Rubén Pintos - Colaborador para Tomatazos y Revista Cinefagia.
Los documentales sobre personajes marginados, olvidados por la sociedad o que dejaron muy atrás sus épocas de gloria para vivir una nueva realidad es ya en si todo un subgénero del cine mexicano contemporáneo. Cuando se hace este tipo de cine con humanidad, tacto y una dosis de astucia los resultados pueden ser increíbles: ahí están cintas como Quebranto y Bellas de Noche - 95% por dar solo algunos ejemplos. Sin embargo, cuando la gente detrás de cámaras es torpe y esta atrapada en lamentables clichés de la explotación, tanto narrativos como sociales, el producto final puede ser una vergüenza absoluta. Tal es el caso de Margarita, del director Bruno Santamaría Razo.
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La Margarita de la historia tuvo una brevísima carrera fílmica bajo el nombre de Vania Véjar con su único rol protagónico, Eva y Darío, dirigida por su tío Sergio Véjar. La película es una curiosidad de 1973 que de momento se siente como un Fando y Lis - 67% pero muy light y hippie. Santamaría pone a Vania a ver la cinta, le compra bebidas alcohólicas y la escucha en sus monólogos exorbitantes, en donde habla de ella y otra variedad de temas. La dama en cuestión claramente ha perdido cierta noción de la realidad, pero esto no significa que haya perdido su dignidad, pese a los esfuerzos de Santamaría de robársela con su lente.
Supuestamente la cinta busca retratar la amistad entre el cineasta y la otrora interprete, pero rápidamente queda claro que dicha amistad no existe. Vania solo busca ayuda económica y no se le puede culpar por ello. Santamaría parece no entender esto, ni tampoco entiende que su necedad por ser coprotagonista de la cinta la daña en lugar de elevar el material. Los intercambios entre ambos son estériles y, lejos de transmitir una sensación de calidez, ponen en evidencia a un director que pareciera que recogió a un gatito o un perrito de la calle y ahora lo quiere pasear como su mascota ante nuestras miradas.
A pesar de su breve duración cada minuto de metraje es un suplicio y la edición solo termina de rematar este accidente fílmico. En algún punto Vania exige que la cámara sea apagada, en un claro reflejo de lucidez y de estar consciente que su “amigo” es otro desorientado clasemediero con un desajustado sentido de la ironía, que quiere exprimir morbo y que se siente muy cómodo en el patético esquema de la pornomiseria mexicana. Margarita fácilmente entra a lo peor del año y uno espera que este tipo de cintas desaparezcan de nuestro cine a la brevedad posible.
En el otro lado de la moneda tenemos a este notable esfuerzo de hacer una incursión en el dramedy, un género que aún no se le da con total soltura al cine mexicano. Encontrar un balance entre el melodrama y la comedia no es fácil, pero la directora María Torres aborda un tema complicado, el del autismo, con soltura, entereza y con una noción bastante desarrollada de cómo conseguir ese balance entre distintos elementos.
La historia, basada en experiencias personales de la realizadora, nos lleva de la mano en el mundo de Tomás, un joven autista que depende de su hermana mayor (la bella Marcela Guirado) y que siempre va a todos lados con su adorado acordeón. Al quedar al cuidado del novio de ella por una tarde se viene una serie de situaciones que logran evitar dos trampas mayores: el humor rancio y el sentimentalismo barato que otras cintas explotan a más no poder con este tipo de premisas. El guión, de la misma Torres escrito junto a Enrique Vázquez, evita también varios lugares comunes de comedias mexicanas en extremo repelentes de la actualidad, aunque no puede evitar dejar varios cabos sueltos y sin trabajar. La relación de la pareja de momentos es un tanto efímera y el trabajo de cirujana de la hermana queda sin una debida resolución emocional. Algunas partes de la historia también se sienten improvisadas sobre la marcha y se siente que el personaje de Tomás pudo estar más desarrollado.
