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El campo mexicano ha sido un interminable punto de luchas y conflictos políticos y sociales. A pesar de que este país es sumamente rico en recursos, estos parecieran no ayudar mucho a acabar con el atraso y subdesarrollo que se padece. En específico, el cultivo del maíz se mantiene como una industria errática e, incluso, amenazada. La base de la alimentación del mexicano no se encuentra debidamente protegida cuando se trata de lo hecho por familias de varias regiones del país, sectores vulnerados que, a su manera y con sus instrumentos, trabajan el grano dorado desde hace muchos ayeres.
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El cine documental en México se encuentra en un punto saludable y ofrece miradas incisivas a la realidad de esta nación. Desde la descomunal [Pelicula] La Libertad del Diablo (próxima a estrenarse) y su retrato de la narcoviolencia y sus secuelas hasta algo como [Pelicula] El Maíz en Tiempos de Guerra, las cintas tienen varias cosas que decir sobre este México fracturado y en guerra consigo mismo.
Tomatazos tuvo la oportunidad de entrevista al director [Director] Alberto Cortés y preguntarle sobre su película, la cual ofrece una mirada a la vida de varias familias de distintas regiones del país. Estos hogares se dedican en cuerpo y alma al cultivo del maíz. La palabra guerra luce prominente en el título de la cinta y esto fue el primer punto que se tocó en la entrevista.
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Tomatazos: El título es bastante sugerente. ¿Qué guerra se vive en este caso, en el campo mexicano o cuántas guerras lleva ya?
Alberto Cortés: Todas las guerras principales de México, la de independencia y revolución, han sido campesinas. Siempre hay un malestar en este México profundo sobre el reparto de la tierra y territorio. Muchos pueblos indígenas han vivido en esa necesidad de pelear por su tierra y luchar contra la marginación, de eso se trata el movimiento zapatista.
T: Al hacer la investigación, ¿qué fue lo que más le sorprendió al acercarse a estas comunidades? Algo que no se esperara en particular
AC: Más que sorpresa nos dimos cuenta de que estos campesinos tienen mucha consciencia del mundo que viven. Toda esta propuesta que tienen no es algo que venga del pasado, esto que siempre nos enorgullecemos en el imaginario del país, pero que en la realidad se traduce a un racismo hacia los pueblos indígenas. A mí me sorprendió la fuerza de vida de estas culturas, de lo orgullosos de su lengua materna y de su riqueza, la cual se debe conservar. Sabía que a través del maíz podía entrar a temas como la cultura, la lengua, la forma comer, que esta gente busca lo que todos buscamos: la felicidad.
T: Se diría que la cinta es un retrato o una denuncia o quizás tiene un poco de ambas: retratar una forma de vida y a la vez denunciar el eterno olvido al campo.
AC: No sé si denuncia, pero sí señalar lo que ocurre. A través de la cinta uno descubre que sí hay marginalidad, que las cosas no nos tocan igual a los que vivimos en la ciudad y a los que viven en el campo. Ahora son pueblos y personas que reclaman su lugar con consciencia de lo que quieren y pueden y esto gira en torno a defender el maíz.
T: A pesar de ser un lugar común en la agenda nacional, parece que el tema del campo nunca se termina de resolver. ¿Qué espera que ocurra en el campo en el futuro cercano y qué espera aportar a la conversación con la cinta?
AC: En las funciones en las que me ha tocado estar, tanto en la ciudad como en el campo, abre mucho el tema. En el segundo lugar el interés de la gente es ver cómo cada región hace las cosas a su manera. En las zonas urbanas es una manera de acercarnos a un mundo muy lejano y la cinta hace eso, acercarte a ese mundo campesino indígena. Se trata de abrir una ventana y descubrir todo este otro México contemporáneo. En la cinta hay propuesta hasta de un feminismo indígena muy interesante verlo.
Ojalá hubiera una esperanza de cambio para todo México, no solo para el campo, ellos tienen propuestas para resolver problemas muy específicos. Tenemos que encontrar soluciones para toda la diversidad que es México.
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