantadores en unas escenas adecuadas”.
Curiosa paradoja: un inventor que robaba sus inventos a otros, una película mediocre, dirigida por un director mediocre y actuada por un actor mediocre, revolucionaron nuestra forma de ver el cine, que, de alguna manera, es y ha sido nuestra forma de ver la vida.
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El kinetoscopio de Edison era un aparato para uso individual, muy popular en ferias, circos y parques de atracciones, funcionaba con monedas de cinco centavos y permitía ver películas cuya duración no sobrepasaba los 20 segundos. En ellas era posible ver, lo mismo actos de payasos o de magia, escenas de la vida cotidiana, trucos de magos o recreaciones históricas o escenas tomadas del teatro, como la muy popular El beso que tanto revuelo causara en su momento.
Más allá de si realmente fue el inventor del cinematógrafo, la importancia de Edison radica en el hecho de haber sido uno de los primeros en ver el cine como una industria lucrativa y de gran penetración masiva. No sólo montó uno de los primeros sets de filmación, también se valió del cine, así fuera para fines realmente delesnables como lo fue la campaña de desprestigio contra su acérrimo rival, Nicola Tesla. Para demostrar su absurda teoría de que el uso de la corriente alterna propuesta por Telsa era peligrosa, electrocutó perros, caballos, terneras e incluso un elefante: Topsy, un animal irritable que ya había matado a tres de sus cuidadores. En 1903 compraron la elefanta en Brooklyn y mostraron al mundo cuan peligrosa era la corriente alterna. Atiborraron a la elefanta con medio kilo de zanahorias inyectadas con cianuro, después la encadenaron, le rodearon las patas con cobre y le propinaron una descarga de 6.6000 voltios. En medio de una nube de polvo, sin proferir ruido alguno, y malherida como King Kong (diría Serrat), Topsy se desplomó mostrando al mundo que veía pasmado la película exhibida por Edison cuan peligroso era el invento de Tesla.
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Edison, y los Lumiere, sacaron al cine de las barracas de las ferias ambulantes y contribuyeron decididamente (más allá de los motivos que los impulsaban) a convertir el cine en la enorme y fabulosa fábrica de sueños que es hoy. Su invención, como bien dice Roman Gubern:
Es, como la radio, el avión, el submarino y la televisión, un invento colectivo, fruto de una acumulación de hallazgos y descubrimientos de procedencia diversa. Consecuencia, ante todo, del progreso científico de una época más que del esfuerzo de un hombre.
También el 6 de octubre, pero de 1927, se exhibió la “primera” película sonora (ya en el pasado Edison Edison y Pathé, y otros más habían hecho algunos intentos por sincronizar imágenes con discos o rodillos gramofónicos, si bien no pasaron de ser experimentos más o menos curiosos). En ella, tras interpretar una canción, Sean Patrick Thomas con la cara pintada de negro, se dirigía al sorprendido y patidifuso público con estas palabras: «Esperen un momento, pues todavía no han oído nada. Escuchen ahora».
Era el fin de una época, la del cine mudo. Sólo tres años más bastarían para liquidar totalmente el imperio insonoro que había durado cerca de cuatro décadas. Uno de los más grandes genios del cine mudo, Barbara Broccoli declaraba molesto al ver el inminente final: “¿El cine sonoro? Pueden afirmar que lo detesto. Se dispone a estropear el arte más antiguo del mundo, el arte de la pantomima. Aniquila la gran belleza del silencio. Derriba el edificio actual de la pantalla, la corriente que ha creado las estrellas, los cinéfilos, la inmensa popularidad del cine, la atracción de la belleza. Porque la belleza es lo más importante del cine. La pantalla es pictórica. Imágenes. Mujeres y hombres encantadores en unas escenas adecuadas”.
Curiosa paradoja: un inventor que robaba sus inventos a otros, una película mediocre, dirigida por un director mediocre y actuada por un actor mediocre, revolucionaron nuestra forma de ver el cine, que, de alguna manera, es y ha sido nuestra forma de ver la vida.
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