Hacer una serie impregnada de la cultura de su país de origen y una temática oscura que a simple vista podrá ser considerada como común por muchos, puede terminar en solo dos tipos de situaciones: se convierte en un acierto o se estrella por completo, sin punto medio donde pueda caer. Para nuestra suerte, Diablero - 55% pisa fuerte en lo primero.
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Netflix sabe que en la variedad está el gusto y por eso no duda en traernos producciones originales de diferentes países. En este caso estamos ante una arriesgada propuesta muy mexicana y muy original. Diablero nos traslada a un mundo en el que los ángeles dejaron de creer en la humanidad, por lo que se fueron para no volver; y donde no están los ángeles, los demonios hacen fiesta. En este mundo, cuya historia precisamente ocurre en México, conocemos a la mejor defensa para los seres humanos en la Tierra: los diableros. Estas personas son cazadores expertos de demonios y constantemente se encuentran buscando a estas criaturas para varios fines: algunos buenos, pero también hay otros que incluyen las apuestas y el mercado negro.
Aquí es cuando conocemos a Heliodoro “Elvis” Infante (Horacio Garcia Rojas), el protagonista de la historia, un diablero que nos pone al tanto de lo que está sucediendo en el mundo al inicio de la serie, a la vez que vamos conociendo más de su trabajo cuando un caso se le presenta. Lo curioso es que él es diablero a sueldo y además acude con regularidad una tienda para tasar los demonios que captura y así, según su peligrosidad, determina la calidad y el valor de los seres sobrenaturales.
En el presente, comprobamos que la actividad demoníaca se ha intensificado debido a varias desapariciones y muertes que involucran a un poderoso demonio. En ese momento es cuando conocemos al cura Ramiro Ventura (Christopher Von Uckermann) que requerirá los servicios de Elvis para encontrar a una niña. El protagonista tiene fama de ser uno de los más efectivos diableros, pero no está solo. La dificultad del caso nos lleva a conocer a su hermana Keta (Fátima Molina), una enfermera y santera con gran conocimiento en la materia sobrenatural, y a Nancy (Gisselle Kuri), una joven susceptible a los demonios con una habilidad especial para controlarlos.
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La historia, que es una adaptación ligera del libro El diablo me obligó de F.G. Haghenbeck, aprovecha lo llamativo de su historia para complementarla con la cultura de México y nos da un paseo por su idiosincrasia y religión que se convierten en el aliciente perfecto para convencernos de consumir sus ocho episodios, que por cierto tienen la duración perfecta como para disfrutarlos en poco tiempo. No puedo no mencionar que la serie se siente orgullosa de sus raíces y se nota gracias al buen uso que se le da a la mitología azteca y al antiguo lenguaje náhuatl, que añade un gran toque de misticismo al relato, y la forma en la que convergen las diferentes mitologías es espléndida y gustará a los entusiastas del tema.
Aunque sus diálogos no estén como para un Emmy, Diablero cumple y logra mantener el entretenimiento y el interés hasta el final, con una trama que tiene la dosis de girl power que necesitábamos de la mano de Keta y Nancy, siendo esta última un favorito desde el arranque; y es que Gisselle Kuri dota de frescura y gran carisma a este personaje que no se parece a ningún otro que haya visto en los últimos años. Hay muchos puntos a favor, como su buen ritmo, sus giros de guión y la forma en la que se aborda la historia, por lo que no sorprendería una segunda temporada.
Diablero no es terror puro, pero sí es ese terror que parece más salido de una producción de ciencia ficción. Si bien en muchas ocasiones parece una película de exorcismos, es fácil de ver incluso para los más miedosos: si yo pude, ustedes también podrán. Así como hay terror también hay algo de humor, bien puesto, y referencias a la cultura pop con guiños a Timbiriche y al Chapulín Colorado.
En definitiva, hay contadas producciones que, como Diablero, buscan alejarse de los territorios marcados por los productos anglosajones que presentan temáticas sobrenaturales pero mueren en el intento. Esta lo logra y se convierte en una serie novedosa, de ritmo ágil, alocada y apropiadamente realizada que abre un nuevo camino para que las producciones latinoamericanas apuesten por historias diferentes. Después de todo el que no arriesga no gana.
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