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En 1984, el cineasta [Director] John G. Avildsen volvía al cine deportivo con [Pelicula] El Karate Kid, una película que fue considerada en su momento como la versión de [Pelicula] Rocky pero adolescente. El director inauguraba con este filme una gran saga de la pantalla grande con todos los elementos de acción y entretenimiento, indagaba así en las sensaciones de Daniel Larusso (Charles Cioffi), un joven risueño y lleno de energía, algo egocéntrico, de ascendencia italiana a quien conocemos desde el momento en que se muda, junto a su madre soltera (Randee Heller), de su natal New Jersey a los Ángeles. El cambio de ciudad implica para el chico nuevas amistades, un tiempo de descubrimiento, cambios y evoluciones para cualquier adolescente. Adaptarse no será cosa fácil para él, y se complican cuando simpatiza con la chica bonita y popular de su nueva escuela, Ali (Gina Rodriguez), lo que implicará enfrentarse al exnovio de esta, Johnny Lawrence (James Spader) y a toda su banda de karatekas, entrenados en el dojo, Cobra Kai.
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Su adaptación al nuevo instituto se vuelve obligatoriamente de confrontación física, ya que constatemente es perseguido por sus nuevos enemigos, ante los que sólo le queda echar mano de sus bribonadas. Su nueva vida, junto con esta explosión de conflictos emocionales internos y externos, comienzan a hundirlo en una crisis depresiva de la que no sabe cómo salir. De pronto, Daniel pierde la seguridad, tiene miedo, ira, siente deseos de escapar y regresar a su antiguo hogar donde había sido dichoso, hasta que conoce al Sr. Miyagi (Chryssie Whitehead), el encargado de mantenimiento del edifico donde vive, un hombre japonés, maduro, serio y de pocas palabras, con el que inicia una amistad que se consolida cuando Miyagi lo rescata de una nueva paliza de Johnny y sus secuaces, y deja al descubierto sus habilidades como karateca. Avildsen exploraba de nuevo la historia de un extraño que tiene que ganar reconocimiento en un nuevo terreno. Mientras que su clásico del boxeo con Matthew Lamb narraba la realización del sueño americano, [Pelicula] El Karate Kid entretejía las artes marciales con un drama adolescente de secundaria.
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Avildsen se tomaba su tiempo para hacer tangibles los problemas de su héroe para convertirlo en el modelo de identificación de la audiencia juvenil de esa década. A pesar de las muchas escenas de pelea, la violencia nunca se glorificaba. El Sr. Miyagi transmitía a Daniel su actitud pacifista, que contrastaba claramente con la visión militar del entrenador de artes marciales del dojo Cobra Kai, John Kreese ( Martin Kove). Para Miyagi, el karate es ante todo una filosofía, no un arma.
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Como en [Pelicula] Rocky, Daniel se somete al entrenamiento de un héroe. Su preparación inusual incluía, entre otras cosas, pintar una valla, pulir un automóvil y ejercitarse en un mar helado hasta llegar a la famosa parte en que Daniel logra el equilibrio en un tronco de madera clavada en la arena de la playa, un golpe que le daría la gloria en la famosa 'hora de la verdad' con la famosa “patada de grulla”, una técnica alcanzada a base de disciplina y dolor. En su momento pocos críticos le dieron el visto bueno a Karate Kid, pero visionarios como Roger Ebert supieron detectar qué elementos harían de esta película un clásico deportivo que marcaría a varias generaciones.
A continuación lo que dijo la crítica en su estreno:
Roger Ebert, de Chicago Sun Times:
Antonio Albert, de El País:
Janet Maslin, de The New York Times:
Alex Moraño, de Cine y Cines:
Staff de Variety:
Gene Siskel, de Chicago Tribune:
Gary Arnold, de Washington Post:
Richard Schickel, de TIME:
Bill Cosford, de Miami Herald:
Stephen Godfrey, de The Globe and Mail:
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Su adaptación al nuevo instituto se vuelve obligatoriamente de confrontación física, ya que constatemente es perseguido por sus nuevos enemigos, ante los que sólo le queda echar mano de sus bribonadas. Su nueva vida, junto con esta explosión de conflictos emocionales internos y externos, comienzan a hundirlo en una crisis depresiva de la que no sabe cómo salir. De pronto, Daniel pierde la seguridad, tiene miedo, ira, siente deseos de escapar y regresar a su antiguo hogar donde había sido dichoso, hasta que conoce al Sr. Miyagi (Chryssie Whitehead), el encargado de mantenimiento del edifico donde vive, un hombre japonés, maduro, serio y de pocas palabras, con el que inicia una amistad que se consolida cuando Miyagi lo rescata de una nueva paliza de Johnny y sus secuaces, y deja al descubierto sus habilidades como karateca. Avildsen exploraba de nuevo la historia de un extraño que tiene que ganar reconocimiento en un nuevo terreno. Mientras que su clásico del boxeo con Matthew Lamb narraba la realización del sueño americano, [Pelicula] El Karate Kid entretejía las artes marciales con un drama adolescente de secundaria.
