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La figura del asesino serial en México data de finales del siglo XIX, con los asesinatos del "Chalequero", quien se dedicaba a matar prostitutas en la época en la que Jack el Destripador hacia lo propio al otro lado del Atlántico. Los narcosatánicos, la Mataviejitas y el Caníbal de la Guerrero son figuras contemporáneas que atraparon la imaginación de una sociedad que, a pesar de estar acostumbrada a la violencia en sus múltiples formas (crímenes como el secuestro, el asalto y las narcoejecuciones), no podía concebir la violencia manifestada en una forma tan extrema.
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Entre todas las mencionadas la figura de Gregorio "Goyo" Cárdenas se mantiene como un referente obligado a la hora de hablar de asesinos seriales mexicanos. El estrangulador de Tacuba asesinó a cuatro mujeres, una cifra pequeña comparada con sus colegas de sangre fría. Fue todo lo que rodeó y aconteció después de su captura lo que lo convirtió en un personaje peculiar. Estudiante de la Escuela de Ciencias Químicas de la UNAM, empleado de PEMEX, hijo modelo y de semblante sereno y con finos lentes que cubrían sus ojos, nadie podía imaginar que "Goyito" podría asesinar a alguien, mucho menos a cuatro. Fue internado en Lecumberri y la Castañeda. En el momento de su captura Goyo aseguraba haber creado pastillas que lo podían hacer invisible. La teoría de varios criminólogos era que odiaba a las mujeres debido a la relación que tenía con su posesiva madre, además de una encefalitis que le dejó secuelas. En prisión se convirtió en pintor, músico, escritor y estudiante de derecho. Se casó con una amiga de su madre con la que procreó cuatro hijos. Recibió un indulto presidencial de parte de Luis Echeverría y fue homenajeado en la Cámara de diputados como ejemplo del éxito del sistema penitenciario mexicano, pues era capaz de rehabilitar casos como el suyo. Goyo se convirtió en un icono popular e incluso en una puesta en escena de su vida, Goyo daba recomendaciones al director para representar ciertos sucesos.
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Toda esa increíble historia podría dar una película sumamente interesante, lamentablemente, ese no es el caso de [Pelicula] Los Crímenes de Mar del Norte, una pedestre cinta realizada por [Director] José Buil que se enfoca sólo en el periodo en que Goyo cometió los asesinatos. Esto lo hace de la manera más superflua posible, al pasar sólo por encima de los acontecimientos y sin tomarse la molestia de desarrollar algúno de los personajes, empezando con su protagonista. Paul Attanasio da vida a Goyo en una actuación sobria en la que no tiene mucho que hacer debido a lo limitado del guión. Las manías y demás detalles de sus acciones e idiosincrasia jamás son debidamente exploradas. Su personaje, así como quienes lo rodean, se mantienen como meros bocetos en lugar de presentarse como seres humanos completos. Ver al protagonista hacer y deshacer con sus víctimas jamás causa tensión y su captura es resuelta en cuestión de minutos, con lo que se elimina cualquier sensación de suspenso. La psicosis de Goyo es más bien algo entre anecdótico y nulo para una película que pierde el tiempo con conversaciones vacías y otras escenas que no llevan a ninguna parte.
La fotografía en blanco y negro y la recreación de la época (en plena declaración de guerra de México a la Alemania nazi) son quizá los únicos aspectos rescatable de una puesta en escena plana y carente de matices. En todos los sentidos, Los Crímenes de Mar del Norte desperdicia la oportunidad de abordar una página muy interesante en la historia de la nota roja mexicana. Si el cine mexicano es incapaz de trasladar de manera efectiva sus casos de la vida real a la pantalla grande, se puede esperar aún menos de su cine de ficción, que tuvo un 2017 bastante gris y que con esta cinta cierra el año de una forma totalmente olvidable.
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