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Primero, agradezco la recomendación para exponer mi arte poética de parte de [Director] Mariano Cohn y [Director] Gastón Duprat, quienes han tenido la gentileza de presentarme con los editores de esta roja y verdulera publicación digital. Ellos, en esta hipertextualidad que nos enlaza y nos vuelve codependientes, saben mejor que nadie que no estaría donde estoy de no ser por ellos. ¡Salud, colegas! Y gracias por la noticia de que una servidora saldrá documentada en [Pelicula] Competencia oficial, cinta que podréis ver el 23 de marzo en salas de cine en México. Ya quiero verla, aunque en realidad me da igual. No me regodeo en mi ego al verme en pantalla, sólo cuando veo mis creaciones brillar y atormentar a los demás.
Pero yo te conozco, lector. Sé que estáis aquí porque habéis visto mi película Rivalidad recientemente y, muy probablemente, por la reciente noticia de la querella pública entre Félix Rivero e Iván Torres, en la cual no tuve nada que ver y tuve todo que ver. Me da igual lo que penséis: no hay crimen en la creación. Como decía Nietzsche: “el mundo real es mucho más pequeño que el mundo de la imaginación”. Y yo vivo en Suiza sin tratado de extradición, así que a tomar por la primera malebolgia del Infierno.
Te recomendamos: Competencia Oficial: 7 razones para ver la película
Antes de leer lo que tengo que deciros, vosotros, lectores, debéis veros al espejo en pelotas con una fotografía mía… tomad de Internet alguno de los célebres close ups que me ha hecho Loreto Villareal, la maja mexicana. Coloquen mi retrato en tamaño real al lado de su rostro. Repitan frente al espejo, imitando mi voz, lo siguiente: “La ostia, la ostia: la ostia, tía. Mira qué buenx me veo en mi reflejo. Mira mi cuerpo desnudo, préndate, préndete, baila”. Luego, grítense hasta desmayar y bésenme. Después, lean esto. Si no, no merecen mis consejos.
El cine es para todos, pero no es para todos. ¿Qué no te gusta mi sentencia? Pues qué te digo. Como diría mi querida Marina Abramovic, con quien tomé un pinto hace unas semanas: “Todavía existe una niña buena en mí. Cuando no hago arte, me vuelvo muy tranquila y completamente normal”. El problema es que yo hago arte todo el tiempo. Sobre todo cuando hago cualquier cosa.
(Aquí habría colocado un dibujo para desarrollar mi argumento, pero mi representante me recomendó que no.)
(Aquí habría un performance para desarrollar mi argumento, pero Tomatazos me dijo que no, que por los desnudos y no sé qué de Google. ¡Cuánta discriminación!)
Cuando filmé Rivalidad aprendí muchas cosas de mí misma más que del mundo. Aprendí, también, que para dirigir hay que digerir. Así que aquí os dejo mis consejos, que por cuestiones de clickbait esta casa editorial ha dado a llamar decálogo, de cómo podéis alcanzar el nivel de una película digna de competencia oficial.
1.- Jamás concedas una entrevista. Toda pieza de arte, al igual que el artista, entraña un misterio. No lo desnudes, no lo banalices permitiendo que alguien pretenda desnudar tu alma. Además, ¿qué cojones te importa lo que otros piensen de lo que hiciste? ¿Por qué te someterías al escrutinio del ciudadano común o (¡peor!) el periodista común. Lo que pase con tu vida les debe dar igual. Cómo hiciste lo que hiciste y por qué lo hiciste, también. Lo que piensas, lo que reflexionas y las bases fundamentales de tu creación, les debe dar lo mismo que un tres piernas de jamón serrano. Es más: si puedes desaparecer de la escena pública, mejor.
