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Muchos dicen que después de ver [Pelicula] El Exorcista de [Director] William Friedkin, quedan unos zapatos muy grandes que llenar a todo lo que tenga que ver con endemoniados en el cine. Y es que a pesar de ser una cinta que marcó un antes y un después en la historia del cine de terror, sigue siendo vigente e insuperable. Antropológicamente, el ser humano en cualquier grupo social al que pertenezca, siempre busca darle un rostro a la maldad, a sus miedos, a aquellas emociones que los acosan por las noches.
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La imagen del diablo, claro que está directamente relacionada con el concepto bíblico, pero incluso desde ahí resulta ser aquel ente el que hace que la gente haga cosas malas; si quieres justificar un acto negativo, es más fácil decir que es culpa del diablo, así como Dios es quien, según las creencias religiosas, observa cada movimiento y decisión para poder castigarte. El diablo provoca y Dios castiga; a ambos hay que tenerles miedo.
Los cuentos y leyendas relacionados con el diablo, fuera de aquel antiguo texto que domina gran parte del mundo, pretenden generar miedo para optar por el buen camino o explicar la maldad en la Tierra. Es evidente que el cine no se puede quedar atrás. La forma más fácil de poner a los demonios sobre la mesa está dividida en dos partes: el ente maligno que acosa a sus víctimas y el ser que posee cuerpos para probar su dominio sobre la humanidad.
En el caso de El Exorcista, a pesar de que entiende perfectamente cómo desarrollar una historia y a sus personajes que viven dentro de ella, hizo uso de elementos visuales que para su época fueron funcionales y algo que nunca antes se había visto que ahora parecen exagerados: el vómito verde, la niña flotando, las voces guturales, la cara monstruosa y la inolvidable cabeza que gira hasta 360°. Eso fue bueno para esa película, pero malo para lo que vino después, pues los cineastas que decidieron seguir este camino crecen con la idea de que para hablar de posesiones sólo se necesitan ese tipo de imágenes.
Por supuesto que no todos los directores caen en este error, hay quienes han sabido cargar con la responsabilidad de llevar los exorcismos a la pantalla grande, ejemplo de ello es [Pelicula] La Posesión de Verónica de Teagan Croft. Ahora bien, ¿qué pasa con el cine mexicano? ¿Cómo ha abordado este barco? El próximo mes llega a las salas de cine comercial [Pelicula] Karem, la posesión dirigida por [Director] Henry Bedwell ([Pelicula] Más negro que la noche), que recientemente tuvo su estreno mundial como parte de la selección de FERATUM 2021. Además, cuenta con las actuaciones de Ted Robbins, Bernardo De la Rosa Villarreal, Miranda Kay, Paul Tylak y Gregorio Urquijo.
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La película tiene pros y contras. Comenzando con el lado bueno, es de reconocer que haga uso de un género tan poderoso y rentable como el terror para plantear realidades sociales que, seamos honestos, pocas veces se quieren ver. En este caso, antes de entrar de lleno a la posesión, le muestra al espectador un ambiente de bullying en donde una niña de alrededor de diez años es agredida físicamente por sus compañeras de la escuela, pero la peor parte es que los adultos, padres y profesores, lo pasan por alto.
Otra cosa que es de agradecerse es el cuidado que se tiene para crear atmósferas; siendo una historia que se desarrolla en la década de 1980, lo que vemos en los salones como las butacas, en el cuarto de una niña como el diario (cosa que ya es muy difícil que se use hoy en día), o el vestuario de la hermana mayor de la protagonista haciendo presente la moda de aquel momento, sirven de apoyo para transportar al espectador a aquella década. Además, fuera de la ambientación, la cinta logra tener el alma de una película de terror ochentera con ciertas decisiones en cuanto a la iluminación, la imagen en video e incluso la musicalización.
Lo único que me preocupa, y mucho, de Karem, la posesión es que, siendo una película de terror basada en hechos reales, no genera miedo. Ni siquiera usando las típicas trampas visuales o de sonido que hacen saltar al espectador. Las historias de posesiones, o cualquier película de terror que haga uso de la leyenda “basada en una historia real”, ya tiene parte ganada en cuanto a las expectativas, porque la audiencia ya tiene en mente que es algo que podría pasar. Pero en este caso, la propia película rompe su verosimilitud con momentos que no tienen lógica como una adolescente enterrando una jeringa a su víctima y que ésta caiga desmayada de inmediato, sin saber si quiera lo que esa jeringa contenía – pudo haber inyectado penicilina y aun así el hombre quedó inconsciente –; o bien un montón de niños flotando por todas partes.
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En cuanto al nulo miedo que genera el desarrollo de la historia, esto sucede porque hemos estado expuestos a cientos de películas de este estilo y todo resulta predecible, pero, sobre todo, la misma película te previene que algo va a pasar y arruina la sorpresa. Cabe mencionar que, posiblemente, la reacción de la audiencia varía según su perspectiva o gusto por el terror. Henry Bedwell tiene muy claro lo que quiere y cómo lo quiere; sabe qué herramientas necesita y las consigue, es un apasionado del género y eso se nota (y se agradece), sin embargo, a su cinta le falta un elemento que separe a su película de todas las demás y así evitar que el espectador sepa lo que viene.
