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Museo | El precio de robarse una identidad

La segunda película de Alonso Ruizpalacios es uno de los trabajos mexicanos mejor realizados del año

Luego de una sorprendente Ópera Prima con Güeros - 94%, Alonso Ruizpalacios regresa a la cartelera con Museo - 89%. Tras ganar en el Festival de Berlín y ser uno de los filmes más fuertes en la competencia de Morelia, el drama de este prometedor director mexicano logra construir una historia sobre la identidad y las consecuencias de la presión familiar para contextualizar alrededor de uno de los crímenes más famosos que ha sufrido el patrimonio nacional.

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Inspirada en el atraco de 140 piezas del Museo de Historia Natural y Antropología de la Ciudad de México, el filme cuenta la historia de Juan (Gael García Bernal) y Wilson (Leonardo Ortizgris), dos veterinarios que deciden robarse las piezas arqueológicas para venderlas en el mercado negro, pero hacerlo no les resulta tan fácil cuando el saqueo se convierte en uno de los más condenados por la sociedad mexicana.

Con un libreto que se centra más en el signficado del atraco que en su planeación o ejecución y con la dirección de un realizador interesado por explorar la psique de sus personajes, Museo - 89% se aleja de los lugares comunes del género para más bien adentrarse en la lucha de su protagonista por rebelarse en contra del legado de su familia y de su lugar de origen.

Son las actuaciones de García Bernal y Ortizgris, así como la química y ritmo entre ellas, las que sostienen por completo la película al destacar la agilidad con la que su guión poco a poco va revelando el estado mental de sus personajes y cómo es que surgen las motivaciones que los llevan a cometer el crimen. Sin exagerar reacciones pero tampoco sin dejar ver emoción, la relación entre ambos resulta convincente y hasta entrañable conforme se hunden más y más en los problemas que ocasiona el robo.

La forma en la que Ruizpalacios resuelve la secuencia del atraco demuestra el dominio que tiene sobre el juego entre el sonido y la imagen en el lenguaje audiovisual. El montaje entre estos estos dos elementos destaca la originalidad de su habilidad como director. Lo mismo sucede en otra escena en la que Juan inhala cocaína y el cineasta consigue replicar el efecto del narcótico en el espectador con un juego muy similar.

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El punto fuerte del filme es la fuerza emocional con la que el libreto presenta a Juan. Menospreciado por su padre, incapaz de encajar en su familia y con la sensación de que jamás hará nada digno de recordar, no es difícil sentir empatía y comprender cómo es que el crimen le ofrece una oportunidad para ganarse una identidad propia, aunque más bien sea la robada del invaluable costo de las figuras.

Es la ágil dirección de Ruizpalacios y el interés del guión por revelar los secretos de su protagonista, tal cual pieza prehispánica (o mejor dicho, mesoamericana), lo que convierte a Museo - 89% en una obra digna de ser colocada en la vitrina de lo mejor del cine mexicano este año y por suerte nadie le puede robar al público la oportunidad de verla a partir de este fin de semana.

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