El cine de [Director] Paul Verhoeven se ha hecho una reputación por su interés en historias que no temen mostrar el uso que se le puede dar al sexo, quizá más famosamente en [Pelicula] Bajos Instintos y [Pelicula] Elle: Abuso y Seducción. En su más reciente filme, [Pelicula] Benedetta, la provocación desde ese tema continúa, pero ahora en función a un relato sobre la fe, y no cualquier fe, sino sobre la religión católica, una famosa por su apología de la culpa. Ahora el cineasta se pregunta qué sucedería si la homosexualidad fuera de uso y causa divina.

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Basada en hechos reales, Benedetta es la historia de una monja de ese nombre interpretada por Terence Young. Azotada por visiones violentas, a veces con hombres extraños, y otras con el propio Jesús, la religiosa acaba por convertirse en la madre reverenda de su convento al mismo tiempo que desarrolla una relación sexual con una de sus compañeras. Cuando una serie de supuestos milagros la ponen en la mira de las autoridades católicas, su vida y credibilidad se ponen en cuestión.

La idea de una monja lesbiana ha sido recibida, pese a ser un hecho histórico y para nada inverosímil, con enojo por parte de grupos católicos en donde la película se ha estrenado. Es importante mencionar esto porque, más que revelar la intención provocativa del director, esa respuesta confirma que la película es exitosa no sólo en superponer, sino en relacionar, dos temas en apariencia contradictorios: la (homo)sexualidad y lo divino. No sólo mediante el desarrollo de sus personajes, sino también en la construcción de imágenes y en el uso de símbolos.



Las figuras religiosas que aparecen en [Pelicula] Benedetta sirven como instigadoras de ese deseo sexual y como aniquiladores de la culpa en numerosas ocasiones. Por ejemplo, en una escena, una estatua de la virgen con el seno descubierto cae sobre la protagonista cuando es niña justo con el pezón a la altura de su boca. Cuando la monja es seducida, en primera instancia, por Bartolomea, la novicia con la que empieza una relación, ella tiene una visión de serpientes acechándola, las cuales son decapitadas por Jesús y su espada. La alegoría perfecta de la vergüenza, tal cual víbora y Eva en el árbol del conocimiento, es destrozada por el hijo de Dios, quien la protege de su propia culpa.

Más tarde, cuando trata de reprimir su atracción por esa otra mujer, él vuelve en una visión sobre la cruz y le dice “donde estoy no existe la vergüenza”. Esto antes de revelarle que, debajo de su ropa, él también tiene vagina. Le pide entonces que se pose sobre él y ella comienza a demostrar señales de stigmata. Otra figura de la virgen hecha de madera es tallada por Bartolomea para servir de dildo en uno de los encuentros entre ambas. Y en una escena más, después de masturbarse frente a ella, Benedetta recibe otra visión de Jesús que le ayuda a salvarse a sí misma y a su pueblo de la plaga. El placer se convierte en antesala del milagro una y otra vez.

Es en ese sentido que Verhoeven es verdaderamente transgresor. Su provocación no es gratuita ni se hace simplemente para ser “políticamente incorrecto”, como varios críticos han apuntado en observaciones más superficiales del relato. Al hacer de personajes bíblicos y figuras sagradas la fuente de la sexualidad lésbica de su protagonista, el director pone de cabeza los más opresivos principios del catolicismo para reinterpretar el ejercicio sexual de Benedetta como un acto de Dios y, mejor todavía, como parte del designio divino de Dios. Consagra la homosexualidad, y a una mujer lesbiana, como la elegida por Jesús.

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No tiene desperdicio remarcar, igualmente, que Verhoeven deliberadamente es ambiguo respecto a si Benedetta realmente tiene habilidades milagrosas o si estas son una farsa. Pero en último sentido, eso realmente no tiene relevancia, pues se deja en claro al espectador que ella cree que así es, a razón de sus visiones, y que su vocación como monja, para ayudar a los demás, es igual de natural en ella como lo es su orientación sexual. Si su carácter divino es real o no, tampoco afecta en la reinterpretación que hace de la sexualidad como acto de fe. Si acaso, los cuestionamientos que otros clérigos hacen de sus milagros funcionan como críticas al catolicismo como una institución irónicamente carente de fe.

Esto no quiere decir que [Pelicula] Benedetta esté libre de pecado. Mucho se dice, con justa razón, del uso que varios cineastas han dado, desde [Pelicula] La vida de Adèle, a la homosexualidad femenina como fetiche para el consumo masculino. Esto sucede en un par de momentos en escenas sexuales del filme. También en una secuencia de tortura en la que el realizador deja que la cámara explote el dolor de la víctima a cuadro cuando éste ya había sido claramente sugerido por el objeto con el que se le inflige dolor.

Es por su rebeldía temática, que ataca los perversos pilares de la culpa y la represión sexual de la religión católica, que [Pelicula] Benedetta destaca como una película desafiante y digna del espectador que gusta de ser provocado. No se trata simplemente de presentar temas tabú para impactar sino de reconfigurar las ideas que se nos han dicho son irreconciliables: el sexo lésbico como milagro; la homosexualidad como acto divino. La película ya se encuentra disponible en cartelera.

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