RESEÑA: Perdida | Un llamado de atención al thriller mexicano

No es de extrañar que cuando se menciona "cine mexicano" los referentes más cercanos sean comedia y temas en tendencia; con esto no se quiere decir que sea negativo, simplemente es lo que más vende y a lo que gente está acostumbrada a ir a ver a las salas de cine. Pese a esto, las propuestas independientes y una que otra no muy sonada por el público, han dado la cara por el cine mexicano para darle un lugar digno, un lugar que con el paso de los años ha perdido.

Ya sea el tipo de películas con sátira política, crítica social, propagandística, cultural o humorística, las cintas mexicanas siempre se han dado a conocer, sólo que con grandes géneros ausentes en el mismo: el thriller o suspenso. Sí, sabemos que han existido filmes (muy contados) que se han arriesgado a abordar este género, unos con grandes respuestas y otros que hubiéramos preferido que se quedaran en la lista de ideas. ¿Qué hace diferente Perdida - 92%, y por qué sí consigue entregar una historia que mantiene al público al borde de la butaca?

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Primero, no se trata de una remake de Perdida - 88% de David Fincher, punto que el director Jorge Michel Grau se ha encargado de señalar en bastantes ocasiones. Aunque comparten nombre y ciertos aspectos, no son lo mismo. Cabe mencionar que sí es un remake de una película colombiana de nombre La Cara Oculta, sólo que la versión escrita por Anton Goenechea trata a los personajes con diferentes matices y, de esta forma logra que sean dos películas diferentes.

Eric (José María de Tavira) ha sido llamado para regresar a su país y ser el director de la Orquesta Filarmónica de la capital mexicana, Carolina (Paulina Dávila) su novia colombiana, decide dejar todo para embarcarse en este viaje a su lado. Una vez instalados, el idilio comienza a opacarse: Carolina empieza a dudar de la fidelidad de Eric y es cuando en circunstancias misteriosas desaparece. En ese caos, Eric conoce a Fabiana (Cristina Rodlo), una camarera de un bar en el centro de la ciudad. La atracción entre ellos parece inevitable, y en apenas unos días Fabiana se instala en la gigantesca y aislada casa donde vive Eric. Aunque él cree haber encontrado consuelo en su música y en los brazos de su nueva amada, el misterio que ronda la desaparición de Carolina comienza a aflorar.

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La historia que explora Grau, no es algo del otro mundo, no pretende crear un nuevo género ni ser una película compleja con mensajes escondidos; desarrolla de manera orgánica un arco para cada personaje. No va más allá porque la misma historia no lo demanda. Aunque es importante señalar que habrá que verla más de una vez para cachar el porqué de ciertos temas.

Las virtudes de la película recaen en tres aspectos: las actuaciones, el montaje y el escenario. ¿Por qué?, ¿qué de especial tienen estas aristas si muchas otras películas los poseen también?

Ningún personaje es igual, cada uno tiene un desarrollo diferente y un propósito de existir. Por un lado, la historia parte de Eric, con quien inicia el filme, al presentarlo solo, triste, con el corazón destrozado al descubrir que (tal vez) Carolina lo ha abandonado. Trata de aliviar su pena con su trabajo y el alcohol, desde un principio el personaje se siente distante con cada persona que conoce, incluso con los policías que investigan la desaparición de Carolina, como si ocultase algo. Es hasta su encuentro con Fabiana que se nota un cambio en Eric, pero no abandona su personalidad misteriosa que desde los primeros minutos siembra una duda en el espectador.

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Del otro lado, encontramos polos opuestos con Carolina y Fabiana. Carolina impone una actitud fuerte y controladora, quien en una primera instancia podría catalogarse como quien manda en la relación, pero una vez que su desaparición ocurre es cuando se revela qué es lo que hay dentro de su cabeza. Fabiana representa la dulzura e inocencia, pero tiende a desarrollar una actitud de intriga y temor, una vez que se entera que la pareja de Eric desapareció de manera extraña, incluso, sospecha que Eric tiene algo que ver al relacionar su actitud con los extraños ruidos de la enigmática casa que habitan.

Como cualquier historia, ésta tiene una introducción, un nudo y un desenlace. La virtud de esto, es que el director de Somos lo que hay - 72% y 7:19, La Hora del Temblor - 100%, usa estos tres puntos de manera inteligente a la hora de exponer la historia contada desde diferentes puntos de vista y tiempos. La introducción aprovecha para presentarnos a un Eric perdido en la tristeza y el enojo por la desaparición de Carolina, a esto se suma que conoce a Fabiana en el bar de la ciudad y con quien pronto empezará a tener una relación. Los primeras inconsistencias en la historia de Eric y los extraños ruidos en la tubería hacen sospechar a Fabiana cada vez más.

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Después, con el nudo, se cuenta qué es lo que en verdad pasó con Carolina, es aquí donde es menester prestar atención desde la primera toma, ya que la forma en la que se fueron montando las escenas y los pequeños detalles es donde todo converge, para ofrecerle al espectador la verdad. Para rematar, en el desenlace los arcos de cada personaje consiguen llegar a su punto más alto con el que se venían desarrollando. El montaje te hace pensar una idea y termina por cambiarte todo de una manera satisfactoria. Desde el inicio la película plantea el meollo del asunto, la cuestión es qué tan observador eres.

El 90% del filme sucede en el hogar de Eric y Carolina. Los eventos externos si bien ayudan a avanzar la historia, no son tan relevantes como los de la casa misma, un espacio que da la sensación de agobio. El elemento agua, que está presente en muchas ocasiones, juega un papel importante, sobre todo en la bañera, que le confirmará a Fabiola que algo anda mal y para nada se trata de asuntos de plomería.

Perdida de Jorge Michel Grau, no quiere decirle al mundo quién es bueno o malo, si algo es solo blanco o negro, si no del ser humano y sus vacíos, la importancia del amor y por supuesto, la ausencia.

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