2.- Consigue estelares para protagonista y antagonista fáciles de enemistar. Si hay escándalo previo, fantástico. Si no, acude a su esencia, a sus métodos, a su pensamiento y sus carreras. Descubre qué los enfrenta, qué los desespera al uno del otro, cómo explotarlo a favor de tu pieza. Llévalos al extremo, engáñalos, fastídialos y, por supuesto, sedúcelos. Todo al mismo tiempo. Entre más piel haya entre vosotros, mejor. Así sabrás cuánto dejarán en cada escena para evitar demandas o líos legales posteriores. Una cosa que aprendí, muy importante, en esta película: el talento actoral más refinado, es equivalente a un individuo sociópata. Incluso si él no lo sabe, su talento proviene de una fuente no de locura, sino de sus carencias empáticas, de su capacidad para mentir. Esos tí@s lucen súper bien en cámara. No les tengas miedo. A diferencia de un profesional, ellos son unos linces peligrosos y traicioneros.
3.- Adapta una novela o relato laureado (de preferencia un premio Nobel). Hay muchas historias deliciosas allá afuera, clásicos contemporáneos, ¡joder!, un sinfín de opciones y voces que necesitan ser releídas y trasladadas a otra escena del arte, como la nuestra. ¿A quién le importa tu historia original, llena de autocomplacencias? Desengáñate: no tenéis talento narrativo, sólo un poco de talento fílmico, cuando mucho. No te arriesgues. Toma un gran relato contemporáneo y a filmar. Ah, lo de que sea premio Nobel… eso es sólo para que tu inversionista esté más tranquilo y no te caliente la ostia con los nervios respecto a si acaso gustará la historia.
4.- Ambienta tu película con Erik Satie y Chopin. El primero es rarito pero dulce. Es del gusto popular pero teóricamente clavado el tío. Pone cierta cadencia que hará que la audiencia sienta misterio, pero con algo conocido que seguro habrá escuchado en YouTube, en videos románticos o profundos. Yo lo uso para cada performance. Y Chopin, de los clásicos viejitos, es la leche. Nunca falla. No creo que haga falta decir más de él.
5.- Haz collages y apuntes exóticos. Déjate de las gansadas clásicas de una carpeta de producción tradicional. No importa si no eres artista: esto ayudará a que te sientas uno de ellos. Además, mantendrá un cierto misterio entre tus subordinados. Que tu guía sea libre, híbrida, llena de vida propia e indicadores visuales que sólo tú entiendas. Es más: arma un libro de artista con fotografías, dibujos, colillas de cigarro, fotografías eróticas, rayones y asúmelo como algo necesario. Que parezca que todos los apuntes a tu equipo salen de ese mamotreto.
6.- Pídele a tus actores que realicen una misma acción (lo más banal posible) por lo menos cinco veces. Dirigir es una pasada. Por eso pídeles que repitan un diálogo bobo todas las veces posibles hasta que les quede claro cómo lo quieres. Debéis ser exigentes. No es necesario que desees que lo hagan bien. Sólo exígeles que lo hagan porque #cojones. Así sabrán quién manda. Por supuesto, tampoco permitas que te corrijan la plana. Es más: denígralos de vez en cuando. Nunca disminuirás su ego, pero por lo menos podrás herirlo.
7.- Tus ensayos deben ser performáticos. La performance es una manera de expresar y sacar de la zona de confort a actores y todos los involucrados en el brete. Mira que Kaija Bales hasta llevaba a sus actores a ver patos en medio del rodaje. Ese tío es la leche, sí que sabe cómo engatusar a sus actores. Tonto [Director] Sean Penn, que se quejó de ello. Entre más abstractos, tensos, peligrosos y humillantes, mejores serán tus ensayos. Pondrán a todos los involucrados al límite, sin opciones. Así, quienes permanezcan por el cheque hasta el final, serán los elegidos. Ellos mismos serán objeto de arte con sus cuerpos, con su trauma. Porque hay traumas que sólo puede infligir el arte. Y esos son buenos porque El Arte.
