Si tuviera que describir la experiencia de ver Jackass por siempre - 91% diría que es la versión en esteroides de reencontrarte con viejos amigos y reír a carcajadas recordando los buenos tiempos. Hace poco más de dos décadas conocimos a Johnny Knoxville y compañía por primera vez en Jackass, un programa vespertino que se transmitía por MTV con un concepto bastante simple pero efectivo: hacer tonterías que nadie en su sano juicio se atrevería a hacer. Sobra decir que el contenido irreverente y obsceno resonó fuertemente con los jóvenes de esa generación, haciendo del programa un éxito comercial instantáneo que eventualmente llegaría a la pantalla grande en otoño de 2002. Después de un par de secuelas y un spin-off bastante tibio (El Abuelo Sinvergüenza - 60%), finalmente llega a salas nacionales e internacionales el último capítulo de la franquicia cuyas fortalezas, por más raro que suene, son no reinventarse ni salir de su zona de confort: es el Jackass que conocemos y amamos en su forma más pura.
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Después de 11 años, la pandilla más infame de la comedia norteamericana regresa, con su director de cajón Jeff Tremaine y Spike Jonze de productor, para completar su cruzada final. Celebrando la alegría de juntarse de nuevo con los mejores amigos y hacer un tiro a la entrepierna perfectamente ejecutado, el equipo original de Jackass regresa para otra ronda de comedia hilarante y bromas tremendamente absurdas, a menudo peligrosas, con un poco de ayuda de un nuevo y emocionante elenco.
Con un prólogo que rinde homenaje (bajo sus propios términos) a Godzilla, Jackass por siempre - 91% nos ofrece un muestrario de lo que nos aguarda durante los siguientes 90 minutos: genitales al descubierto, stunts dolorosamente hilarantes y una gran cantidad de fluidos corporales volando por los aires. Aunque no lo parezca, esta introducción es una forma conmovedora de reencontramos con nuestros héroes y de paso conocer a los nuevos rostros que heredarán el manto. Es un festival de lo grotesco que tomará desprevenidos a todos aquellos que no tienen idea de lo que entraron a ver.
El contenido de la cinta es más de lo mismo, e incluso retoma algunos segmentos icónicos del pasado para ejecutarlos a mayor escala. Sin embargo, su intersección de lo nuevo con lo viejo es sorprendentemente cohesiva, a diferencia de las entregas previas donde era evidente que había partes más graciosas que otras, aquí todo el material funciona en la misma medida. Puede que el equipo de Jackass haya envejecido físicamente pero están muy lejos de madurar y eso se traduce en el mismo tono juvenil del programa original donde la locura se mantiene creciendo exponencialmente hasta llegar a la anarquía total en su tercer acto. Para gusto de muchos, la comedia del largometraje es mucho menos escatológica que en sus antecesoras, ahora se centra mucho en lo fálico pero por la forma en que está grabada nunca se siente morbosa, sacando carcajadas por la forma en que está escrita y no por incomodidad.
Aunque es un gusto ver a casi todo el elenco original reunido por última vez, son Knoxville, Steve-O y Wee-Man los que se roban la película con su aparición natural y desvergonzada, se nota que están pasando un buen rato en el rodaje y conservan la misma química pesada de hace 20 años. En el caso de los nuevos integrantes, Poopies y Jasper Dolphin son los únicos que destacan al protagonizar las acrobacias más arriesgadas de toda la cinta sin titubear, ganándose un lugar en nuestro corazón a base de cortes y un par de huesos rotos. Rachel Wolfson tiene mucho carisma, es una pena que no se le de suficiente tiempo a cuadro para poder familiarizarnos con ella. En esta ocasión los cameos son un complemento bastante efectivo: Eric André , Machine Gun Kelly y Tyler the Creator se permiten fluir con la dinámica absurda para regalarnos algunas de las secuencias más divertidas de toda la franquicia.
El apartado técnico tiene una mejoría notable: la dirección, edición y fotografía se combinan para capturar la acción desde los mejores ángulos, transportándonos como nunca antes al epicentro del dolor y duplicando las risas con repeticiones en slow motion que demandan un “ouch” de nuestras bocas. Una decisión cuestionable y que se ha vuelto un sello de estas entregas es la forma de separar los segmentos con un breve fundido a negro. Podría parecer un detalle minúsculo pero este aspecto, además de romper con la inmersión en la experiencia, es lo que evita que el conjunto se sienta como un largometraje, reduciendo los esfuerzos de toda la producción a ser una compilación o colección de muchas piezas que nunca llegan a ser un todo.
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Pero, si hay algo verdaderamente reprobable en esta secuela es su uso de animales (arañas, serpientes, escorpiones, abejas, toros e inclusive osos) como recurso barato de comedia. Aunque no se les lastima explícitamente, absolutamente nada justifica el someter a estos ejemplares en una situación de estrés. De verdad hay que ser muy poco empáticos para encontrarle la gracia a esta forma de entretenimiento tan primitiva.
Finalmente, Jackass por siempre - 91% es dinamita cinematográfica. Este cierre con broche de oro tira la casa por la ventana para convertirse en un testimonio de la amistad, el ingenio humano para las tonterías y lo divertido que puede llegar a ser el humor corporal cuando está bien ejecutado. Su título no podría ser más acertado: Knoxville y compañía dicen adiós, pero su legado retorcido vivirá por siempre.
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