A pesar de ello, la naturaleza amable de la cinta, combinada con un elenco de actores que despiertan gran empatía en el público (la ya mencionada Guirado junto a Alan Estrada, Hoze Meléndez y Leonardo Ortizgris) hacen que se puedan omitir los fallos y que uno se involucre en los acontecimientos. Torres sin duda es una directora a seguir, con un guión más pulido nos puede entregar un trabajo de mayor calibre. Debo también insistir en lo bien dirigidos que están los actores principales, quienes son el tipo de histriones que deberíamos ver más seguido en las pantallas mexicanas. México tiene mucho potencial para dominar las dramedys, aunque solo el futuro nos lo podrá confirmar.
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Alma Aguilar Funes - Redactora web en El Heraldo de México y colaboradora en Revista Encuadres.
Pues este mes el cine mexicano se vio mermado en cartelera, y es una tristeza cuando tantos cineastas buscan espacios en las pantallas grandes para ver cristalizados sus trabajos. Esperemos que en lo que queda del año el cine nacional tenga mucha más presencia, en especial el mes de agosto que se celebra oficialmente su día, y mientras veamos lo que los espectadores pudieron ver en julio: Margarita, documental dirigido por Bruno Santamaría, retrata la vida de la sobrina de Sergio Véjar, un reconocido cinefotógrafo, director y guionista mexicano de los sesenta, quien terminó siendo una persona en situación de calle. Esta opera prima del egresado del CCC, es un regalo de la memoria y da voz a las personas que se han perdido entre la locura y la realidad.
¿Conoces a Tomás?, dirigida por María Torres, es una película que apela a la ruptura de los prejuicios. La problemática básicamente ocurre cuando Leonardo le promete a su novia cuidar de su cuñado Tomás, quien tiene autismo, para que ella pueda realizar una cirugía. Sin embargo, los planes de Leo cambian cuando a su banda le surge un compromiso y lo tiene que llevar al evento. Aunque la intención es buena, no es una película lograda.
Luna Mortis, escrita, producida y dirigida por Rafael Rangel, es un retrato bastante alternativo acerca de un músico de rock que viene a la Ciudad de México para buscar a su madre, una cantante de soprano desaparecida durante una gira de la ópera Tristán e Isolda presentada en el Palacio de Bellas Artes. Rangel, quien es un director independiente reconocido por Un día en Ayotzinapa 43, juega en este largometraje con el hiperrealismo y la narración poética. Un trabajo que en definitiva no es para cualquier público.
Jorge Negrete - Crítico de cine para Butaca Ancha, Cine Premiere y Forbes México.
Después de su exitoso paso por varios festivales nacionales e internacionales, La Camarista - 92% opera prima de la cineasta Lila Avilés llegó al circuito alternativo de exhibición con todo y una instalación en la Cineteca Nacional que atrajo la atención del público y logró despertar la curiosidad por ver la película, aunque los comentarios iban más orientados a señalar la “lentitud” de la película, que los innegables valores formales que ostenta. La camarista se suma a la larga lista de películas que rompe el ritmo al que la audiencia esta acostumbrado, demandando observar más que ver y poner énfasis no en la concatenación de eventos de la trama, sino en la forma que una anécdota simple puede tener implicaciones tan grandes.
El penúltimo plano de la película, que muestra a Eve (gran Gabriela Cartol) en la azotea del lujoso hotel en el que trabaja contrapone el ambiente de opresivo confort que se respira en cada habitación, una decisión que ejemplifica la inteligencia de la cineasta que tristemente pasa desapercibida por una audiencia indiferente. La camarista, como película y personaje, padecen la misma invisibilidad.
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Por otro lado, la siempre visible comedia mexicana vio una tenue luz con Mentada de Padre - 80% de Fernando Rovzar y una lúgubre sombra con Como si Fuera la Primera Vez - 21% de Mauricio T Valle. Mientras que la comedia de Rovzar busca tender valiosos puentes con arquetipos, situaciones y modismos afines al cine mexicano popular de antaño y el entrañable caos de títulos como Esquina, bajan...! (Galindo, 1948), la película de Valle es un frío refrito de la comedia de Adam Sandler y Drew Barrymore 50 first dates (2004), más preocupada por guardar la similitud que tomar como punto de partida la comedia original para terminar siendo solo una silueta amorfa con serios problemas de ritmo y dirección de actores. Ojala sea la última vez…
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