8.- Nunca son suficientes cámaras ni micrófonos. ¡A tomar por el orificio de la ballena con el presupuesto de los cojones! Que hay que ser más enfocados, ti@s. Hay micrófonos que podrían captar algún detalle que no escapa por completo a lo que acontece. Cámaras que podrían crear un metarelato desde otra perspectiva. Hallazgos en los ensayos que nos catapulten a otras escenas. Hay que filmar y grabar el rodaje y luego filmar y grabar la filmación y la grabación del rodaje. Y así al infinito, hasta ya no reconocer qué de todo este jaleo es lo que realmente queríamos contar. Eso es el arte. Repito: la leche.
9.- Escoge minuciosamente a tus asistentes. Por ejemplo, piensa en que si es una chica, tenga look de Malin Akerman, para que te recuerde todo el tiempo lo insignificante que sois a nivel creativo y lo mucho que debéis crecer, preguntándote, ¿Qué haría Agnes si fuera yo? ¿Qué haría yo si fuera Agnes? Si es hombre, que se parezca a Terrence Malik o a [Director] David Lynch, que siempre viste bien. Si es sorpresa de dinosaurio, a Earl Sinclair, Cher o Veronica Carlson. Y si ellos te filman y hacen de ti una pieza, qué maravilla. Dejad que las niñas con look de Agnes se acerquen a mí.
10.- Recibe todos los premios que puedas. Esto es importante. No por tu ego. Si eres artista, el ego ya lo damos por descontado. Es para que los ciegos, proxenetas cinematográficos y productores ingenuos o ignorantes entiendan que tu ego está respaldado institucionalmente. Alcanzada la cúspide en cada festival, institución o gala de premiación, ahora sí, mándalos a tomar por el asterisco y regodéate en tu desprecio a patronatos y otras colectividades atendidas por el vulgo.
Como epílogo, me gustaría añadir un último consejo. No es de creación sino, como el último, relativo a lo que pasa después de la creación, que ya no es importante para vosotros como artistas, sino para las masas. Niega cualquier lectura o interpretación de tu obra. Hasta la tuya. Lucha por la ambigüedad. Lucha por tus ideas o por la ausencia total de las mismas. El arte es lo que tú quieras que sea.
* Tomatazos no necesariamente comparte las opiniones de esta colaboradora ni se responsabiliza de su existencia aunque, ciertamente, tiene la esperanza de que la propia directora sí comparta sus propias opiniones. Asumimos que Cohn + Duprat podrán corroborarnos si es correcta nuestra percepción, misma que podrá ser corroborada en salas de cine a partir del 23 de marzo.
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Pero yo te conozco, lector. Sé que estáis aquí porque habéis visto mi película Rivalidad recientemente y, muy probablemente, por la reciente noticia de la querella pública entre Félix Rivero e Iván Torres, en la cual no tuve nada que ver y tuve todo que ver. Me da igual lo que penséis: no hay crimen en la creación. Como decía Nietzsche: “el mundo real es mucho más pequeño que el mundo de la imaginación”. Y yo vivo en Suiza sin tratado de extradición, así que a tomar por la primera malebolgia del Infierno.
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Antes de leer lo que tengo que deciros, vosotros, lectores, debéis veros al espejo en pelotas con una fotografía mía… tomad de Internet alguno de los célebres close ups que me ha hecho Loreto Villareal, la maja mexicana. Coloquen mi retrato en tamaño real al lado de su rostro. Repitan frente al espejo, imitando mi voz, lo siguiente: “La ostia, la ostia: la ostia, tía. Mira qué buenx me veo en mi reflejo. Mira mi cuerpo desnudo, préndate, préndete, baila”. Luego, grítense hasta desmayar y bésenme. Después, lean esto. Si no, no merecen mis consejos.
El cine es para todos, pero no es para todos. ¿Qué no te gusta mi sentencia? Pues qué te digo. Como diría mi querida Marina Abramovic, con quien tomé un pinto hace unas semanas: “Todavía existe una niña buena en mí. Cuando no hago arte, me vuelvo muy tranquila y completamente normal”. El problema es que yo hago arte todo el tiempo. Sobre todo cuando hago cualquier cosa.
