Encanto - 98%, la nueva película de Disney, se inscribe en un contexto latinoamericano: Colombia, tierra de baile, sabor y mucho sincretismo con paisajes exuberantes, climas que van de lo paradisíaco a lo distópico (¿se han reventado un invierno en Bogotá?), con mucha tradición y espacios dignos de fondos de pantalla, así como platillos ricos en condimentación y mixtura de cuanto se ofrezca comestible y sabroso al paladar. Un país que alberga, entre otras maravillas, ese mítico, ficticio pero no por libresco y literario menos real Macondo, tan conocido por todos los lectores latinoamericanos.
La película animada presenta a la familia Madrigal, distinguida porque emana sortilegio y maravilla como parte de la marca singular de este apellido en el poblado donde viven. La magia empapa cada esquina de su propiedad, origen y epicentro de los acontecimientos cotidianos de esta familia y su vida. Parece ser que este portal mágico, ha otorgado a cada miembro un don extraordinario. A todos... excepto a Mirabel (Olga Lucía Vives), como bien indica el tráiler.
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Sin embargo, la Casita empieza a derrumbarse misteriosamente cuando Mirabel no recibe su don en su cumpleaños. En busca de reparar la situación, la joven se suelta el pelo (sí, más de lo que ya lo tiene), abandona sus inseguridades y se decide a salvar el hogar místico, mágico y musical. Aunque para salvar la Casita, que tiene vida propia y es bastante chévere –un poco onda el palacio de La bella y la bestia - 71%–, Mirabel tendrá que comprender su lugar en su familia y lo que caracteriza a cada miembro.
La familia está liderada por la abuela Alma (María Cecilia Botero), quien huyó de su hogar junto a su marido cuando sus tres hijos aún eran bebés. Alma, cuando de pronto se queda sola con sus hijos, recibe una bendición que transforma su alrededor en un valle protegido por montañas, le da un hogar que tiene vida propia y otorga a sus tres hijos los primeros dones. Así los Madrigal se convierten en la base para la formación de una próspera comunidad. Un Macondo, pues. Un poblado donde la familia Madrigal huelga en arquetipos heroicos de una tribu, lo que resalta su papel jerárquico en la construcción de una sociedad pequeña, eminentemente matriarcal.
Jared Bush y Byron Howard, directores de Zootopia - 98%, acompañados por Charise Castro Smith (La Maldición de Hill House - 93%) como co-directora, son los responsables de esta aventura. Los dos tenían ganas de hacer un musical con harta cadencia y propensión al bailongo, género que ya habían trabajado por separado en Enredados - 90% (digirida por Howard) y Moana: Un Mar de Aventuras - 96% (el guion es de Bush). Por supuesto, este caldo tendría que desarrollarse en Latinoamérica. Nuestra naturalidad para quebrar caderas, seguramente, los convenció de ello.
Finalmente Colombia fue el país elegido para situar la historia. Y qué mejor inspiración para contar un relato aquí, que la tradición narrativa que comenzó con un venezolano (Arturo Uslar Pietri), país vecino a Colombia, y el propio Gabriel García Márquez , escritor colombiano ganador del Premio Nobel de Literatura en 1982, tan querido por los lectores de habla inglesa.
Jared Bush ha confesado que el realismo mágico, estilo literario que fue profusamente identificado en la narrativa latinoamericana del siglo XX, fue la base fundamental para ello. Desde el tráiler, podemos percibir ese gesto: una comunidad que ve como algo normal para su vida cotidiana a la familia mágica. La idea de los directores y guionistas de la película fue presentar a la magia como inherente a los personajes. La tía Pepa (Carolina Gaitán) vive sus emociones alterando al clima. Julieta (Angie Cepeda), la madre de Mirabel, cuida la salud de los miembros de la familia y cura con comida.
Lo interesante de esta película, es que la rareza integrada a la realidad que prima en el realismo mágico –Maribel y el tío Bruno (Alejandro Riaño)– destacan por ser frijoles demasiado comunes en el arroz con leche místico de la película, dentro de una narrativa que se ofrecía fantástica a todas luces. Sobre todo destacan porque no hay un puñado de familiares mágicos: como en las novelas La casa de los espíritus o Cien años de soledad o los cuentos de La hojarasca, conviven de manera natural varias generaciones dentro de la Casita.
El realismo mágico, sin embargo, no es tan complicado... pero tampoco te lo comes con nieve y ya está. Por ejemplo: ¿sabes la diferencia entre realismo mágico y el género fantástico? ¿Qué lo hace mágico o maravilloso?
