La nueva entrega de Warner y DC logra su cometido sin volverse épica como lo fue Mujer Maravilla - 92%, que cuenta con la apoteosis del cine de superhéroes más memorable hasta ahora (la escena de las trincheras). Tampoco es viable compararlas en la profundidad de sus temáticas, pues son muy diferentes las premisas: Mujer Maravilla es una historia de origen donde el dilema ético, la confrontación moral y el descubrimiento de uno mismo, se amasan con la pérdida, la tragedia y la consagración del guerrero en tanto defensor de los inocentes. Liga de la Justicia - 41% reduce su relato a la unión de los personajes que ya han pasado por una apoteosis (Superman, Batman, Mujer Maravilla, Aquaman; Cyborg no cuenta, en esta historia, con ese giro dramático y The Flash lo tendrá, al parecer, en The Flash - 60%). La causa de esta alianza es la urgencia de enfrentar a un enemigo común e integrar un equipo de superdotados a pesar de las susceptibilidades entre metahumanos, semidioses, extraterrestres y un millonario. Van contra un conquistador experimentado, vengativo y milenario. La amistad, suponemos, vendrá más tarde. Aquí, apenas se insinúa.
El arco narrativo inicia en el pasado, antes de la muerte de Kal-El, con una entrevista que le hacen unos niños –máximos prosélitos de los superhéroes– cuando rondaba entre los mortales. Toda la introducción es un luto prolongado por el Hombre de Acero. Esto relaciona al tono anterior de Snyder en El Hombre de Acero - 55% y Batman vs Superman: El Origen de la Justicia - 27%, con el nuevo abordaje, donde ya se deja ver un dominio del tema —sin duda, el apoyo de Whedon debió aportar su granito de visión.
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Liga de la Justicia se desarrolla con ese telón de fondo y una necesidad de darle amenidad a la pesadez que se respira en la mala vida de los ídolos titulares: una película de acción donde la motivación central es salvar al mundo de arborescencias gigantes y malévolas fomentadas por un colosal humanoide de casco encornado. El villano es tan maleta como los que asolaron al universo de Marvel en Doctor Strange: Hechicero Supremo - 89%, Thor: Un mundo Oscuro - 66% o Avengers: Era de Ultrón - 75%; y tan poco convincente como el de Escuadrón Suicida - 25%. Los mecanismos de conquista son similares a los de Escuadrón Suicida y El Hombre de Acero.
La confrontación es débil. No hay nada retador como Ares, quien, sin necesidad de ganar su asalto, deja hundida a la humanidad en su legado: la pulsión de la guerra. Steppenwolf es circunstancial y sólo un aviso, esperemos, de una amenaza más intensa e interesante: Darkseid, de quien sólo sabemos por mención del diestro en el hacha. Su horda es idéntica a la de las dos películas de Avengers: seres sin rostro, sin identidad, apenas unos zombis o manojos de carne, dientes y garras controlados cual si un enjambre —solución tan fácil de lograr, que hasta Stranger Things - 90% se sostuvo con la misma artimaña.
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Los héroes están bien definidos a excepción de Cyborg –poco tiempo para saber lo suficiente de él–, el humor es cáustico, congruente y sin excesos –la dupla The Flash y Batman contrasta sin pretensiones y Aquaman es la mera banda–, incluso un pivote para entender la perplejidad y las relaciones que entablan personajes tan disímiles. Aquí, la película se salva de verse engorrosa y, cuando tiene a Batman reclutando, nos acerca más al Barón Münchhausen. Aporta gracia debido a lo llano y directo de las secuencias. Ñoña y cursi: Diana convenciendo a Cyborg.
Esta nueva aventura triunfa frente a sus predecesoras no sólo por la síntesis, frescura y concreción de su composición: delinea, desde el principio, que la motivación común de defender al planeta redefine las existencias depresivas y decadentes de los seres más poderosos que lo habitan y anula la posibilidad de abundar en ello. Parecen una versión cutre de El club de los cinco - 89% aunque después de que la vida los dejara todavía peor (uno robotizado, dos huérfanos, una viuda y otro traumado por el asesinato de su madre). Los sketches liman el infortunio.
Así, en un mundo que atenderá al colapso por su incapacidad de defenderse, la miseria del héroe encuentra razón para recobrar el amor propio, como sucedió en Logan - 93% (aunque sin un tratamiento de la pesadumbre como en capítulo final del X-Men). Ahí Mujer Maravilla cuando platica con Bruce frente al lago; ahí Bruce cuando habla de Superman y su humanidad con Alfred; o cuando Diana confronta a Cyborg. Y, de paso, descubrir en la extrañeza y la causa justa, motivo para la amistad. Como ese momento en el que Cyborg y Barry se reconocen accidentes.
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[SPOILERS EN LOS SIGUIENTES PÁRRAFOS]
No todo brilla y no sólo por la pátina que escogió Snyder. A la película le viene bien que sea tan directa, sin desvíos luengos y afectados. Peca, eso sí, de que en su síntesis no logra desdoblar la recuperación emocional de Superman luego de casi aplastar el cráneo de Batman para comprobar si el murciélago también sangra. Es un poco gratuita su llegada al campo de batalla, sin un proceso emocional o autoreconocimiento como héroe.
El temor de que Cyborg perdiera el control a causa de la maldad inherente a su creación tampoco se concreta en una reacción que quebrante la dinámica de equipo, algo que debió provocar varios dislates. La estupidez del villano no ayuda a concebir el peligro como insalvable. Consecuencia: imposible ver al antagonista aberrante, cosa que se ofrecía prometedora luego del primer enfrentamiento con las amazonas. Tal vez si Steppenwolf, Superman y Cyborg hubieran sido más desarrollados –no con peroratas infumables, sí con revelaciones aun en secuencias de acción–, la película hubiera alcanzado un nuevo pináculo y superado a su correlato de Marvel: Los Vengadores. Por el momento, parece que están tablas en este primer asalto en cuanto a ejecución y dirección.
[FIN DE LOS SPOILERS]
De Whedon seguramente lo que percibimos fue una mayor concreción y direccionamiento de la obra de Snyder al condensar diálogos y acción. Dos cosas resultaron estorbosas y presuntuosas: el choro mareador de Louis Lane al final de la película y el relato de la familia atrapada en el relajo de Steppenwolf.
Alegra, sí, que ahora se haya narrado y no platicado la película la mayor parte del tiempo. Abandonar las monsergas pseudo-filosóficas, explotar la culpa, el humor, las frustraciones y carencias de los personajes como leitmotiv de sus acciones, facilitó entender por qué y cómo hace cada superhéroe su tarea. Sin ademanes ni revelaciones dizque profundas; sí con un desahogo que anula la pretensión.
En resumen: la película cumple su función. Para fans y detractores, actúa como entretenimiento, con sus pormenores o errores —casi todos tópicos en este tipo de guiones. No es la película de superhéroes que viene a salvar a esta clase de cine. Tampoco es la que va a darle otro tono. Aunque no lo pretende: asume su necesidad de narrar, ahí se decanta.
Después de Mujer Maravilla, la mejor de DC en esta nueva etapa, a consideración de un servidor. Ojalá lo que siga sea todavía mejor.
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