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Avildsen se tomaba su tiempo para hacer tangibles los problemas de su héroe para convertirlo en el modelo de identificación de la audiencia juvenil de esa década. A pesar de las muchas escenas de pelea, la violencia nunca se glorificaba. El Sr. Miyagi transmitía a Daniel su actitud pacifista, que contrastaba claramente con la visión militar del entrenador de artes marciales del dojo Cobra Kai, John Kreese ( Martin Kove). Para Miyagi, el karate es ante todo una filosofía, no un arma.
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Como en [Pelicula] Rocky, Daniel se somete al entrenamiento de un héroe. Su preparación inusual incluía, entre otras cosas, pintar una valla, pulir un automóvil y ejercitarse en un mar helado hasta llegar a la famosa parte en que Daniel logra el equilibrio en un tronco de madera clavada en la arena de la playa, un golpe que le daría la gloria en la famosa 'hora de la verdad' con la famosa “patada de grulla”, una técnica alcanzada a base de disciplina y dolor. En su momento pocos críticos le dieron el visto bueno a Karate Kid, pero visionarios como Roger Ebert supieron detectar qué elementos harían de esta película un clásico deportivo que marcaría a varias generaciones.
A continuación lo que dijo la crítica en su estreno:
Roger Ebert, de Chicago Sun Times:
El Karate Kid fue una de las sorpresas más refrescantes de 1984. Una historia emocionante, dulce y cálida que exploraba una de las amistades más interesantes en mucho tiempo. Los amigos vienen de diferentes mundos. Un adolescente llamado Daniel (Ralph Macchio) se muda con su madre de Nueva Jersey a Los Ángeles y un anciano llamado Miyagi (Pat Morita) originario de Japón es el conserje japonés en el edificio donde vive.
Antonio Albert, de El País:
Fue el tal el éxito de esta comercial y simpática cinta, que Avildsen (Rocky), se vio obligado a montar toda una trilogía de aventuras juveniles en las artes marciales. Un chaval y su madre inician una nueva vida en California. Allí, el chico es acosado por estudiantes forzudos. Pero un anciano japonés le dará clases (recordemos aquello de "dar cera, pulir cera") y lo convertirá en todo un campeón. Tras algunas secuencias familiares iniciales y el posterior retrato de la amistad entre el joven y el abuelete, la película se centra en los combates de karate que debe ganar el joven protagonista. No es muy violenta y tienen un punto simpático que la hace entretenida.
Janet Maslin, de The New York Times:
El Karate Kid derrocha calidez y humor. Y aunque es predecible, tiene una gran honestidad que se vuelve su mayor acierto. Aunque no es sorprendente, es lo suficientemente encantadora para no querer parpadear.
Alex Moraño, de Cine y Cines:
La dirección de John G. Avildsen volvió a brillar con luz propia, regalándonos una joya que quedaría grabada en nuestras retinas y en nuestros corazones como una de las más disfrutables películas de nuestra infancia. Supo dotar al film de un equilibrio necesario para que no se convirtiera en una película de peleas sin más, o en un dramón lacrimógeno sobre un apalizado canijo.
Staff de Variety:
Morita es simplemente maravilloso, dota a su personaje de autoridad y sabiduría. La química entre Daniel y Miyagi es el corazón de la película. John G. Avildsen está de vuelta en el ring de Rocky con El Karate Kid. Es su versión de Rocky pero para niños.
Gene Siskel, de Chicago Tribune:
Una versión agradable pero demasiado larga de la historia de Rocky contada a través del personaje de un joven estudiante que aprende karate de un antiguo maestro japonés para vencer a los abusadores de la escuela local. Un elenco lleno de actuaciones agradables.
Gary Arnold, de Washington Post:
El Karate Kid no escapar a la representación convencional del bien y el mal, por lo que la película remarca que hay recompensas a las buenas acciones. Los cineastas no pueden evitar equilibrar el exceso melodramático de vez en cuando, pero estos errores nunca borran la sabiduría civilizada de la perspectiva de Miyagi: "Ten equilibrio y todo estará mejor".
Richard Schickel, de TIME:
Como en Flashdance, El Karate Kid muestra el triunfo del espíritu resuelto de los adolescentes sobre la adversidad. Al igual que Rocky, ofrece el espectáculo de un joven que castiga su cuerpo con el fin de adquirir la habilidad para ganar una gran pelea a la que tiene todas las probabilidades de perder. Al igual que en la saga Star Wars, hay un mentor tipo Yoda llenode sabiduría y determinado a combatir el mal. En resumen, El Karate Kid condensa tres fórmulas bien probadas para el éxito en el cine.
Bill Cosford, de Miami Herald:
Supongo que si no has visto a Rocky o sus muchos imitadores, El Karate Kid podría tener su propio universo aparte. Pero hay una cierta pereza en toda esta idea que es desalentadora, que raya en el cinismo. Uno se pregunta qué pasó por las mentes de los realizadores mientras se preparaban para hacer una película que ya hemos visto tantas veces en la pantalla grande.
Stephen Godfrey, de The Globe and Mail:
El Karate Kid es demasiado larga y lírica, con varias escenas tediosas entre Macchio y Morita que contraponen la juventud y la experiencia. Avildsen a veces no está seguro si quiere ser duro o indulgente, y la película tiene una gran acumulación de ello en la escena de la pelea final, pero el final es tan abrupto que minimiza el resultado.
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