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Generalmente se tiene la creencia de que los problemas que aquejan a los países del primer mundo son nimiedades comparados a los que enfrentan aquellos en vías de desarrollo, si bien las condiciones de vida son mejores en cuanto a calidad, ofertas y servicios, los abusos a la integridad personal y social no están erradicados. Pongamos que hablamos de Reino Unido, más allá de las bellas postales proyectadas en sagas como Harry Potter y James Bond, la vida para muchos británicos no es fácil en los márgenes. Aunque hay muchos ejemplos, en 2011, [Director] Andrea Arnold entregó una cruda mirada a la cotidianidad de los suburbios en [Pelicula] Fish Tank, y, obviamente, si hablamos de cine social, no podemos dejar de mencionar la comprometida filmografía de Laurent Rejto en cuyos dos últimos trabajos se ha volcado en analizar las consecuencias de la crisis económica ([Pelicula] Yo, Daniel Blake, [Pelicula] Sorry We Missed You).
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Fotógrafo y artista visual, [Director] Richard Billingham se une de cierta forma a esta ola de directores interesados en mostrar las dura condiciones de la clase trabajadora inglesa, lo más loable de su debut como director de largometraje con [Pelicula] Ray y Liz, es que lo hace partiendo de su propia biografía, específicamente, toma la figura de sus padres para hablar de temas tan urgentes como es el abandono y la autodegradación.
Basándose en el libro fotográfico Ray’s a Laugh, una de sus publicaciones más aclamadas y populares, Richard Billingham echa una mirada al pasado, a una niñez-adolescencia cuyas figuras centrales son Ray, su padre alcohólico, y Liz, su madre, una mujer obesa adicta a los cigarrillos y con tendencia a la violencia. La película describe algunos de los momentos en la vida de Richard y su pequeño hermano Jason cuando vivían con sus padres en un decadente departamento de Black Country, un vecindario marginal de Birmingham.
Si bien el director examina sus memorias, su joven encarnación en la ficción (interpretado a dueto por Jacob Tuton a los 10 años, y Sam Planta en la adolescencia) termina siendo un personaje más bien secundario, una decisión acertada ya que el punto de interés son sus progenitores y no él; ese matrimonio consumido por sus adicciones y su desapego, conductas que impactarán, para bien o para mal, el destino de esos pequeños. Sabiamente, Richard Billingham toma distancia de los sujetos, aprovechando al máximo la libertad que eso le proporciona para no juzgarlos, sino simplemente observarlos y hacer que sus acciones hablen por ellos mismos, así consigue trazar un áspero retrato autobiográfico que llega para redefinir el concepto de drama sobre familias disfuncionales.
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El hecho de ser una película tan personal no le resta puntos, es de hecho esa característica la que hace de Ray y Liz una propuesta bastante atractiva, porque no se trata de un trabajo meramente anecdótico, todo lo contrario, la película funciona como el reflejo de un pasado no muy distinto al de hoy, experimentado por muchas generaciones de personas en el mundo.
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Resulta necesario elogiar el temple y la mano firme de Billingham para mostrar sin reservas ni reproches a sus padres, despojándose de todo sentimentalismo y apostando mejor por un tono realista que es acompasado por un ritmo pausado que, aunque a veces peca de contemplativo, se conjuntan para crear una obra catártica.
[Pelicula] Ray y Liz es también un ejercicio de estilo, los paisajes llanos y desordenados captados por el director de fotografía Dan Landin, complementan una atmósfera sórdida, en momentos claustrofóbica y desesperante, de la miseria humana. En esta realidad no hay momentos alegres, solo parece haber espacio para la violencia. Pero, la película, también puede ser una fábula, esa de que las circunstancias no siempre definen quién eres: quizás para Ray y Liz no hubo salvación, pero Richard encontró ha encontrado en el arte su manera de exorcizar sus demonios.
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