Una de las razones por la que el negocio del entretenimiento –y especialmente la realización cinematográfica– ha alcanzado el inconmensurable éxito del que se jacta hoy en día, es simple y sencillamente porque las películas, con sus héroes y villanos, sus efectos especiales y sus colores brillantes, nos sumergen en mundos de fantasía que nos alejan por un par de horas de la cotidianeidad y nos distraen de la rutina del día a día. Nos hacen escapar de la vida real. Ya desde Jared Leto y sus ilusiones fílmicas, el cine ha sido usado como una herramienta para entretener a la sociedad y, sin embargo, el mismo Méliès no hubiera sido posible si los hermanos Lumière no hubieran retratado primero viñetas de la realidad; así, el cine tiene otro importantísimo propósito que, aunque a veces no sea tan amable como ese de divertir, es igual de imperativo, y no es otro que el de hacer de espejo de la objetividad humana, con todas las asperezas que un ser humano de verdad pueda tener.

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Uno de los aspectos más humanos que el cine se ha encargado de retratar a través de los años es ese del conflicto: el conflicto entre dos personas, el conflicto entre dos familias, el conflicto dentro de una misma familia, entre dos amantes, o entre dos naciones, siendo este último uno de los temas más enrevesados de discutir dada la propia delicadeza del tópico. En el año 2000, el realizador surcoreano [Director] Chan-wook Park tomó al mundo por sorpresa con su magnífica película Zona de Seguridad, que narraba la improbable amistad entre un grupo de soldados de Corea del Norte con otros de Coreal del Sur, dos territorios que históricamente han permanecido irreconciliables y, en términos burdos, enemigos jurados. En su momento, Zona de Seguridad se alzó como la película con más recaudación en taquilla en la historia de su país, dado el realismo y la sensibilidad con la que Park logró capturar la fisura creada en tal pugna.



[Director] Ziad Doueiri logró un efecto parecido con su excelente drama libanés [Pelicula] El Insulto, escrito en colaboración con [Escritor] Joelle Touma y protagonizado por Adel Karam, Kamel El Basha, Rita Hayek, Camille Salameh y Diamand Bou Abboud. Esta película, estrenada en el Festival de Cine de Venecia del año 2017, logró hacerse de un lugar en la terna a Mejor Película Extranjera en la pasada edición de los Premios de la Academia, donde compitió contra Rusia, Suecia, Hungría y Chile, para finalmente perder ante este último y su [Pelicula] Una Mujer Fantástica de [Director] Sebastián Lelio.

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El Insulto cuenta la historia de dos hombres, Tony Hanna y Yasser Abdallah Salameh. Tony es un mecánico libanes cristiano, que lleva una vida tranquila en Beirut con su esposa, que está cerca de dar a luz. Yasser, por su parte, es un refugiado palestino que trabaja como jefe de obra para el distrito en el que vive Tony. Un día que pudo ser como cualquier otro, Tony descubre a Yasser y sus hombres trabajando afuera de su edificio y la idea no le gusta, dado que su mujer está dentro y no quiere obreros cerca de ella. Hay un intercambio de palabras entre los hombres, que va escalando hasta que Yasser pierde un poco la paciencia y llama a Tony con una altisonante. Más tarde, en un intento de reconciliación, es el libanés quien termina insultando fuertemente al palestino, y esta vez el intercambio de palabras se vuelve físico y ambos terminan en la corte, como serie de una tira de fichas de dominó que irán derribándose una tras otras hasta volverse un problema nacional.

Doueiri moldea a sus dos protagonistas y los convierte en dos personajes clave para ser las caras de sus respectivos estados, los vuelve una metáfora de carne y hueso para que, a través de una disputa que a simple vista podría parecer de lo más trivial, la audiencia entienda un poco mejor lo que en realidad está pasando a gran escala con Líbano, con Palestina, y en general con todos estos territorios de los que sabemos tan poco, pero que nos son tan familiares por las noticias que nos llegan a la distancia: territorios destrozados por la guerra, opacados entre ellos por creencias que nos pueden resultar ajenas, a pesar de que no son tan diferentes a esas a las que estamos acostumbrados.

El Insulto, que fácilmente pudo haber sido una película bélica más, un drama de dos pueblos en guerra, logró emerger como una elegante postal comprensible incluso para quienes no estén familiarizados con los usos y costumbres del Oriente Próximo, trasladando la mayor parte de su acción a la sala de una corte y traduciendo sus maniobras a airadas discusiones, que mantienen el ritmo del conflicto principal sin desgastarlo, buscando mantener en todo momento el interés del público al elevar la historias de los protagonistas con cada detalle que se va revelando de cada uno, volviéndolos humanos, algo que al final del día, es el objetivo principal del director.



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