(Aquí habría colocado un dibujo para desarrollar mi argumento, pero mi representante me recomendó que no.)
(Aquí habría un performance para desarrollar mi argumento, pero Tomatazos me dijo que no, que por los desnudos y no sé qué de Google. ¡Cuánta discriminación!)
Cuando filmé Rivalidad aprendí muchas cosas de mí misma más que del mundo. Aprendí, también, que para dirigir hay que digerir. Así que aquí os dejo mis consejos, que por cuestiones de clickbait esta casa editorial ha dado a llamar decálogo, de cómo podéis alcanzar el nivel de una película digna de competencia oficial.
1.- Jamás concedas una entrevista. Toda pieza de arte, al igual que el artista, entraña un misterio. No lo desnudes, no lo banalices permitiendo que alguien pretenda desnudar tu alma. Además, ¿qué cojones te importa lo que otros piensen de lo que hiciste? ¿Por qué te someterías al escrutinio del ciudadano común o (¡peor!) el periodista común. Lo que pase con tu vida les debe dar igual. Cómo hiciste lo que hiciste y por qué lo hiciste, también. Lo que piensas, lo que reflexionas y las bases fundamentales de tu creación, les debe dar lo mismo que un tres piernas de jamón serrano. Es más: si puedes desaparecer de la escena pública, mejor.
2.- Consigue estelares para protagonista y antagonista fáciles de enemistar. Si hay escándalo previo, fantástico. Si no, acude a su esencia, a sus métodos, a su pensamiento y sus carreras. Descubre qué los enfrenta, qué los desespera al uno del otro, cómo explotarlo a favor de tu pieza. Llévalos al extremo, engáñalos, fastídialos y, por supuesto, sedúcelos. Todo al mismo tiempo. Entre más piel haya entre vosotros, mejor. Así sabrás cuánto dejarán en cada escena para evitar demandas o líos legales posteriores. Una cosa que aprendí, muy importante, en esta película: el talento actoral más refinado, es equivalente a un individuo sociópata. Incluso si él no lo sabe, su talento proviene de una fuente no de locura, sino de sus carencias empáticas, de su capacidad para mentir. Esos tí@s lucen súper bien en cámara. No les tengas miedo. A diferencia de un profesional, ellos son unos linces peligrosos y traicioneros.
3.- Adapta una novela o relato laureado (de preferencia un premio Nobel). Hay muchas historias deliciosas allá afuera, clásicos contemporáneos, ¡joder!, un sinfín de opciones y voces que necesitan ser releídas y trasladadas a otra escena del arte, como la nuestra. ¿A quién le importa tu historia original, llena de autocomplacencias? Desengáñate: no tenéis talento narrativo, sólo un poco de talento fílmico, cuando mucho. No te arriesgues. Toma un gran relato contemporáneo y a filmar. Ah, lo de que sea premio Nobel… eso es sólo para que tu inversionista esté más tranquilo y no te caliente la ostia con los nervios respecto a si acaso gustará la historia.
4.- Ambienta tu película con Erik Satie y Chopin. El primero es rarito pero dulce. Es del gusto popular pero teóricamente clavado el tío. Pone cierta cadencia que hará que la audiencia sienta misterio, pero con algo conocido que seguro habrá escuchado en YouTube, en videos románticos o profundos. Yo lo uso para cada performance. Y Chopin, de los clásicos viejitos, es la leche. Nunca falla. No creo que haga falta decir más de él.
5.- Haz collages y apuntes exóticos. Déjate de las gansadas clásicas de una carpeta de producción tradicional. No importa si no eres artista: esto ayudará a que te sientas uno de ellos. Además, mantendrá un cierto misterio entre tus subordinados. Que tu guía sea libre, híbrida, llena de vida propia e indicadores visuales que sólo tú entiendas. Es más: arma un libro de artista con fotografías, dibujos, colillas de cigarro, fotografías eróticas, rayones y asúmelo como algo necesario. Que parezca que todos los apuntes a tu equipo salen de ese mamotreto.
