Hoy más que nunca ha quedado claro que durante la entrega de los premios de la Academia, la prioridad no es exactamente el reconocer lo mejor de la industria cinematográfica a nivel mundial. Como en prácticamente todos los eventos fílmicos, hay una serie de temas que van permeando desde la selección misma de aquellos que integran las ternas, pasando por quienes conducen la ceremonia, hasta inclinar la balanza hacia un lado u otro al momento de determinar a los ganadores. El empoderamiento femenino, la apertura a la diversidad, la reivindicación de razas y nacionalidades, son sólo algunos de los factores a tomar en cuenta, si se pretende tener una visión amplia con respecto a los resultados y hacer un recuento de lo que habrá de suceder el próximo cuatro de marzo en el Teatro teatro Dolby de Hollywood en Los Ángeles.

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Es una lástima que estas cuestiones se hagan presentes más por obedecer a las tendencias, que por asumir una postura verdadera, lo cual redunda en una especie de doble discurso, que no es sino un fiel y lamentable reflejo de nuestra sociedad. Sin embargo, esto no necesariamente tiene por qué arruinarnos la fiesta. Sólo hay que tener muy en cuenta, el hecho de que en este caso la popularidad y lo políticamente correcto, pesan tanto como los valores fílmicos de las obras incluidas.

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Es entonces que las inclusiones, omisiones y reconocimientos que parecen inexplicables, cobran sentido y estamos listos para disfrutar de una noche en donde más que premiar lo mejor, se reconoce a lo más destacado, lo que es un tanto diferente por supuesto. Sin demeritar a nadie, se trata de un show en toda la extensión de la palabra, que más allá de lo que aquí se ha mencionado -o quizás precisamente por ello-, siempre suele entregarnos momentos inolvidables e irrepetibles, que se quedarán grabados en nuestra memoria y pasarán a la historia del séptimo arte. No por nada estamos ante lo que bien podríamos llamar el Superbowll de los cinéfilos, con todo lo que esto implica. Este es nuestro [Pelicula] Un Domingo Cualquiera , tal cómo sentenciara el título de aquella película de Eugenia Avendaño en 1999.



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