Luego de que su primera temporada estrenada en Netflix en los últimos días de 2018 se convirtiera en lo más parecido a una revelación, aunque sin los exorbitantes números de otras producciones, Diablero - 55% regresa con una segunda tanda de episodios que continúa con esta singular producción que mantiene el equilibrio entre el terror, el humor y la mitología azteca, pero con la ventaja de que en esta ocasión cuenta con mucha más confianza en sí misma y no teme en experimentar nuevas cosas.
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Antes fuimos testigos de cómo los protagonistas evitaron que los eventos apocalípticos que amenazaban al mundo se cumplan en los episodios finales. Ahora, un tiempo después de ese suceso, nos volvemos a encontrar con el diablero Elvis Infante (Horacio Garcia Rojas), que trabaja en una especie de sociedad junto con Keta (Fátima Molina) y Nancy (Giselle Kuri) donde ganan dinero como “cazadores de alquiler” aunque los clientes escasean. El caso que aparecen resolviendo en pantalla es el de Elvis luchando contra un demonio que ha poseído a Alushe, el pequeño luchador que suele acompañar a Tinieblas Jr.
Es un arranque curioso que busca añadir algo de drama al mostrar al equipo de diableros en un punto tan bajo que produce una separación entre ellos, ya que tanto Nancy como Keta quieren seguir sus propios caminos, dejando solo a Elvis que prefiere seguir en la rutina que había conseguido luego de evitar el apocalipsis. No solo es un comienzo diferente al que podríamos haber imaginado, sino que la serie da la impresión de tardar un poco en arrancar. Nos muestran lo que hace cada uno por separado: Nancy intenta salir en una cita pero termina poseída y nos intentan decir que Keta quiere buscar a Mayakén, su hijo. La nueva temporada calienta motores una vez que vemos en escena a dos mujeres que esperan encontrarse con una tercera en un terreno vacío, pero que luego son atacadas por el Ahuízotl, que al parecer tiene ganas de sangre.
A la larga el equipo se vuelve a reunir, no solo por aprender más del caso de ese par de mujeres, sino que su tranquilidad fue agitada luego de ser contactados por el padre Ventura (Christopher Von Uckermann) que se encuentra en el limbo (que más parece el inframundo) y quien les comparte un misterioso mensaje que solo dice que no deben permitir que la puerta se cierre. Toda la idea de un lugar entre el mundo del vivo y el de los muertos, con los estragos que puede ocasionar a quien llega allí, abre camino a un terreno totalmente inexplorado para la serie que ya hace un uso más que interesante de la mitología de México, que se complementa con este nuevo misterio que nos llevará a descubrir que los villanos tienen planes para los ángeles.
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Por ese motivo el cardenal es reemplazado por Altamirano, el nuevo encargado de poner en marcha los planes de quienes tienen a Mayakén en su poder, además de exprimir al último ángel en la Tierra con fines malévolos. El demonio Ahuízotl es apenas una pequeña parte del engranaje de una segunda temporada donde los protagonistas deberán dividir su tiempo entre cazar demonios, aceptar una extraña propuesta de trabajo, salvar a uno de sus amigos, recuperar al hijo de Keta y descubrir de qué se trata el mensaje de Ventura. Resulta atractiva la forma en la que el guión hace que todas las misiones se encuentren, a pesar de que el nuevo material cuenta con una cantidad de episodios inferior, lo que termina afectando el ritmo de la historia.
La mayor cualidad de Diablero sigue siendo el retrato de México, su cultura, su gente y el hecho de que logra que su trama fantástica, con sus demonios sociales, vincule lo contemporáneo con su parte mitológica y que además la convierte en algo de lo más atractivo para el espectador, tanto para el que ya sabe lo que va a ver como para el recién iniciado. Los personajes son tan mundanos como carismáticos y las actuaciones son muy destacables; sus diferencias, errores y aciertos hace que funcionen bien como parte del centro del relato y no hay quien caiga mal.
Se agradece que no es pretenciosa, sabe no tomarse en serio a sí misma y también ese toque de humor e irreverencia que le viene bien, incluso con una pequeña dosis de pesimismo, que en este caso está asociado a lo vulnerables que pueden ser los protagonistas, especialmente cuando están al borde del colapso. Diablero continúa con su travesía única, y aunque es una serie que merece la oportunidad de contar con un par de temporadas más, queda la duda de lo que hará Netflix, que en esta ocasión parece haber ignorado promocionar esta ficción sin motivo aparente, aunque quién sabe, quizás ellos mismos piensan que una serie se promociona por sí sola.
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