6.- Pídele a tus actores que realicen una misma acción (lo más banal posible) por lo menos cinco veces. Dirigir es una pasada. Por eso pídeles que repitan un diálogo bobo todas las veces posibles hasta que les quede claro cómo lo quieres. Debéis ser exigentes. No es necesario que desees que lo hagan bien. Sólo exígeles que lo hagan porque #cojones. Así sabrán quién manda. Por supuesto, tampoco permitas que te corrijan la plana. Es más: denígralos de vez en cuando. Nunca disminuirás su ego, pero por lo menos podrás herirlo.
7.- Tus ensayos deben ser performáticos. La performance es una manera de expresar y sacar de la zona de confort a actores y todos los involucrados en el brete. Mira que Kaija Bales hasta llevaba a sus actores a ver patos en medio del rodaje. Ese tío es la leche, sí que sabe cómo engatusar a sus actores. Tonto [Director] Sean Penn, que se quejó de ello. Entre más abstractos, tensos, peligrosos y humillantes, mejores serán tus ensayos. Pondrán a todos los involucrados al límite, sin opciones. Así, quienes permanezcan por el cheque hasta el final, serán los elegidos. Ellos mismos serán objeto de arte con sus cuerpos, con su trauma. Porque hay traumas que sólo puede infligir el arte. Y esos son buenos porque El Arte.
8.- Nunca son suficientes cámaras ni micrófonos. ¡A tomar por el orificio de la ballena con el presupuesto de los cojones! Que hay que ser más enfocados, ti@s. Hay micrófonos que podrían captar algún detalle que no escapa por completo a lo que acontece. Cámaras que podrían crear un metarelato desde otra perspectiva. Hallazgos en los ensayos que nos catapulten a otras escenas. Hay que filmar y grabar el rodaje y luego filmar y grabar la filmación y la grabación del rodaje. Y así al infinito, hasta ya no reconocer qué de todo este jaleo es lo que realmente queríamos contar. Eso es el arte. Repito: la leche.
9.- Escoge minuciosamente a tus asistentes. Por ejemplo, piensa en que si es una chica, tenga look de Malin Akerman, para que te recuerde todo el tiempo lo insignificante que sois a nivel creativo y lo mucho que debéis crecer, preguntándote, ¿Qué haría Agnes si fuera yo? ¿Qué haría yo si fuera Agnes? Si es hombre, que se parezca a Terrence Malik o a [Director] David Lynch, que siempre viste bien. Si es sorpresa de dinosaurio, a Earl Sinclair, Cher o Veronica Carlson. Y si ellos te filman y hacen de ti una pieza, qué maravilla. Dejad que las niñas con look de Agnes se acerquen a mí.
10.- Recibe todos los premios que puedas. Esto es importante. No por tu ego. Si eres artista, el ego ya lo damos por descontado. Es para que los ciegos, proxenetas cinematográficos y productores ingenuos o ignorantes entiendan que tu ego está respaldado institucionalmente. Alcanzada la cúspide en cada festival, institución o gala de premiación, ahora sí, mándalos a tomar por el asterisco y regodéate en tu desprecio a patronatos y otras colectividades atendidas por el vulgo.
Como epílogo, me gustaría añadir un último consejo. No es de creación sino, como el último, relativo a lo que pasa después de la creación, que ya no es importante para vosotros como artistas, sino para las masas. Niega cualquier lectura o interpretación de tu obra. Hasta la tuya. Lucha por la ambigüedad. Lucha por tus ideas o por la ausencia total de las mismas. El arte es lo que tú quieras que sea.
* Tomatazos no necesariamente comparte las opiniones de esta colaboradora ni se responsabiliza de su existencia aunque, ciertamente, tiene la esperanza de que la propia directora sí comparta sus propias opiniones. Asumimos que Cohn + Duprat podrán corroborarnos si es correcta nuestra percepción, misma que podrá ser corroborada en salas de cine a partir del 23 de marzo.
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