Kleber Mendonça Filho es un cineasta brasileño que conoce muy bien el poder que tiene el séptimo arte como herramienta de cambio y revolución social. Desde sus primeros cortometrajes, el realizador se distinguió por su peculiar estilo en la narrativa de sus imágenes. Su ópera prima, Ruidos Vecinos (2012), logró colocarlo en el mapa internacional. Años más tarde, su segundo largometraje, Aquarius - 97% (2016), nominado a la Palma de Oro en el Festival de Cannes, lo confirmó como uno de los cineastas brasileños más importantes a seguir, pero también como un realizador preocupado por hacer cine de denuncia y hasta ahora, Kleber no ha perdido la oportunidad de exponer los problemas sociopolíticos por los que atraviesa su país.
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Para su tercer largometraje, Bacurau: Tierra de Nadie - 100%, el cual resultó ganador del Premio del Jurado en Cannes, el cineasta se unió a Juliano Dornelles para co-dirigir y co-escribir, esta película que hace una sensacional mezcla de géneros que van desde el drama, el thriller, el western el terror y la ciencia ficción. De esta manera parece que la intención del director es atraer a las grandes audiencias, con el fin de que el urgente mensaje de su película llegue al mayor número de espectadores.
La historia de este filme se desarrolla en un futuro cercano, en un pueblo llamado Bacurau, ubicado al Norte de Brasil. Esta zona rural está habitada por un pequeño número de personas, hay escasez de agua y medicamentos, sin embargo, para ellos lo más valioso que tiene el lugar es su gente, entre ellos destacan sus profesores, una Doctora de edad avanzada, los choferes que se encargan de transportar el agua en pipas, los niños que van a la escuela con la esperanza de conseguir un mejor futuro, un músico que alegra las calles con su guitarra, entre otros lugareños en los que permea el valor de la solidaridad. Cuando muere Carmelita a su 94 años de edad, el pueblo entero se reúne para el funeral de su matriarca y es aquí donde el director nos introduce a Bacurau, junto a la nieta de Carmelita, quien regresa a casa para darle un último adiós a su abuela. Después de este suceso, las cosas se empiezan a poner extrañas, el pueblo desaparece de los mapas satelitales, la pipa que transporta el agua recibe tres impactos de bala y ni siquiera el conductor sabe cómo sucedió, una pareja de motociclistas pasea de manera sospechosa por las calles del pueblo, la señal telefónica desaparece por completo y un platillo volador acecha los alrededores de Bacurau.
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A primera vista, parece una trama que parte de lo sencillo para sumergirse en conflictos mayores. Aunque es una historia que sucede en un pequeño pueblo, podría suceder en cualquier parte del mundo, su mensaje es universal y eso lo dejan bastante claro los directores con su imagen inicial, una toma de la Tierra vista desde el espacio exterior. La secuencia de apertura tiene una propuesta visual impactante, desde los primeros minutos hay elementos que generan una atmósfera llena de intriga. La variedad entre sus imágenes y sonidos, nos anticipan el tono hibrido que ofrece esta pieza audiovisual.
El primer acto cumple con su excelente función de establecer a sus personajes y el contexto. Al final de ese primer bloque, la cinta rompe con su tono dramático y de esencia latinoamericana para introducir elementos de ciencia ficción, como un platillo volador. El segundo acto está lleno de secuencias de suspenso, terror y violencia que rozan el gore. El tercer acto es un interesante western que recuerda a las mejores películas de John Carpenter, Clint Eastwood e incluso a las de Quentin Tarantino.
Aunque la mezcla de diferentes elementos puede parecer tan disonante como los sonidos que se escuchan en esta película. Hay un subtexto bastante valioso debajo de la trama. Los directores utilizan estos géneros tan populares de manera inteligente, tienen una función más amplia que ser solo entretenimiento y los aprovechan para hacer alegorías de su contexto. La denuncia es clara, el Brasil contemporáneo enfrenta problemas sociopolíticos, envueltos en ambientes violencia, fascismo y desigualdad. La cinta hace un retrato puntual de un candidato presidente, que representa a cualquier político corrupto, dispuesto a mentir con tal de conseguir lo que quiere, no obstante, en este pueblo los habitantes están cansados y han dejado de creer en las falsas promesas de los candidatos, sienten rabia y están dispuestos a levantarse en armas en contra de quien sea necesario para defender sus derechos.
Lo anterior no es algo ajeno a lo que sucede en países latinoamericanos y en otras partes del mundo. La película también hace alusión a la relación política que existe entre Brasil y Estados Unidos, el guion refleja como esa intromisión de intereses norteamericanos afecta de manera directa al país sudamericano. No es coincidencia que se haya decidido introducir a algunos personajes y actores gringos para reflejar tal problemática. Las escuelas abandonadas y sus estructuras en estado de deterioro, son el reflejo de la baja prioridad que tiene la educación en las agendas políticas y de un sistema educadito en decadencia. Tanto la educación y otros pilares que sostienen a la humanidad, se ven derrocados en el desarrollo de Bacurau: Tierra de Nadie.
Los directores demuestran una sólida capacidad para crear imágenes que enganchan a la audiencia. La cinefotografía es excelente en todo momento, desde sus paisajes panorámicos, hasta los close ups que capturan la tensión de sus personajes brotando por los poros de sus rostros. El elenco también hace un gran trabajo de interpretación, logran que esos personajes tan tridimensionales se sientan vivos, llenos de coraje y valentía. Destaco las contundentes interpretaciones de Sonia Braga y Udo Kier.
En conclusión, Bacurau: Tierra de Nadie - 100% es una cinta con el sello único de sus directores, es entretenida y está llena de buenas dosis de suspenso, eso podría ser suficiente para recomendarla, pero la película va más allá y tiene diferentes niveles de lectura sociopolítica y un mensaje que quizá hemos escuchado muchas veces, pero que vale la pena recordar en estos tiempos, la unión hace la fuerza.
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