RESEÑA | Tinta Bruta: Un coming of age erótico y fluorescente bajo la luz de la soledad

La cintra brasileña, Tinta Bruta - 85%, cuenta la historia de Pedro, un chico solitario, ansioso, que parece haber perdido su camino en la vida, se enfrenta ahora a una demanda criminal y a la melancolía que le causa la partida de su hermana, quien se muda de Brasil a El Salvador, el muchacho se queda solo en el departamento que ambos compartían. Para ganarse la vida, baila en la oscuridad de su habitación, cubierto de pintura neón para mostrar su cuerpo al desnudo ante la mirada de cientos de desconocidos en internet que pagan por ver su contenido y en ocasiones le solicitan un show privado vía webcam, algo que le deja un poco más de remuneración económica para subsistir pero con un sentimiento de más soledad. De pronto, aparece Leo, un chico que llega a revolucionar todas las emociones y los sentimientos de Pedro.

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Tinta Bruta - 85% es un filme sumamente impresionante desde su primer fotograma, la película abre con un plano que es capaz de anunciarnos las imágenes impactantes que nos va a ofrecer a lo largo de su narración y a su vez, esta imagen de apertura alcanza a englobar en su totalidad el concepto de su premisa, que aunque puede que no resulte nada nuevo bajo la luz de sol —o en este caso, bajo la luz ultravioleta—, hay que reconocer que los directores, Filipe Matzembacher y Marcio Reolon, sostienen su tesis con mucha originalidad y desde un punto de vista único. La cinta se estructura a manera de capítulos, en los que se hace la presentación de distintos personajes que son trascendentes en la vida de Pedro y es a través de la relación del protagonista con cada uno de ellos que, los guionistas nos revelan poco a poco la psicología de ese personaje principal que nunca deja de ser interesante para el espectador.

Tinta Bruta - 85% es una de esas obras que nos deslumbra con detalles acerca del comportamiento humano, con rasgos tan particulares en la construcción de sus personajes y con aristas llenas de humanidad que quizá aunque el público se encuentre ajeno a la vida o a las situaciones que vive Pedro, es posible que se identifique con las emociones tan universales que se propone transmitir la historia. Uno de los temas más preponderantes es la soledad y cómo este sentimiento puede transformar desde el pensamiento hasta la intimidad sexual de las personas. Por otro lado, el filme también nos entrega una valiosa lección acerca de cómo soportar la tristeza, que puede llegar aunque estemos rodeados de muchas personas en una fiesta, y a pesar de contar con cientos de seguidores en las redes sociales, y aunque tengamos a la persona que se ama al lado. La película nos recuerda que a veces es necesario sumergimos en la oscuridad de nuestros pensamientos para reencontrarnos a nosotros mismos y seguir bailando sobre la pista de la vida, porque incluso hay colores que necesitan estar bajo la luz más negra para poder brillar.

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Los realizadores le dan un peso importante al cuerpo del actor como pieza clave en el espectáculo, en un relato donde los encuentros virtuales se yuxtaponen al anhelo y el deseo de compartir una experiencia física y completamente sensorial junto a otro ser humano, en estos tiempos donde las relaciones se desarrollan en su mayoría tras las pantalla y con un límite de caracteres o segundos limitados para notas de voz. Se destaca como los mensajes y canales intentan amoldarse a los nuevos conceptos del amor, sin poder sustituir por completo el contacto directo con el otro.

La cámara de Tinta Bruta - 85% se encarga de registrar imágenes que casi rayan en lo pornográfico, pero dicho atrevimiento se sostiene con una poesía que va mucho más allá de la luz y los colores vibrantes de la propuesta visual, incluso más allá de la sexualidad y el erotismo. Es esta misma cámara y su apropiada distancia con los personajes la que nos recuerda que estamos ante un relato bello y profundo, con movimientos tan fluidos como la pintura neón que corre en el torso de sus protagonistas o tan íntimo como los primeros planos en los que nos acerca a Pedro, el cual está increíblemente interpretado por Shico Menegat, un actor que deja al descubierto la pasión, la vulnerabilidad y cada fibra emocional que le demanda su personaje. Es gracias también a la química que el actor comparte con Bruno Fernandes, su coprotagonista, que el filme se eleva con una excelente cohesión dramática frente a otras propuestas contemporáneas del cine queer.

En conclusión, Reolon y Matzembacher, logran entregarnos un sólido relato acerca de la soledad, el amor, la sexualidad, el sistema judicial, el amor online y el miedo al abandono, todo empaquetado en una vitrina claustrofóbica y fluorescente que continúa brillando incluso después de que se han prendido las luces en el cine. Una tremenda y atrevida exploración del comportamiento humano en un contexto desolador, donde a pesar de todo puede coexistir la esperanza. Una obra profundamente íntima y cinematográfica que se une a lo más destacado del cine queer brasileño, donde figuran obras como Tocando La Luna - 66% y Hoy quiero volver solo.

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