Para entender qué es el realismo mágico y por qué sirvió de fundamento a los directores de la película, te dejamos un breve artículo para que te familiarices y leas algunas novelas o libros de cuentos que te podrían poner a tono para valorar con monóculo qué tan bien fue interpretada esta narrativa por los directores y guionistas estadounidenses de Encanto - 98%, película que llegará a cines el próximo 25 de noviembre.
¿Qué es el realismo mágico?
El realismo mágico es natural en el imaginario creativo (infantil, artístico, artesanal o meramente anecdótico) de Latinoamérica y sus recovecos llenos de destellos folclóricos, naturales y, sobre todo, rurales. La forma en que contamos anécdotas los hispanoparlantes que habitamos este continente larguirucho nos delata. Sobre todo los habitantes de campiña, ranchería, pueblos y villas donde prima una flora densa y abundante en insectos y humedades, sin hormigón; donde las comunidades viven los misterios nativos y prodigiosos que habitan los bosques, desiertos, frutas y silbidos del viento. Lo extraordinario es su vida cotidiana y se recita casi periodística y poéticamente, en escenas inusitadas.
Gabriel García Márquez, autor de Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera, quien ha sido más popularmente reconocido como representante de este estilo literario, expone:
La vida cotidiana en América Latina nos demuestra que la realidad está llena de cosas extraordinarias. A este respecto suelo siempre citar al explorador norteamericano F. W. Up de Graff, que a fines del siglo pasado hizo un viaje increíble por el mundo amazónico en el que vio, entre otras cosas, un arroyo de agua hirviendo y un lugar donde la voz humana provocaba aguaceros torrenciales.
El realismo mágico se define así según Fortino Corral Rodríguez en su ponencia “El realismo mágico: ¿magia o prestidigitación?”:
Los relatos en que se pone de manifiesto la duda o el asombro provocados por el acontecimiento sobrenatural serían fantásticos, mientras que, por el contrario, la asunción de lo extraordinario como parte del orden cotidiano presupondría el efecto magicorrealista.
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El crítico Ángel Flores indicó en su artículo titulado “El realismo mágico en la narrativa hispanoamericana”, publicado en la revista Hispania en 1955, ya señala a La historia universal de la infamia de Jorge Luis Borges como su referente predilecto para entender de qué va este rollo, y reafirma la amalgama de realismo y fantasía en ese estilo literario. El escritor venezolano Arturo Uslar Pietri introdujo el término en su ensayo Letras y hombres de Venezuela:
Lo que vino a predominar en el cuento y a marcar su huella de una manera perdurable fue la consideración del hombre como misterio en medio de datos realistas. Una adivinación poética o una negación poética de la realidad. Lo que a falta de otra palabra podrá llamarse un ‘realismo mágico’.
El escritor Alejo Carpentier distingue al estilo real maravilloso –que él denominó así en su célebre ensayo “De lo real maravilloso americano”– del realismo mágico. Pero muchos críticos opinan que este concepto acabó convirtiéndose en una variante del realismo mágico, aunque éste último nació como una tendencia internacional y que se da tanto en la pintura como en la literatura. En cambio, lo real maravilloso no es una tendencia puramente internacional: proviene de las raíces culturales de ciertas zonas de Latinoamérica.
El realismo mágico sí proviene de mucho antes y no precisamente de países latinos. El término fue empleado por primera vez en el año 1923 por el crítico de arte alemán Franz Roh, que se refirió a un estilo particular de pintura, particularmente una pintura del artista plástico Karl Haider. Más tarde se usó para describir el estilo de pintores estadounidenses como Paul Cadmus y George Tooker, entre otros artistas plásticos activos de las décadas de 1940 y 1950. A a diferencia del uso del término en la literatura, cuando describe las artes visuales, no se refiere a pinturas con elementos mágicos, sino a lo insólito de su empleo de un extremo realismo con cierta alteración de los elementos reales.
Simplificado: en el realismo mágico literario, eminentemente latinoamericano por los autores que representan a esta oleada estilística, la realidad coexiste con la fantasía. Para entenderlo mejor acudamos a un lugar conocido. Imaginemos una palabra común que anuncia algo extra-ordinario: milagro.