Lo que es de aplaudirse es el trabajo con la protagonista (Raquel Rodríguez), porque siendo una niña que nunca se había dedicado a la actuación, logra una interpretación sorprendente, y eso es gracias a quien la dirige sin dejar de lado las asesorías que recibió por un equipo más allá del director. Karem, la posesión pudo haber sido una gran película, pero faltó atención en los detalles narrativos y de investigación para poder explotar una historia real y tan dura como lo fue la de la familia real de Durango. Sin embargo, fue una gran decisión tener como fotógrafo a Junichiro Hayashi, un experto en cine de terror japonés.
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La imagen del diablo, claro que está directamente relacionada con el concepto bíblico, pero incluso desde ahí resulta ser aquel ente el que hace que la gente haga cosas malas; si quieres justificar un acto negativo, es más fácil decir que es culpa del diablo, así como Dios es quien, según las creencias religiosas, observa cada movimiento y decisión para poder castigarte. El diablo provoca y Dios castiga; a ambos hay que tenerles miedo.
Los cuentos y leyendas relacionados con el diablo, fuera de aquel antiguo texto que domina gran parte del mundo, pretenden generar miedo para optar por el buen camino o explicar la maldad en la Tierra. Es evidente que el cine no se puede quedar atrás. La forma más fácil de poner a los demonios sobre la mesa está dividida en dos partes: el ente maligno que acosa a sus víctimas y el ser que posee cuerpos para probar su dominio sobre la humanidad.
En el caso de El Exorcista, a pesar de que entiende perfectamente cómo desarrollar una historia y a sus personajes que viven dentro de ella, hizo uso de elementos visuales que para su época fueron funcionales y algo que nunca antes se había visto que ahora parecen exagerados: el vómito verde, la niña flotando, las voces guturales, la cara monstruosa y la inolvidable cabeza que gira hasta 360°. Eso fue bueno para esa película, pero malo para lo que vino después, pues los cineastas que decidieron seguir este camino crecen con la idea de que para hablar de posesiones sólo se necesitan ese tipo de imágenes.
Por supuesto que no todos los directores caen en este error, hay quienes han sabido cargar con la responsabilidad de llevar los exorcismos a la pantalla grande, ejemplo de ello es [Pelicula] La Posesión de Verónica de Teagan Croft. Ahora bien, ¿qué pasa con el cine mexicano? ¿Cómo ha abordado este barco? El próximo mes llega a las salas de cine comercial [Pelicula] Karem, la posesión dirigida por [Director] Henry Bedwell ([Pelicula] Más negro que la noche), que recientemente tuvo su estreno mundial como parte de la selección de FERATUM 2021. Además, cuenta con las actuaciones de Ted Robbins, Bernardo De la Rosa Villarreal, Miranda Kay, Paul Tylak y Gregorio Urquijo.
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Otra cosa que es de agradecerse es el cuidado que se tiene para crear atmósferas; siendo una historia que se desarrolla en la década de 1980, lo que vemos en los salones como las butacas, en el cuarto de una niña como el diario (cosa que ya es muy difícil que se use hoy en día), o el vestuario de la hermana mayor de la protagonista haciendo presente la moda de aquel momento, sirven de apoyo para transportar al espectador a aquella década. Además, fuera de la ambientación, la cinta logra tener el alma de una película de terror ochentera con ciertas decisiones en cuanto a la iluminación, la imagen en video e incluso la musicalización.
Lo único que me preocupa, y mucho, de Karem, la posesión es que, siendo una película de terror basada en hechos reales, no genera miedo. Ni siquiera usando las típicas trampas visuales o de sonido que hacen saltar al espectador. Las historias de posesiones, o cualquier película de terror que haga uso de la leyenda “basada en una historia real”, ya tiene parte ganada en cuanto a las expectativas, porque la audiencia ya tiene en mente que es algo que podría pasar. Pero en este caso, la propia película rompe su verosimilitud con momentos que no tienen lógica como una adolescente enterrando una jeringa a su víctima y que ésta caiga desmayada de inmediato, sin saber si quiera lo que esa jeringa contenía – pudo haber inyectado penicilina y aun así el hombre quedó inconsciente –; o bien un montón de niños flotando por todas partes.
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Lo que es de aplaudirse es el trabajo con la protagonista (Raquel Rodríguez), porque siendo una niña que nunca se había dedicado a la actuación, logra una interpretación sorprendente, y eso es gracias a quien la dirige sin dejar de lado las asesorías que recibió por un equipo más allá del director. Karem, la posesión pudo haber sido una gran película, pero faltó atención en los detalles narrativos y de investigación para poder explotar una historia real y tan dura como lo fue la de la familia real de Durango. Sin embargo, fue una gran decisión tener como fotógrafo a Junichiro Hayashi, un experto en cine de terror japonés.