Conocido por sus atmósferas y la aparente ambigüedad con la que maneja los elementos sobrenaturales en sus películas, Robert Eggers regresa con El Hombre del Norte - 87% (The Northman). Se trata de su tercer largometraje y el de mayor escala hasta ahora. ¿Se traducen esos recursos en un relato más cautivador o una sensación de lo irreal más palpable? A veces sí, en otras ocasiones no tanto. Pero lo que permanece es el estilo de un director decidido a desafiar las convenciones del género de la acción.
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En El Hombre del Norte, Amleth (Alexander Skarsgård) es un guerrero vikingo que tuvo que escapar de su reino luego de que Fjolnir (Claes Bang), su tío, asesina a su padre, secuestra a su madre y usurpa su trono cuando él era apenas un niño. Cuando, años después, encuentra la oportunidad de hacerse pasar por esclavo e infiltrarse en la tierra de su jurado enemigo, decide cobrar venganza por la vida que le arrebató con ayuda de una bruja llamada Olga (Anya Taylor-Joy).
Eggers basa la trama de su nueva cinta en una historia de la mitología nórdica: la leyenda de Amleth, cuyo relato nace en un poema del siglo XIII, autoría de Saxo Grammaticus, y que sirvió de inspiración a William Shakespeare para crear su obra Hamlet. El director tiene éxito una vez más en convertir al lenguaje cinematográfico el sentido literario del material original. Si en La Bruja - 91% transformó desde adentro a una joven en doncella diabólica, y en El Faro - 96% dio textura a las alucinaciones de un par de marineros, en su nuevo filme abre, a punta de hacha vikinga, la riqueza de su mitología de entre la carne viva y sangrienta de una historia de venganza.
Aunque el marketing de El Hombre del Norte quiere hacerles creer que se trata de una épica de acción, la publicidad es algo tramposa. No es que no existan estos elementos sino que ese no es el punto del relato. A diferencia de Gladiador - 76% o Corazón Valiente - 78%, en este filme, las peleas y lo explícito de su violencia no tienen el propósito de ser espectáculo sino el de revelar el crudo trauma que la brutalidad de su mundo ha dejado sobre el protagonista, y más tarde el antagonista. En este sentido, el cineasta desafía la convención hollywoodense de la acción como entretenimiento y le da un sentido dramático y temático.
Muestra de ese desafío, es que Eggers continúa con un estilo discreto incluso pese a lo seductor que debió ser tener un presupuesto mayor. Uno de los primeros ataques liderados por Amleth es filmado en un plano secuencia que casi siempre lo tiene en el centro. Lo mismo ocurre en el tercer acto cuando finalmente comienza su tormento sobre Fjolnir y sus hombres. El director revela un mayor interés por la guerra como expresión de dominio e ira antes que por el simple choque de espadas. No hay una edición frenética que presuma peleas desde distintos planos, ni hay movimientos excéntricos de cámara que busquen el asombro del público por el mero impacto. Esto se dice como cumplido sobre la mesura de un director que busca provocar emociones no desde los trucos técnicos sino desde la narrativa y la composición de las imágenes.
No cabe mayor duda de ello al ver el combate final entre Amleth y Fjolinr: una secuencia a contraluz de un volcán en erupción y desbordado en ríos de lava. Allí, los personajes pelean desnudos, casi siempre entre planos generales y medios que destacan sus musculosas figuras, así como el ambiente que las rodea y lo brutal y doloroso de las heridas que se infligen uno al otro. Todo esto para conjugar el sentido de la historia: la venganza tiene un precio y la ira se paga con ira. Los elementos de atmósfera, acción, mitología y actuación se combinan en un clímax perfecto y en el estilo de un director que busca ir más allá de lo que acostumbran los límites del cine hollywoodense de acción más tradicional, o mejor dicho, formulaico.
A diferencia de sus dos previas entregas, El Hombre del Norte - 87% es un relato en el que los personajes no huyen ni se distancian de lo sobrenatural. No se sienten acechados por estos fenómenos, sino que incluso acuden en su búsqueda para pedir su ayuda. El cruce entre lo real y lo mitológico se usa para avanzar la trama. Son los mismos dioses quienes han puesto al vikingo a buscar la retribución y en ese sentido cobran vida. Por ejemplo, cuando Amleth se encuentra con una profeta (Björk), y en otra de las secuencias mejor logradas, cuando debe pelear contra un draugr (un no muerto) para reclamar su espada. Todos estos momentos ayudan a traducir, al lenguaje audiovisual, la sensación de leer, capítulo por capítulo, una epopeya de rica mitología y fantasía clásica.
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Pese a esto, se siente como una oportunidad perdida que el talento del director para crear atmósferas haya quedado relegado a unas cuantas secuencias, y su habilidad para construir presencias sobrenaturales que permean durante todo el relato, se sienta limitado. Contrario a lo que ocurre en, por ejemplo, La leyenda del caballero verde - 95% de David Lowery, en donde la dimensión mística desbordan a lo largo del relato. Quizá esta sea la mayor diferencia que los seguidores del cineasta encuentren respecto a sus anteriores trabajos, aunque de ninguna forma demerita por completo los otros logros del filme.
En cuanto a las actuaciones, en El Hombre del Norte - 87%, son Alexander Skarsgård y Claes Bang quienes tienen más oportunidad de jugar con diferentes registros. El segundo, a quien seguro recuerdan como Drácula en la miniserie de Netflix de ese mismo nombre, ha pasado casi inadvertido en muchas otras críticas, pero, conforme las sorpresas de la trama se revelan, es su recatada interpretación la que da matices a Fjolnir más allá del cruel villano que creemos conocer al principio del filme. Y es que es en ese papel en el que reside el verdadero sentido de la fábula momentos antes de la batalla final.
El actor principal da vida a una furia implacable a través de su corporalidad y con la sensación de resistencia que transmite, escena con escena, cuando su cuerpo es herido, se alza con firmeza durante el combate o atraviesa la indómita naturaleza. Pero su mirada guarda el dolor que da raíz a su venganza. En términos dramáticos, Skarsgård y Nicole Kidman, quien interpreta a su madre, tienen el mejor momento cundo se da su reencuentro. La química entre ambos, como ya habían probado ambos en la serie Big Little Lies - 92%, es incuestionable.
El giro que hay con este personaje femenino, uno que obviamente no revelaremos, subvierte no sólo las expectativas del público respecto a las convenciones de relatos de venganza sino muchas ideas que tenemos sobre las mujeres en el mundo vikingo y su papel en esa sociedad. Nadie mejor que Kidman para maliciosamente ponerlas en la mesa. Y cabe aquí señalar también la cuidadosa mirada con la que Eggers filma a sus actores a través de acercamientos que permiten al espectador regocijarse en su trabajo.
El Hombre del Norte - 87% es una distintiva mezcla entre una adaptación literaria y un filme de acción; entre un drama de época y un relato sobrenatural. El equilibrio de los elementos pudo ser un poco más refinado, pero el resultado sigue siendo un filme como pocos: una historia ambiciosa que aspira a ir más allá del espectáculo y la verosimilitud. Incluso si muere en la batalla por dominar la taquilla, tal cual los guerreros que retrata, se ha ganado con honor un lugar en el Vahöll del cine de autor. La película ya está en cartelera.
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