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Sin amor ya tiene Certificado de Calidad

La nueva película del cineasta ruso, Andrey Zvyagintsev, está ya en las salas mexicanas y hasta el momento es una de las más recomendadas por la crítica

La nueva película del reconocido cineasta ruso Andrey Zvyagintsev, Sin Amor - 91% (Loveless, 2017), explora la fragilidad de una familia en medio de una crisis matrimonial con un niño de 12 años que parece no importarle a la pareja en cuestión. El director retorna a las salas mexicanas con este brutal drama después de su paso por Cannes (donde se estrenó en el máximo apartado). Zvyagintsev es todo un especialista en desentrañar secretos familiares en obras tan intensas como Leviathan - 84% (2004) o en su ópera prima El regreso (León de Oro en Venecia en 2003), en la que había filmado el deseo de amor paternal de dos niños que terminan provocando la muerte del padre después de un viaje fascinante a lagos solitarios y bosques desiertos. Esa misma sensación de pérdida es la que inunda la atmósfera de Sin Amor - 91%. Un excelente drama familiar tocado por un aura de misterio que a la vez la convierte en un triller durante buena parte de su metraje.

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Tras su primer pase de prensa internacional se convirtió en una de las cintas más nombradas gracias a su hiriente retrato de la indiferencia y el abandono tanto maternal como paternal en una Rusia corrupta, hermosa y decadente. El consenso de la crítica la ha valorado ya con Certificado de Calidad y la ha descrito como “el estudio más cruel y elegante de Zvyagintsev sobre la ferocidad humana”, una película que habla de la necesidad vital que tienen los niños de saberse amados y protegidos por su familia, un árbol genealógico que marca los primeros años de vida y que da respuesta a muchas preguntas sobre quiénes somos.

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Las primeras imágenes de la cinta presentan a un chico que llora en silencio detrás de la puerta de baño mientras en la sala sus padres discuten ante un inminente divorcio. Los dos vociferan sus respectivas razones y no se dan cuenta del dolor que provocan a Alyosha (Matvey Novikov), su primogénito. Al día siguiente el pequeño desaparece…pero pasarán dos días para que su familia note su ausencia. Lo que podría parecer un motivo para unir lazos e iniciar una búsqueda desenfrenada, les sirve para encontrar nuevos motivos para acusar al otro. Los dos usan esta fuga, ¿o secuestro?, para alimentar su rencor, como si el odio prevaleciera sobre el dolor, como si lo más importante para ellos sea acusarse mutuamente de indiferencia ante un policía con exceso de trabajo que se burla de sus problemas.

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Sin Amor - 91% es realista y de un lirismo estremecedor, con personajes cuyo egoísmo sirve como filosofía y justificación. Unos padres que antes del escape de Alyosha ya le han elegido un destino: una institución que lo termine de criar y educar. Y es que la madre (Maryana Spivak) ya ha encontrado al nuevo hombre de su vida: un gran tipo, de unos 40 años, con finanzas solventes. El padre (Alexei Rozin) también ha descubierto a su alma gemela: una mujer joven, embarazada, vagamente infantil y posesiva, a quien le ha jurado amor eterno. El filme parte de un tema recurrente y mil veces explorado para realizar un objetivo análisis del proceso de divorcio y un hijo que estorba y cuya catarsis explota en silencio.

Sin Amor es una producción de Arte France Cinéma y Why Not Productions – distribuida en México por Cine Caníbal— que cuenta con el guion de Oleg Negin. A continuación, les dejamos con las reseñas más destacadas de una de las películas más esperadas del año.

Alberto Saez Villarino, de El Antepenúltimo Mohicano:

El cineasta ruso construye una demoledora crítica a la activa clase media soviética, seres sin escrúpulos que se esfuerzan por alimentar la única fuente de energía que parece mantenerlos socialmente atareados: el odio. En concreto nos encontramos con Zhenya y Boris, un matrimonio en proceso de separación cuya relación y la escasa interacción comunicativa que se produce entre ambos nos impiden concebir la idea de que, en un pasado no muy lejano, pudo existir entre ambos algo parecido al amor.

Blake Goble de Consequence of Sound:

Zvyagintsev ha creado otro retrato de la apatía, la banalidad y la facilidad de la mezquindad, y una denuncia contra el pueblo sin amor del Estado ruso, por así decirlo.

David Edelstein, de New York Magazine/Vulture:

Loveless es un estado de ánimo, un lamento, una acusación de crímenes contra el espíritu humano.

JJ Negrete, de Butaca Ancha:

Un filme que pone a su país (Rusia) como la epitome de un colapso moral que lleva a una destrucción completa de toda emoción, no desde un arranque, sino desde la indiferencia.

Carlos F. Heredero, de Caiman Cuadernos de Cine:

Loveless se muestra tan sólida en su construcción narrativa y en la arquitectura de su metáfora que apenas deja respirar a sus imágenes y a la dinámica dramática de sus personajes.

Oscar Uriel, de Cinema Móvil:

Un acertado retrato glacial del comportamiento humano en la Rusia actual. Teniendo como marco la fractura de un matrimonio y la posterior desaparición del único hijo, Zvyagintsev expone la crudeza con la que se manifiestan los vínculos afectivos contemporáneos en un cáustico análisis.

Leslie Felperin, de The Hollywood Reporter:

Zvyagintsev vuelve a demostrar su increíble talento para crear un perfecto microcosmos dramático que ilustra las patologías de la sociedad rusa.

Owen Gleiberman, de Variety:

Sin amor es el título de la convincente y cruda nueva película de Andrey Zvyagintsev. Una fría mirada a la falta de empatía dentro de la sociedad rusa. A la de unos padres egoístas, que es a la vez un retrato de las nuevas elites de la clase media alta en el país gobernado por Putin. Hombres y mujeres ansiosos por experimentar occidente dentro de Rusia, sin importar si un hijo, o una mascota se sacrifica.

Laura Clifford, de Reeling Reviews:

Con la impresionante y desoladora cinematografía de Mikhail Krichman, complementada con la severa partitura de Evgeniy y Sacha Galperin, Loveless ofrece un oscuro pronóstico para la humanidad.

Javier Ocaña, de El País:

Utilizando una banda sonora muy vehemente, entre la gravedad orquestal y la terrible nota constante, repetida, molesta, perturbadora y fascinante, el creador de Leviatán nos hace experimentar un viaje al fin de la noche sin respuestas explícitas pero con evidentes desafíos morales.

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