En otras partes del mundo que no son Latinoamérica, al narrar, dibujar, pintar, describir o ensayar la realidad, un milagro es frecuentemente aquello que sobrepasa la realidad y las leyes de la naturaleza, que rehúye a las reglas del universo o las creencias empíricas. Por ejemplo, que un muerto bien muerto y enterrado reviva después de que ya lo habían embalsamado, emperifollado y forrado pa’l descanso eterno (Lázaro en El evangelio según San Juan, 11). O como narra Gonzalo de Berceo en “El clérigo y la flor” de Milagros de Nuestra Señora, un cadáver que en lugar de podrirse emana una flor harto chula, fresca y de un olor balsámico tras haber pasado mucho tiempo abandonado en la fosa. (Qué buenos fertilizantes.) ¿Qué destaca entonces en estos relatos y el modo de contarlos? Lo excepcional, lo divino o “maravilloso”, lo ajeno a este mundo que es el hecho. Se exalta lo especial del hecho, se incita a la maravilla con vítores y sorpresa, destacando la estupefacción. Aquí, dos videos donde lo excepcional se destaca porque al narrarlo se muestra con maravilla y exclamaciones:
Un milagro en el realismo mágico conserva lo maravilloso del hecho, pero sin tanta sorpresa. Un milagro es parte sustancial del tejido de la realidad: no se separa de ella, aunque se destaca por provocar algunas veces asombro, pero nunca estupefacción. Forma parte del entorno y es tan normal comerse una sandía como ver unos pergaminos que levitan sostenidos por una fuerza angelical (Cien años de soledad, Gabriel García Márquez).
En Latinoamérica consideramos milagrosa a la naturaleza –debido a la devoción prehispánica por las fuerzas místicas de la biósfera sumada al catolicismo amante de la Creación–. A esto es a lo que Carpentier llamaba real maravilloso. La fantasía es hereditaria: está en el árbol, en los matorrales y la vida diaria. Nos asombra, pero no nos ataranta. Contemplamos con admiración, aceptamos lo insólito, pero no gritamos “¡Ah!”, “¡Oh!”, “¡Guau!” Es más: la vida cotidiana es por sí misma milagrosa. Nos lo dicen nuestras abuelitas cuando exigen que aceptemos la belleza y agradezcamos a Dios por tener un jardín lleno de frutas jugosas (real maravilloso) mientras espantan con groserías al chaneque que se ríe tras los arbustos (realismo mágico).
Posiblemente sea eso: mientras artistas europeos, estadounidenses y de otras latitudes buscan en la fantasía y lo insólito la sorpresa, la exclamación, la estupefacción y una retórica que subraye la extrañeza para darle color y trascender lo ordinario, en Latinoamérica la fantasía forma parte de nuestra forma de vida y apreciamos la vida misma como un goce bien integrado con la mística de ciertos eventos extraordinarios, no como una tragedia que se ve trascendida, mejorada o esperanzada por eventos extraordinarios.
En Latinoamérica sabemos que debemos enterrar cuchillos en macetas cuando se acerca una tormenta (si no, nos llueve por cuatro años seguidos sin parar) y vestir la ropa al revés por las noches de luna llena si las ventanas quedan abiertas (o nos chupa la bruja o nos raptan los chaneques). Obvio. Si no, nos carga el pifas. Y este conocimiento proviene de aceptar, como una creencia ingénita, que la realidad es anómala, con fulgores propios del día a día. Cada asombro proviene de saber lo mágico que es doblar una sábana y acto seguido irse al cielo (otra vez Cien años de soledad).
Esta forma de ver las cosas es propia, como señalaba anteriormente, de las culturas prehispánicas y de quienes arribaron al continente. Para los autores que enmarcan al realismo mágico (Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier, Juan Rulfo , Elena Garro, Laura Esquivel , Julio Cortázar , etcétera), la realidad supera a la ficción y su magia es natural. Algo que nos queda claro a los latinoamericanos desde el Diario de a bordo de Cristóbal Colón, que ya indicaba que el ambiente en este nuevo territorio inexplorado para Europa era de suyo magnífico y poblado de destellos:
Los árboles todos están tan disformes de los nuestros como el día de la noche; y así las frutas, y así las hierbas y las piedras y todas las naturalezas de otros que hay en Castilla.
Y Hernán Cortés en sus Cartas de relación:
Porque para dar cuenta muy poderoso señor a vuestra real excelencia de la grandeza extrañas y maravillosas cosas desta gran ciudad de Temixtitán… no podré yo decir de cien partes una de las que dellas se podrían decir; mas como pudiere, diré algunas cosas de las que vi, que, aunque mal dichas bien sé que serán de tanta admiración que no se podrán creer, porque los que acá con nuestros propios ojos las vemos no las podemos con el entendimiento comprender.
Que somos raritos por naturaleza, pues.
¿Quieren saber como los directores estadounidenses reinterpretaron al realismo mágico lationamericano? Vean Encanto - 98% y platíquennos en los comentarios si consideran que realmente entendieron de qué se trata.
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