A través de los años nos ha quedado cada vez más claro que el cine es un gran instrumento de cambio social. Aunque quizá el cine no pueda cambiar por sí mismo al mundo , es capaz de transformar a las personas que pueden cambiar el mundo, invitando a la reflexión de temas sociales en los que todos tenemos hasta cierto punto, un grado de responsabilidad. Entre tantas denuncias sociopolíticas que valen la pena revisar, la migración continua siendo un tema latente, porque alrededor del mundo las personas siguen buscando mejores oportunidades para vivir una vida digna, así como la paz y la integridad física que sus países no pueden ofrecerles.
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Luciérnagas - 100%, segundo largometraje de la directora iraní Bani Khoshnoudi, cuenta la historia de Ramini (Arash Marandi), un joven que huye de la persecución iraní y en su escape, termina por accidente en el puerto de Veracruz. A pesar de las diferencias culturales y de idioma, Ramini intenta ganarse la vida y adaptarse a su nuevo contexto mientras trabaja y consigue dinero para tomar un nuevo rumbo, sin embargo, él aún no tiene claro dicho destino, por lo que tendrá que redescubrirse a sí mismo en un lugar alejado de todo lo que conoce y con la ayuda de nuevas personas que le hacen sacar a flote sus más íntimos deseos.
La solidaridad y la empatía, se vuelven puntos clave para entender esta película y para comprender las distintas situaciones por las que atraviesan los migrantes. Resulta muy interesante cómo el personaje recorre su travesía con dignidad, mismo valor que se sostiene gracias a la contundente interpretación de Marandi, quien ofrece sus emociones sin ningún filtro hacia el espectador. Su trabajo es convincente y bajo una dirección de actores que apuesta al poder de la mirada en el cine, Arash logra empatizar y hacer sentir al espectador con la confianza de acompañar al protagonista en cada uno de sus pasos.
La directora, remarca a través de su historia, que la migración es en muchas ocasiones un proceso individual, íntimo, que termina transformando en muchos sentidos la vida de las personas. Se alcanza a sentir la tremenda sensibilidad de una directora que ha estado preocupada desde los inicios de su carrera por el tema de la migración y que también la ha vivido en carne propia. En este caso, el arco dramático del personaje principal se ve marcado por las experiencias que vive en un nuevo lugar, donde se replantea su pasado y su futuro. Estas decisiones hacen avanzar de manera orgánica la transformación de Ramini, uno verdaderamente llega a sentir que existe un cambio en el personaje.
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El ritmo se marca con agilidad desde el guion hasta el montaje. Cada escena tiene su tiempo y lugar necesario en la pantalla. La estructura construye desde el inicio una serie de preguntas dramáticas en el espectador, las cuales comienzan a responderse a través de los tintes de suspenso que propone la directora en su película. El diseño sonoro, que está muy bien logrado, también añade suspenso en determinadas escenas a través del uso de sonidos desconcertantes. En cuanto al trabajo de fotografía, la cámara toma la distancia necesaria de cada personaje, logrando capturar las emociones que uno como público necesita sentir. El diseño de producción utiliza una paleta de colores ásperos y neutros, donde predomina el color verde, que alude a la esperanza que se mantiene adherida junto a la perseverancia del protagonista.
Luis Alberti (La Caridad, Carmín Tropical - 100%), se confirma cada vez más como uno de los mejores actores mexicanos y sorprende en esta película con un buen estudio de su personaje, entrando en la piel de un migrante salvadoreño. La película también profundiza en las fronteras que uno se pone a nivel personal. En las situaciones en que el miedo y las inseguridades se convierten en límites para poder dar pasos hacia un mejor lugar o en esas barreras que interponemos entre nosotros y lo que sentimos por los demás. No es fácil cruzar una frontera entre un país y otro, pero la película nos deja claro que definitivamente las fronteras más complicadas de traspasar son las que uno mismo se impone.
Luciérnagas, sí es una denuncia social, pero Khoshnoudi la plantea a través de una sutileza que implica la participación del espectador para proponer soluciones y sumarse a la causa. Aunque hacia el final parecería que faltan conclusiones y respuestas, es la directora quien deja las puertas abiertas para el público, frente a un tema donde la realidad es que tampoco existen dichas respuestas ante los miles de migrantes que viven en la incertidumbre de un camino a la mitad; en sitios que no conocen y donde aspectos como el idioma o la cultura, pueden impedir la interacción con los demás.
Hablar de migración no es un tema que se haya puesto de moda, es algo que ha existido desde hace miles de años, sin embargo, hoy resulta vital retratarlo en la ficción, ya que los países continúan reformando sus leyes para negar el acceso y la oportunidades hacia quienes deciden emigrar en buscar de una mejor vida. Los niveles de violencia y xenofobia están más altos que nunca. Es por eso que la obra de Bani Khoshnoudi resulta tan necesaria. La directora logra un buen resultado ahondando en la psqiue de sus personajes, retratando más que una mirada superficial del tema y del contexto. Luciérnagas, es finalmente una película con excelentes niveles de calidad técnicos y artísticos, que se apoya en un trío de talentosos actores para hablar de la migración como pocas veces se hace.
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