A veces menospreciados por el gran público debido a su menor duración con respecto a las convenciones a las que responde la cartelera en general, los cortometrajes suelen reservarse muchas y muy agradables sorpresas para aquellos que se dan la oportunidad de acercarse a ellos a través de alguna muestra o festival, o aprovechando el actual auge que vive el streaming como resultado de la contingencia sanitaria. Entre los estrenos recientes que podemos destacar, están algunas producciones que además de que se convierten en una muestra de las posibilidades que pueden ofrecer este tipo de formatos, se sustentan en discursos comprometidos e inteligentes, que les otorgan una ineludible vigencia, además de que poseen todos los elementos para vincularse con el espectador en tan solo unos cuantos minutos. Tal es el caso de Mi Hermano Luca de Carlos Algara y Catalina Serna, adaptación animada del cuento del mismo nombre que, aludiendo a la esencia del concepto clásico del superhéroe, surgido en su momento como una visión idealizada del ser humano y sus valores más altos, elabora una lúcida y sensible reflexión sobre el autismo ante un mundo que no termina de estar diseñado para todos.

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Lo mismo sucede con Sitara de Sharmeen Obaid-Chinoy, otra animación que sin recurrir a los diálogos se convierte en una pieza evocadora ubicada en el Pakistán de los 70s, que expone los matices de la relación padre e hija, mientras reivindica no sólo el derecho a tener sueños, sino el aspirar a poder hacerlos realidad, lanzando un necesario llamado a la equidad de género.

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Y finalmente John buscaba tener un contacto extraterrestre dirigido por John Shepherd, que hace válida la versatilidad del documental para delinear el retrato de un hombre que desde niño deseaba hacer contacto con seres inteligentes más allá de nuestro planeta, y dedicó toda su vida en conseguirlo, encontrando en su camino algo más cercano pero igual de trascendental y sorprendente. En este caso son múltiples las lecturas de lo que se plantea como una historia de amor vinculada con la exploración científica, que van desde el profundo cariño que le profesaron aquellos que nunca lo juzgaron sino que le apoyaron hasta llegar a sus últimas consecuencias, pasando por las implicaciones del sentimiento de otredad contrastado sus afanes con su orientación sexual, además de la soledad de la humanidad ante el universo, hasta llegar a la nostalgia por aquella capacidad perdida para sorprendernos con los misterios espaciales.

Sin duda se trata de tres excelentes pretextos para acercarse a los cortometrajes, aprovechando que se encuentran disponibles en plataformas digitales -como Cinépolis KLIC y Netflix-, y recordar que no importa cuanto dure, una película es una película.

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